María Jesús Burgueño
La expertización y catalogación de obras de arte es una de las actividades más importantes que llevan a cabo las casas de subastas, anticuarios y museos. De esa decisión va a depender el precio ya que implica la datación y la autoría de la obra. No es lo mismo catalogar un cuadro como de un autor de reconocido prestigio que atribuirlo a su círculo o bien mencionar una escuela o época. Los expertos no sólo se juegan su prestigio y con él el de la sala o institución que representan, sino que están sobre la mesa decenas, por no decir cientos o miles de millones de pesetas.
Los expertos han hablado sin tapujos. De sus palabras se desprende que, a veces, hay más voluntad que medios y que, incluso, sería necesaria una regulación de estas actividades por parte de la Administración, tal como ocurre en Francia, país que varios especialistas ponen como modelo.
Luis Quesada es experto en pintura andaluza del siglo XIX y autor de una veintena de libros sobre la materia (entre ellos “La vida cotidiana en la pintura andaluza” y “Luz y lumbre en la pintura española”), que le han dado renombre como especialista, pero, ante todo, se declara historiador. “Yo no soy de esos que se dedican a expertizar obras, cobrando un alto caché por firmar un certificado, aunque en el mundo del arte son muchos los amigos que me traen obras para que las vea y dé mi opinión”.
Antonio Perales es uno de los expertos más reconocidos en la obra de Goya, además de ser un hábil restaurador que ha trabajado en el Archivo Histórico Nacional y, actualmente, en Patrimonio. “Para mí un buen trabajo de expertización se debe hacer con dos bases fundamentales: el estudio histórico documental y otro físico y científico”. Perales ha volcado gran parte de su vida en el análisis de la obra de Goya, conociendo a la perfección su técnica, lo que ha permitido desarrollar una teoría sorprendente que puede revolucionar la catalogación de la pintura de este autor basada en las microfirmas.
Carlos González López, Montse Matí Ayxela y Teresa Serraclara, forman un equipo de expertos en varios pintores. González, especialista en Historia del Arte, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y asesor de las prestigiosas salas Sotheby´s y Christie´s y de la española Finarte, es especialista en la obra de Fortuny y Madrazo. Por su parte, Teresa Serraclara es especialista en la obra de Marriera. Considera que las dotes necesarias para este trabajo son el estudio y la investigación y, sobre todo, estar en contacto con la obra. “A la hora de valorar un cuadro -dice- lo primero es tener ojo clínico, eso te lo da la experiencia, luego hacemos un estudio con rayos ultravioleta, se mira el lienzo el bastidor, los pigmentos y si se tienen dudas recurrimos a la radiografía.
José Manuel Arnaiz es experto en los pintores Eugenio Lucas y Alenza, pero su verdadera pasión es Goya, “un personaje apasionante”. La segunda mitad del siglo XVIII tiene pocos secretos para este historiador que se confiesa apasionado por este periodo de la historia de. Asesor técnico de Finarte dice que a las subastas llegan una cantidad ingente de obras, unas firmadas y otras no, y ahí es cuando actúan los expertos.
Ubaldo Sedano es un nombre señero en el panorama de la expertización como encargado de la obra que alberga el Thyssen Bornemisza. El trabajo del experto comienza, según este especialista, con un estudio de tipo formal para determinar si una obra es realmente de la época y autor a la que se atribuye. También nos podemos apoyar en los datos que nos facilitan los historiadores, familiares o especialistas de prestigio. Todo este trabajo se complementa con el estudio físico-químico de las piezas en el laboratorio, gracias al cual identificamos los materiales constitutivos de la obra. La autentificación de obras de arte contemporáneo es un poco más delicada ya que cualquier persona puede adquirir materiales en comercios especializados similares a las de los cuadros a datar y de esa forma se pierden los datos sobre las características especiales de las técnicas pictóricas.
El laboratorio tiene la palabra
Para Rogelio Folgueras, presidente de Alcalá Subastas, es fundamental contar con el mejor personal a la hora de catalogar si es que una sala de subastas quiere mantener su prestigio. Esta sala no emite certificados de autenticidad, sin embargo, las obras se estudian intentando identificarlas y valorarlas seriamente. “Cuando se trata de obras importantes -añade Folgueras- y hay discrepancias de opinión se acude al especialista reconocido en cada caso, dentro y fuera de España, citándole cuando es posible en el catálogo”. Los expertos con los que cuentan en pintura son Richard de Willermin y Elisa d´Ors. En el departamento de muebles y objetos los especialistas son: Bentley Angliss y Miryam Paz.
Santiago Durán, alma de la casa que lleva su nombre, tiene un equipo de licenciados en arte que, gracias a su especialización en pintura y joyería, han adquirido un gran conocimiento de las obras. En el caso de la porcelana y cerámica Santiago Durán nos dice que la sabiduría que dan los años hace que su personal rara vez se equivoque. “Con la pintura lo que casi nunca falla es el ojo clínico”, afirma este empresario, que añade: “en caso de duda en una gran obra no dudamos en acudir a un especialista que lo estudia y da su opinión”.
