María Jesús Burgueño
Uno de los principales enemigos que mina la transparencia del mercado del arte es el de las falsificaciones. Contra él luchan los museos, instituciones, casas de subastas, anticuarios, coleccionistas y la Brigada de Investigación del Patrimonio Artístico. Según estas fuentes todos los pintores importantes han sido falsificados y existen verdaderas mafias que tratan de embaucar a los incautos con obras fraudulentas. Para acreditar una obra no bastan los certificados, muchos de ellos de dudosa legalidad, en caso de sospecha conviene solicitar estudios y análisis minuciosos realizados por expertos.
Tápies, Barceló, Palencia, Mompó, Picasso, Dalí, Bores, Casas, Sorolla, Clavé…, se encuentran entre los artistas más falsificados, aunque los expertos de museos y de la Policía coinciden en afirmar que todos los autores tienen sus falsificaciones, no importa que estén vivos o muertos, las falsificaciones están a la orden del día. No hay un pintor mejor falsificado que otro, sí más falsificado como Dalí, Miró o Picasso. Para combatir este fraude, sobre todo con autores contemporáneos, en el museo Reina Sofía se identifican las obras por medio de análisis y se solicita la colaboración de los artistas para que comprueben ellos mismos la autenticidad de los cuadros que pasan por la pinacoteca.
“Existe mucha más obra falsa de la que nos imaginamos, señala María José Salazar, responsable del Departamento de Adquisiciones y miembro de la Junta de Calificación y Valoración de Bienes del Patrimonio Histórico; podemos pensar que los pintores vivos controlan mejor su obra, pero esto no ocurre siempre ya que a veces algunos autores no recuerdan los materiales que emplearon, lo que obliga a realizar nuevos análisis para su identificación exacta. Hace un año el propio Barceló quemó trece obras falsas, pero no siempre contamos con la misma colaboración”.
La actuación de la policía puede estar motivada por una denuncia previa o ante una sospecha, comenta Lorenzo Montero, Inspector Jefe de la Brigada de Investigación del Patrimonio Histórico de la Policía Nacional; “en el caso de que aparezca en el mercado algún indicio de que la pieza que se pone a la venta es de dudosa autenticidad -explica- acudimos a personas cualificadas para que estudien la obra. Ante la certeza de que no es auténtica se formula la denuncia y se procede a su retirada. Otra forma de actuación es de seguimiento y control de determinadas personas propensas a comercializar con mercancía de dudosa calidad y autenticidad, casos que se dan con mucha frecuencia tanto en España como en otros países”.
Hace un par de años se utilizaron planchas originales de Miró para realizar tiradas falsas, María José Salazar estuvo trabajando con la policía de Barcelona y recuerda que fue un caso muy interesante por su complejidad. “Miró era muy perfeccionista, destruía mucha obra cuando no conseguía la limpieza exacta, esto nos proporcionó la pista ya que el entintado no era perfecto”. Otro aspecto a tener en cuenta son las telas ya que las obras realizadas en los años 20 ó 30 no se pueden encontrar en la actualidad y son más fáciles de identificar. Hasta mediados del siglo XX los bastidores los hacían los propios pintores, después ya comienzan a utilizar los industriales. A este respecto los expertos recomiendan, a la hora de adquirir un lienzo, mirar siempre por detrás ya que muchas veces proporcionan información muy precisa, como firmas del artista, sellos y etiquetas de exposiciones, aduanas, galerías, papeles de periódicos pegados, apuntes, etc. A veces los cuadros hablan más por detrás que por delante y es importante tener en cuenta que los reentelados pueden ocultar una obra falsa.
Descubrir si un cuadro es falso o auténtico es un proceso lento y minucioso, un original puede resultar ser una copia o al contrario, al retirar un repinte puede dejar a la vista una obra original y auténtica. Cuando una pintura llega al Reina Sofía, explica Juan Antonio Sáez restaurador del museo, el personal especializado estudia el estado en que se encuentra, se toman unas imágenes con distintos tipos de luces y si se tiene alguna sospecha se le hace una placa con rayos X, añade Francisco Lauren, fotógrafo del Reina. No es extraño encontrar una obra sobre papel pegado en un lienzo, señala Sáez, es otra forma de falsificar, suelen presentase con marco y en otros casos con cristal lo que dificulta aún más la identificación, es muy difícil descubrir la textura y en una primera impresión podemos pensar que estamos ante un óleo.
Hay muy pocos artistas que trabajen siempre con un mismo material, les gusta experimentar y cambiar. A la hora de falsificar, añade Salazar, es más difícil falsificar el papel, generalmente los dibujos muestran la destreza del artista, por lo que el falsificador tiene que tener una mano excepcional o si no es así será fácil de reconocer. En alguna ocasión se han vendido xilografías como dibujos. Una de las claves para poder encontrar una buena obra es no buscar gangas y, sobre todo, informarse a través de un buen experto. En el caso de
Para evitar fraudes es importante la colaboración no sólo de expertos o de la familia sino también de Fundaciones que defienden la obra del autor. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de Miró que une a su condición de artista universal una larga lista de casos de falsificaciones, aunque su obra es, a la vez, una de las más protegidas. Otros no han tenido tanta suerte como ha sido el caso, hasta fecha reciente, de Benjamín Palencia. Otro aspecto que contribuye a la limpieza del mercado es la edición de catálogos razonados como el que se acaba de publicar sobre Bores con el patrocinio de Telefónica. María José Salazar destaca otros casos como el de Dalí, uno de los artistas más estudiados, cuya identificación de su obra es muy compleja ya que el propio pintor fomentó las falsificaciones.
