La niña María Figueroa. Sorolla

El deseo de prolongar la propia presencia sobre la tierra ha sido el eje motor de infinidad de retratos a lo largo del tiempo.

Las representaciones iconográficas que tenemos hasta el siglo XIV suelen corresponder a grandes personajes históricos, a partir de esta época en los temas religiosos los artistas comienzan a dejar espacios entre Santos y Vírgenes para retratar a los donantes que han pagado estas obras, convirtiendo esta práctica en habitual en los siglos posteriores.

(ver El Retrato del Renacimiento, Museo del Prado…)

María Jesús Burgueño

Es en el siglo XV cuando los retratos flamencos muestran una imagen moderna, las representaciones de perfil giran hasta mostrar el busto de tres cuartos, según Pilar Silva, del Museo de El Prado y Philippe Lorentz, de la Universidad de Estrasburgo, participantes en el curso sobre pintura flamenca organizado por museo. La mirada se hace importante, se fija en el espectador, parece que nos sigue, el personaje casi respira. También es significativo en estas pinturas la creación de una ilusión óptica que rompe el espacio y la obra sale al campo del espectador (las manos, un pergamino o cualquier otro detalle se ejecuta sobre el marco, real o pintado). Estos retratos de época antigua no son habituales en las salas de subastas por lo que el mercado los valora muy bien, es rara su aparición en buenas condiciones, pero aún son más raros los bocetos y dibujos preparatorios, debido a que los comitentes no posaban para el pintor, éste debía guiarse por la observación y los estímulos proporcionados en los cortos encuentros con el personaje. La mayoría de las veces tan sólo tenían el tiempo suficiente para realizar un dibujo del natural que después era reinterpretado en la pintura. Prueba del interés que están despertando estas obras son las sucesivas compras por parte del Estado ejerciendo el derecho de tanteo, como la adquisición en noviembre de 2001 en la sala Finarte de una magnífica tabla de la escuela hispano-flamenca «El cardenal don Pedro de Mendoza orando ante San Pedro», que salió en 36.061€ y se remató en 48.081€.
Foto LOGOPRESS

Los disfraces y la mujer
El retrato de la mujer guapa, joven y elegante -según Álvaro Durán- cotiza muy bien, pero es muy importante, además de su dulzura y belleza, su indumentaria, los detalles añaden valor. En la Edad Media era frecuente encontrar en las pinturas devocionales los retratos de los comitentes representados como santos. Dando un salto en el tiempo, el retrato alegórico, en numerosas ocasiones de carácter mitológico, responde a los principios idealizantes del Renacimiento. En el siglo XVIII, se puso de moda entre las aristócratas los retratos donde aparecían disfrazadas de Diana, Flora o Minerva. Los personajes reales retratados se convierten en divinidades mitológicas, héroes, ninfas o pastores. A lo largo de este siglo se pueden distinguir tres corrientes: el retrato de representación, el realista (típico de la clase burguesa) y el arcádico-alegórico. En la belle époque, los retratos de las señoras de alta burguesía recuerdan a las musas inspiradoras de la literatura decadente. De Masriera, «retrato femenino», un particular pagó en el año 2002 en la sala Ansorena 30.000€. En marzo de ese mismo año, Retiro, vendió por 18.030€ una obra del círculo de Pantoja de la Cruz, el retrato de «Margarita de Austria». Y de Madrazo, «Lozanía», se vendió en 45.000€, en Durán; también, por 25.000€, «Carmen» de Zuloaga.. En julio «Joven de jersey rojo» de José María Mallol se remató en 4.750€ en Fernando Durán.

Se vende muy bien cualquier retrato de mujer si es elegante, determina una época concreta y pertenece a la aristocracia o realeza. Se valora fundamentalmente, explica Leticia Permuy, de la sala Segre, que sea un pintor conocido y además que sea un gran retratista, como el caso de Thomas Sully del que sacamos en la pasada subasta una obra maravillosa «Retrato de dama elegante junto a una mesa con flores». En el siglo XIX se hace más patente la diferencia entre los ropajes masculinos y femeninos, añade Álvaro Durán, los hombres comienzan a vestir siempre de negro, es común la corbata, suelen llevar barbas lo que les confiere una apariencia mayor y esto hace que sean retratos aburridos. Por lo general se puede decir que los retratos femeninos cotizan mejor que los masculinos, como sucedió en Fernando Durán con dos obras de Sorolla, subastadas el mismo día, un retrato a la Sra. Traumann por la que se pagó 22.538€ y por su marido el Sr. Traumann, 16.528€. Pero siempre hay excepciones como es el caso del pintor Antonio Moro cuyos retratos tanto de mujer como de hombre valen lo mismo. Si es un retrato realizado por un pintor de segunda fila y además retrata a un bigotudo, añade Leticia Permuy, es muy difícil de vender. Es la mujer la que vende más que el hombre, una mujer guapa es más fácil de colgar en una casa que un hombre, esto también se tiene en cuenta a la hora de fijar los precios de salida. En septiembre de 2001 Segre subastó dos retratos de los Condes de Rivadavia, el precio del de Doña Josefa Feito era de 2.600€ de salida y el de D. Manuel Rodríguez, de 2.500€, los dos medían 73,5X 56,5 cm. y estaban realizados por Antonio María Esquivel.