“No todos somos angelitos con alas” sentencia Alvaro Durán al preguntarle por la expertización. En ciertas ocasiones -explica- algunos expertos a los que hemos consultado nos han dicho que un cuadro no era de un determinado autor, pero al insistir en la valoración, después de analizar con más cuidado la pieza, han cambiado de criterio. El asunto puede ser sencillo cuando no hay más que un experto reconocido, como es el caso de Blanca Pons Sorolla, especializada en la obra de su tatarabuelo, pero incluso en estos casos la expertización puede complicarse si han intervenido otros miembros de la familia.
En la Sala Fortuny hay cuatro personas especializadas en la catalogación. María Eugenia Olalquiaga, directora de la Sala, Marisa Arana, Marian Zuloaga y Almudena de la Mota. Este equipo manifiesta que “la certificación de las obras es como una moda que ha salido ahora, pero nosotros llevamos muchos años trabajando con las piezas y nos movemos con la experiencia”.
Lo importante es la pieza
En La Galería somos sólo dos, dice Julián Artiaga, su director. “Llevamos veinte años Mª Angles Benayas y yo, y nunca hemos tenido ningún problema. A nuestros clientes no les mueve tanto el certificado como la obra”. “En Francia el Estado se responsabiliza de las expertizaciones, son trabajos que tiene unos gastos por los estudios y el tiempo, pero en España -explica Arteaga- el caso es distinto; los expertos son estudiosos de determinados autores y se dan casos de expertizaciones de muy poca credibilidad que desprestigian a los verdaderos expertos, que los hay y muy buenos”. Esta sala está especializada en obra menor, dibujos, acuarelas…, con unos precios muy ajustados y gastos mínimos.
Caja Madrid creó hace ocho años Sala Retiro que cuenta con dos equipos de tasadores catalogadores en sus departamentos de arte y joyas, que llevan a cabo los distintos servicios que la sala ofrece a sus clientes, valoración, custodia, mediación para su venta en subastas, venta directa y operaciones de préstamo. Para llevar a cabo esta actividad Caja Madrid dispone de un completo laboratorio de expertizaciones en donde se realizan radiografías, análisis estratigráficos, catas, etc.
Leonor Aracena directora de Castellana Subastas explica que al recibir una obra hacen una primera valoración: si está firmada damos por supuesto que es verdad, en el caso de que no lo tengamos muy claro estudiamos la pieza en profundidad. Isabel Muñoz, licenciada en Arte, trabaja en la sala clasificando y catalogando, es una gran conocedora de la pintura y sabe la importancia de contar en caso necesario con la opinión de un experto. Algunos parientes de pintores se han convertido en expertos sobre la obra de sus antepasados como son los casos de Laura Vázquez Díaz o José Luis Egea Vila. Según Mercedes Durbán Monreal directora de adquisiciones de Castellana Subhastes en Barcelona, “el criterio para valorar obras de arte depende de una serie de factores diversos, como el autor si se conoce, la calidad, el estado de conservación, antigüedad, rareza, tema, utilidad decorativa, o moda…”
La retribución de los especialistas es un asunto candente. En principio se paga por tamaño, estado de la obra y técnica -no es lo mismo una acuarela que un óleo-. En Europa se suelen pagar unos honorarios a los que se suma un porcentaje del valor de la obra. En España, según apunta Teresa Serraclara, no se cobran unos honorarios cerrados fijados por un Colegio Oficial. Esta experta pone el dedo en la llaga al afirmar que aparecen muchas falsificaciones y que se añade la firma a cuadros que no son de ese autor, aunque también apunta que, a veces, no es mala fe sino que se debe a los escasos conocimientos y medios de antiguos especialistas del XIX.
A la hora de analizar una obra de arte todos los consultados y, en especial, José Manuel Arnaiz y Antonio Perales, destacan la necesidad de llevar a cabo estudios físico-químicos y realizar radiografías en caso de duda, aunque dicen que lo fundamental es el “ojo del experto”, que identifica formas, composiciones, técnicas y colores. “Nuestra opinión como expertos en pintura -dice Arnaiz- tiene que ser honesta y documentada. Y añade con humor: “Tenemos que ser extremadamente prudentes a la hora de opinar, solo Mafalda es perfecta”. Por lo que respecta a los precios, una expertización puede costar desde las treinta mil pesetas a tres o cuatro millones si la obra es importante, de un pintor reconocido y que exija certificado. Las casas de subastas ofrecen este servicio básico de forma gratuita para las piezas que se venden en sus salas y sólo en caso de expertizaciones complejas se deduce el coste del estudio de la cantidad que se paga al dueño vendedor de la obra al ser subastada.
Una de las barreras disuasorias que impiden la proliferación de estudios técnicos es su alto coste. Perales explica que, en el caso de la reflectografía, cada fotograma que mide 8×8 cm, cuesta entre ocho y diez mil pesetas, que hay que multiplicar por el tamaño del cuadro. La radiografía es más barata ya que cada placa de 30×40 cm se cobra alrededor de las 15.000 pesetas, y es necesario hacer los dos estudios para completar la documentación. A todo esto hay que añadir otras 15.000 pesetas por el análisis de pigmentos, de las que deben realizarse cinco o seis muestras por cuadro. La factura se incrementa si añadimos el estudio fotográfico. Un estudio simple de una obra de un pintor famoso de 50×60 cm puede llegar a costar las 300.000 pesetas sin certificado.
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