Como se ha señalado los falsos dalís son uno de los principales quebraderos de cabeza tanto de galeristas como de la policía, ya que este autor dejó su firma plasmada sobre hojas en blanco, lo que ha influido en la gran cantidad de falsificaciones de obra gráfica detectadas. Lorenzo Montero puntualiza que los problemas les llegan de todos los pintores, pero algunos se repiten con más frecuencia. La gravedad de los casos viene determinada por las personas que participan y la demanda del mercado. Así, si el pintor se ha puesto de moda las reproducciones se multiplican. La frecuencia varía según épocas, ya que hay meses en los que aparecen, por ejemplo, obras de Benjamín Palencia y otras de Sorolla, o Lagar, Barceló, Vázquez Díaz, etc. Todos los pintores tienen sus falsos, exceptuando algunos tan sumamente peculiares como Antonio López que, por el momento, no hay quien lo duplique. “Nosotros lo que hacemos es intervenir cautelarmente las obras, pero no decidimos su futuro, esto le corresponde a la autoridad judicial. Cuando no se cuenta con la presencia del artista los procesos suelen ser muy largos ya que intervienen muchos peritos y sus opiniones no siempre coinciden por lo que se requieren análisis y contrastes especiales que determinen la falsedad u originalidad de la pieza”, explica Montero.
Para contribuir a clarificar el mercado el laboratorio del Reina Sofía está elaborando un gran archivo con datos de miles de obras de arte. Cada vez que se realiza una restauración o que entra una pieza nueva en el museo, Carmen Muro, química y encargada del laboratorio, hace una cata de pigmentos, aglutinantes, etc., que después servirá para conformar una base de datos que será imprescindible para identificar las obras con rotundidad.
Los falsificadores son artistas con una capacidad especial para imitar estilos de otros, no sólo son copistas, crean obras propias utilizando el estilo del pintor al que falsifican. Pero no todos estos artistas falsifican, es decir, pintan cuadros al estilo de…, pero no firman. Hasta ese momento no existe nada que sea ilegal, explica Lorenzo Montero, es una obra original suya pero sin firma. Estas pinturas comienzan entonces un proceso complejo hasta convertirse en un fraude, en un principio no suelen ser los propios pintores los que les añaden la firma. La obra sale del estudio de un pintor -primer paso del engaño- y es trasladada a otro lugar, en algunas ocasiones viaja hasta el otro lado de la Península, donde espera turno para pasar por las manos del especialista en firmas. La pieza puede cambiar sucesivamente de manos esperando el momento propicio para entrar en el mercado. Algunas llevan hasta certificados de dudosa legalidad para embaucar a los incautos. “El caso de los expertos que firman certificados de autenticidad es un punto y a parte, se lamenta Montero, debería de ser más serio el tema, cualquiera se permite el lujo de firmar un certificado. Un chófer, un amigo, un vecino…, de un pintor se atribuye la calidad de experto y firma certificados. Muchos llegan a España de Suramérica, con logotipos de galerías españolas fantasmas o reales con direcciones falsas, utilizan en algunos casos nombres de pintores importantes para acreditar determinadas obras, emiten certificados en distintos formatos, en papel timbrado, en numerosas ocasiones junto a estos documentos se adjunta un acta notarial que certifica que la firma del presunto experto es auténtica, no que la obra lo sea, los compradores potenciales no caen en este detalle”. “Esto vuelve loco al mercado, comenta Tomás Antón de la Brigada de Investigación de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional. Estos certificados españoles o extranjeros circulan con total impunidad”.
La Policía tiene acreditado que las mayores estafas se cometen entre particulares, en seudo-anticuarios sin establecimiento especializado estable. A este respecto el portavoz policial destaca que los catálogos que publican las casas de subastas son un magnífico instrumento para el seguimiento del mercado; en general un 98% de las salas no pone problemas ante una intervención de la brigada, un 1% colabora de forma muy activa y tan solo un 1% trata de obstaculizar la labor policial. Hay que fijarse muy bien en la información y condiciones que aparecen en los catálogos, por ejemplo cuando se anuncia un cuadro como atribuido a un pintor, a una escuela, a un círculo, etc., con un precio alto o muy alto y no añaden más datos, el comprador que se cree muy hábil se fija en la firma que aparece discretamente en el cuadro y adquiere una obra que no vale ni una décima parte de lo que piden con la certeza de que ha realizado una gran compra, explica Antón. “Las grandes falsificaciones se comercializan entre amiguetes, en casas particulares, añade Montero, es como el timo de la estampita, el seudo-anticuario nómada, cuyo establecimiento es la furgoneta, es el nuevo pícaro de hoy que describía Quevedo, pero en lugar de ir en borrico va en BMW”. “La destreza de algunos imitadores de dibujos es impresionante, en muchas ocasiones es simple cuestión de entrenarse y aprender algunos rasgos concretos y ya está. El papel donde los realizan es de época y, además, puede salirles gratis ya que utilizan hojas de cortesía y en blanco que arrancan de libros de bibliotecas o de ejemplares adquiridos en ferias y mercadillos. Sin embargo para las litografías o técnicas similares están utilizando cartulinas malas”, señala Tomás Antón.