Hacia el retrato de cuerpo entero
Las salas de subastas prefieren el retrato de cuerpo entero, su venta suele ser mejor, en numerosas ocasiones el pintor utiliza esta forma de retratar para disimular rasgos, en esto fue experto Tiziano que aportó al género un matiz de conveniencia que agradaba al retratado, dotándole de una imagen de poder y gloria. Realiza varios retratos de Carlos V de cuerpo entero, poco frecuente hasta entonces. Para resolver el problema del rostro poco agraciado del emperador el pintor pone los ojos del observador en el cuerpo alejando el rostro de la mirada. Los siglos XVII y XVIII son un periodo de fascinante riqueza para el retrato, los rostros, gestos, las ropas y las posturas de los personajes reflejan los cambios de modas, la aparición de la burguesía y los soberanos «absolutos». Caravaggio, Bernini, Poussin y Rubens son los puntos de referencia de las artes figurativas, pero interpretado en cada país de forma diferente. El español Diego Velázquez se adelanta a su tiempo con una técnica suelta y de sus pinceles salen los personajes más dispares, sabe pintar a los pobres cubiertos de harapos y a la nobleza con sus soberbios trajes, revoluciona los conceptos de la pintura y del retrato en grupo. En Alcalá, se subastó en mayo de 2002 un retrato de la Infanta María Teresa de Austria de cuerpo entero, del círculo de Velázquez, salió en 10.000 y subió a 100.000€. En esa misma sesión el Estado adquirió un retrato de militar de Rodrigo de Villandrando por 54.000€ y otro de Felipe IV, atribuido a Pedro Villafranca, por 6.000€.

El amor
Un detalle en el tocado de la mujer puede dar la pista de si estamos ante una mujer casada o soltera, una rosa roja si tiene un amor secreto, un hilo rojo sobre la espalda del hombre simboliza el amor de la pareja, estos algunas de las claves usadas para los retratos de pareja. Estos retratos son encargados para celebrar un noviazgo, el matrimonio o un amor imposible. Pueden estar representados en forma de díptico o sobre un único soporte. Entre los atractivos de estas pinturas está la aportación del artista, que como si de un acertijo se tratara, da pistas y cuenta mucho sobre su ambiente, contexto histórico y aspiraciones amorosas de los protagonistas. La temática amorosa, tiene una gran aceptación entre los coleccionistas, comenta Álvaro Durán, en muchos casos la pareja retratada no se encuentra en el mismo soporte, pero sí conservan las mismas medidas, las mismas pinceladas, la misma época, el mismo marco y, por lo general, proceden de la misma familia. Aumenta el valor cuando nos encontramos ante un retrato de pareja en el mismo soporte ya que no suele ser frecuente y aún más raro si tiene algún niño. El retrato masculino se vende muy mal, según Finarte, el femenino se vende algo mejor, esto lo podemos ver cuando tenemos una pareja de cuadros pintados por el mismo autor y manteniendo las mismas características, siempre el retrato femenino sube el precio inicial y el masculino a lo mejor no se vende. Según los expertos en pintura de Finarte, no es el mejor momento para la venta de los retratos. Aunque es muy rara la presencia del retrato del XVIII o anterior en las subastas tampoco se puede decir que por eso los precios tienen que ser muy altos, siempre dependerán de la maestría del pintor y la importancia del retratado.

Niños deliciosos
Leticia Permuy de la sala Segre, comenta que el retrato infantil tiene bastante aceptación entre los coleccionistas y es el que mejor se paga, aunque es muy importante el pintor, en el caso de los niños también se compra por razones estéticas, siempre es más agradable la imagen de un niño que la de un señor con bigote. Si además el retrato infantil añade Permuy, pertenece a la realeza sube su valor, como es el caso de un par de retratos de dos de los hijos de Juan V «El Magnífico», del circulo de Jacopo Amigoni, estas obras se sabe que procedían del palacio dos Meninos de Palhava, Lisboa, y pertenecían a una colección particular. Comenzaron las pujas en 1.800€ cada una. Cualquier detalle que se sepa de la obra sube el precio. Los retratos infantiles son particularmente deliciosos, ya que el artista asume una delicadeza exquisita en sus rasgos, peinados y trajes, además suelen dotarles de una aureola especialmente dulce. A partir de los siglos XIV y XV cuando el sentimiento religioso cristiano introduce la imagen infantil con las primeras representaciones de la iconografía de la infancia de Jesús y tímidamente los niños aparecen al lado de los donantes en las pinturas devocionales o al lado de un adulto en escenas de vida cotidiana. También se puede distinguir a partir del XVI el retrato propagandístico de las casas reales. En el XVIII, el niño es el protagonista único del retrato, con rostro y edad exacta, en el caso de las niñas era costumbre retratarlas varias veces a lo largo de su infancia con el fin de que el futuro esposo supiera la evolución física de la que será su esposa, ya que era frecuente que los enlaces matrimoniales se acordaran desde la infancia y mediando ciudades o países entre ellos. También las escenas infantiles son habituales en el caso de los impresionistas franceses del XIX, siendo muy apreciadas por los coleccionistas.
El retrato infantil es el más cotizado, señala Álvaro Durán, se vende muy bien aunque no sea de pintores muy conocidos. En Fernando Durán vendimos por algo más de 36.060€, un retrato de un bebé y una niña dentro de una salita de un palacio, uno de ellos tenía un pajarito en la mano, obra del retratista del siglo XIX Carlos Luis Ribera. El Estado también compró, en esta misma sala, para el Casón del Buen Retiro un retrato de «la niña Concepción Sola Garrido con un perrito» de Esquivel, salió en 57.096€ y se remató en 63.106€. Por un retrato de un niño de la escuela francesa del XIX se pagó 3.000€ en la sala Subarna en mayo.