En los últimos años la policía ha desmantelado varios clanes familiares dedicados a falsificar obras de arte. Hace unos meses la policía de Barcelona incautó más de 3.000 grabados, litografías y serigrafías decomisadas en la Operación Artista, entre las obras había Picasso, Dalí, Miró, Tàpies, Chillida, Andy Warhol, Roy Lichestein, Chagall, Giorgio De Chirico… Unos meses antes fueron detenidas once personas, ocho de la misma familia, que vendían cuadros falsos, su círculo de trabajo se extendía allá donde hubiera una feria, montaban sus stands y vendían sus óleos y dibujos falsos. Ese año 186 cuadros fueron requisados pero se sospecha que el número de obras que este clan pudo poner en circulación fuera muy superior. Hace apenas dos meses la Fiscalía de Madrid solicitaba para Liana Jikia cuatro años de prisión por vender, supuestamente, aunque la operación no llegó a término, un Chagall a un empresario español, esta operación entre particulares, cuyo intermediario era un amigo, tuvo su primer encuentro en la República de Georgia, donde como una verdadera ganga se ofreció el cuadro por 400.000 dólares. Las bandas familiares ubicadas en Galicia, Navarra, Valencia, Madrid, Cataluña y sobre todo la Costa del Sol, trabajan a través de intermediarios que colocan las obras en distintos puntos de España o en el extranjero. Si la obra que quieren vender es de gran envergadura se hacen pasar por herederos o se atribuyen, en algunos casos, títulos nobiliarios, alquilan lujosos coches y se instalan en magníficos hoteles. Si la obra es menor la parafernalia es mucho más simple, se intenta colocar a través de un amiguete o se vende en ferias de antigüedades itinerantes. Estas mafias actúan también amparándose en marcos legales, esto es lo que sucedió hace unos años cuando un particular decidió acudir a un restaurador con un cuadro de Sorolla que había sufrido un rasguño, cuando se terminó la restauración también se concluyó una copia exactamente igual al original, incluido el rasguño y su restauración, esta copia ha estado en posesión de un banco que la adquirió sin saber que era falso, en la actualidad se encuentra en proceso judicial.
No sólo los particulares son objeto de engaño, ya que entre leyendas y verdades los mejores museos del mundo también han dado de qué hablar, se han llegado a señalar como falsos cuadros emblemáticos tales como la “Adoración de los Reyes” de Andrea Mantegna de la Galería Nacional de Escocia; “Cristo coronado de espinas” de Van Dyck, en el British Museum; “ Mujer en el tocador” de Juan Gris que por un cortísimo tiempo formó parte del Museo Reina Sofía; El Prado también tuvo que justificar la autoría de “La lechera de Burdeos” y “El coloso” de Goya; “Virgen con el Niño” de Van der Weyden del museo de Bellas Artes de Tournai, o, “Los Girasoles” de Van Gogh, por el que una compañía de seguros japonesa pagó 5.000 millones de pesetas del año 1987, y que poco después se puso en tela de juicio su autoría atribuyendo su realización a Claude Emile Schyffenecker.
Pena de cárcel
“El delito referido a la propiedad intelectual, explica Lorenzo Montero, está penado entre seis meses y dos años de prisión, y puede aplicarse tanto a los que reproducen como a los que exportan o almacenan con ánimo de lucro o aquellos que ponen obra falsa en circulación. Existe también agravantes de uno a cuatro años según el perjuicio económico causado. Una vez causada la estafa la pena oscila entre uno y seis años”.
Falsificaciones legales
La fascinación por las falsificaciones también ha dado origen a un coleccionismo legal. La copia ha sido práctica habitual utilizada a través de la historia como trasmisión de conocimientos, encargada por Reyes, Iglesia y nobleza para decorar palacios, catedrales o conventos, para pedir casorio y como objeto de regalo. En torno a este mundo se ha creado un coleccionismo de obras falsas. Uno de los primeros en darse cuenta del negocio fue el italiano Giuseppe Salzano, cuando después de adquirir un auténtico Chirico conoció a su verdadero artífice, Antonio Razei, copista. Fue entonces cuando decidió encargar a éste y a otros sesenta artistas obras para la Fundazione dei falsi d´Autore. La diferencia entre una falsificación y una copia está en la firma. También en España se puede acceder a este mercado de falsos legales, copias, ya que se han instalado empresas especializadas que trabajan a la carta o mediante un catálogo de copias de los más prestigiosos autores.
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