El uniforme se paga
El arte español del siglo XIX está marcado por la pintura romántica-realista de pintores como Jiménez Aranda, Andrés Cortés, Cabral Bejarano, Manuel Barrón, José Villegas, José García Ramos, Fortuny o de otros cuya obra se extiende hasta la primera mitad del siglo XX como José Macías, Rafael Cantarero, Félix Lacarcel, Diego López, José Molleja. También la luz del impresionismo llega tímidamente hasta nuestros pintores como Casas, Fortuny, Haes, Meifren, Mir, Pla, Rosales, Regoyos, Sala, Vázquez Díaz, Beruete, sin olvidar el impresionismo magistral de Sorolla que, según Álvaro Durán, sus obras tienen una profundidad psicológica, una luz y un dominio del retrato interior excepcional. Realizó muchos retratos maravillosos de una gran calidad, pero a pesar de todo cotizan más bajos que sus paisajes. Un retrato de un caballero realizado por Fortuny se pagó por 9.000€ en marzo de 2002 en Segre. Los retratistas preferidos por la clase adinerada del XIX y XX han sido muchos, destacando entre ellos Galván Candela, Jover Casanova, Balaca Canseco, Maureta Aracil, Aguirre Rodríguez, Madrazo Kuntz, Jadraque Sánchez de Ocaña, Martínez Cubells, Ojeda Siles, Menéndez Pidal, Moreno Carbonero, Benedito Vives, Oroz Lacalle, Fernández Fuertes, López Mezquita, Torrents Lladó, Serrano Muñoz, Revello de Toro, Sáez Díez, Esquivel, Madrazo Garreta, Álvarez Catalá, Bartolomé Llaneces, Aquino Losada y Ricardo Macarrón, López Piquer, Mañanós Martínez o Sigüenza Chavarrieta. En cuanto a las preferencias de los coleccionistas, añade Álvaro Durán, después del retrato infantil o femenino, la duda puede llegar con los masculinos, colectivos o de familia, en esto es decisivo la identificación del personaje y su relevancia histórica, que el retrato sea de la época y mejor aun que se tenga constancia de que haya sido por un encargo determinado. El retrato masculino, sobre todo en el retrato del XIX, si lleva uniforme sube su precio.

El retrato en el siglo XX
En los retratos del XX lo que cuenta fundamentalmente es la elegancia y añade este experto que es de destacar las obras que representan una época, por ejemplo una mujer muy dèco, retrata un momento en la historia y eso sube su valor. En Consejo de Arte se pagó 10.000€ por «Joven» de Carbonell i Carbonell. El tema cambia cuando entramos en las vanguardias, en estos casos es más accidental el hecho de que sea un retrato, por ejemplo una pintura cubista, lo importante es la pintura no lo que en ella se representa. Un dibujo de Clavé «Ballabile» subió de 3.000 a 14.000€ en la sala Consejo de Arte, en junio de 2002. En la subasta de julio, Fernando Durán ofertó en 55.000€ un retrato colectivo de «los Brincos» de Claudio Bravo. El retrato del XX, navega entre el futurismo italiano junto al espíritu de las primera vanguardias, el expresionismo alemán, la abstracción, el lenguaje lírico, el surrealismo y la abstracción, la simetría del cubismo, el arte pop, etc., han aportado formas tan versátiles al retrato como sus propios autores: Modigliani, Picasso, Soutine, Boccioni, Jawlensky, Schiele, Hausmann, Otto Dix, Gras, Chirico, Casorati, Bacon, Giacometti, Klee, Dubuffet, Dalí, Magritte, Frida Khalo, Warhol, Lichtenstein, Juan Gris María Blanzhard, Julio González, Gargallo, Barradas, Bores…

Imagen: Subasta Retiro La niña María Figueroa vestida de menina de Sorolla
Adquirida por El Estado para el Museo del Prado