Juana nace en La Coruña de 1805, al mismo tiempo que la imprenta y el periodismo coruñés. Es la hija única, muy tardía, de un matrimonio atípico. Su padre, Juan Antonio de la Vega, se hizo a sí mismo en la emigración cubana y mantendrá en Cuba una de las fuentes de la prosperidad familiar. En Coruña montó negocios comerciales transatlánticos y fue fomentador de pesca y salazón. En el Real Consulado de la ciudad atlántica formaba parte del sector anglófilo. Cuando se produjo la ocupación napoleónica, su brillante hoja de servicios en la resistencia armada, favoreció la escalada política y social de su familia. Operando siempre a la par de los ingleses y el mundo marítimo transoceánico, los Vega operan en relación estrecha con Pedro Agar, su convecino, figura angular (pero desconocida), como regente de una España sin rey. Uno de los artífices del ambiente constitucional de las Cortes de Cádiz. De los Agar y las Américas proviene, en parte, la exquisitez de Juana de Vega y también procede la base social donde ha de asentar la sorprendente iniciativa cívica de las Sociedades de Señoras de la Beneficencia (1838-1872). Una institución benéfica revolucionaria, creada con la viuda de Agar y con sus influyentes entronques familiares, que llegará a atender a 55 mil beneficentes y 3.000 niños expósitos.
Desde 1812, su padre fue una de las figuras políticas más singulares del primer liberalismo atlántico. Con esmerada educación, dotada de talento y formación nada común, la mocita se convirtió pronto en la joya de los Vega. Al igual que sus padres, desde entonces, militó (de manera auténtica, como activista incluso y como poeta de la Revolución) en el arranque del liberalismo internacional, cuando éste no contaba siquiera con esta palabra para autodenominarse. Con dieciseis años, por afinidad ideológica, los Vega la casaron de trato con el capitán general de Galicia: Francisco Espoz y Mina, 24 años mayor que ella y uno de los solterones de lujo de la época. Ganado para el liberalismo exaltado en los círculos donde Juana y los Vega venían operando (París, en el entorno del conde de Toreno, el cuñado de Porlier), la vida de los Vega cambia una vez más de nivel, pasando a formar parte de la elite de una Revolución atlántica (1820-1823), destruida por la segunda ocupación francesa.
A pesar de las apariencias y de que se presentó siempre, de forma incansable, como una mujer que actúa y escribe en honor de su esposo, el pésimo estado de la salud de Espoz y Mina (desde 1823) la fue convirtiendo en figura central de la casa, donde también residía su padre y consejero. En el largo destierro londinense (1823-1835), sobre todo, la figura de Juana se agiganta. Políglota, sanitaria, secretaria particular y secretaria política de Espoz, su dominio de distintas lenguas, la discreción de que hizo gala y su talento, fue dando peso a su consejo, muy observado en las más altas instancias de la política británica (George Canning, lord Grey, Charles Napier…), en la nueva Francia constitucional (Lafallette, Talleyrand…) y del destierro ibérico (Mendizábal, Argüelles, Calatrava, los afrancesados, o el círculo de consejeros Don Pedro, el ex emperador de Brasil…). Con su padre, Espoz y esas amistades internacionales, la Casa de Juana tuvo peso decisivo en las operaciones transfronterizas que se libraron entre los Países Bajos, Francia, Gran Bretaña, Portugal y la frontera hispano-portuguesa a partir del año crucial de 1832, hasta que se firma la Cuádruple Alianza (1834). Ese es el tiempo que refiere en los cinco volúmenes que hizo circular como si fueran las Memorias de Espoz y Mina y en un inédito de enorme importancia como fuente histórica internacional: sus Memorias íntimas.
Amiga y corresponsal (desde entonces hasta su muerte) de los más significados personajes de aquella formidable transición que cambió el destino político del mundo, la gran dama del primer progresismo español escribe siempre en clave de silencios; pero su leyenda llegó a ser exuberante. Compañera de Mina en la guerra carlista, La Generala (desde 1822 siempre fue tratada de ese modo por la cúpula militar y por los observadores de la Cuádruple Alianza) acompañó a su esposo (enfermo) a los frentes de combate en la Guerra del Norte y tuvo destacada actuación política (hasta la muerte de éste, 1836) en la gobernación de Cataluña. El entierro del general marcó un hito en la historia de Barcelona, con una movilización general en la que intervinieron incluso sus enemigos de toda la vida.
La muerte de Espoz y Mina y el retorno a la ciudad natal no minoró su importancia y su influencia dentro del liberalismo exaltado y progresista. Sólo marcó el comienzo de la vida pública de “la dama de luto”. Por eso, al consumarse el pronunciamiento progresista de 1840, esta dama burguesa y coruñesa (con tertulia legendaria y oratorio privado donde rendía culto a la bandera verde del liberalismo progresista y al cadáver embalsamado de su esposo, tal y como desfilara en Barcelona) se convirtió en candidata a ejercer uno de los cargos más buscados por las damas españolas de la alta sociedad aristocrática. Aya y camarera mayor de la reina niña y la princesa (1841-1843), con banda de la reina María Luisa, título condal y Grandeza de España, hubo de hacer frente a una auténtica batalla diaria en el Real Palacio. Fue, en la realidad, la agente revolucionaria que recibió el encargo de Espartero de variar de forma drástica la formación de aquellas regias niñas, acomodándola al patrón británico que la reina Victoria iba a convertir en clave del prestigio (hasta entonces muy cuestionado) de la Monarquía inglesa. En ese tramo de su vida centró otras Memorias ineludibles (los Apuntes, que recoge el libro coeditado por la SECC y la Fundación Juana de Vega), de enorme interés y evidente originalidad.
Pero la vida de Juana de Vega no se resume en la acción política y en ese corpus de Memorias, con el atractivo adicional de proceder de una mujer. Impulsora de movimientos sociales y culturales de enorme penetración social, creó en Galicia un modelo de mujer con nombre propio (Rosalía Castro, Concepción Arenal, Eulalia de Liáns, Emilia Pardo Bazán…). Con dimensión agraria y solidaria, dejó para la posteridad su propia Fundación. En España y en Galicia fue, en los períodos de mandato progresista sobre todo, una de las mujeres más influyentes del siglo.
Al morir, en 1872, la Capitanía gallega le rindió honores de teniente general.
Oleiros, 17 de agosto de 2006

La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), adscrita al Ministerio de Cultura y la Fundación Juana de Vega, representadas por sus respectivos presidentes, José García-Velasco y Enrique Sáez han presentado el Libro-DVD: “LOS VEGA. MEMORIAS ÍNTIMAS DE JUANA DE VEGA, CONDESA DE ESPOZ Y MINA (CORUÑA, 1805 – 1872)”.
La investigación de José Antonio Durán renueva por completo la visión que se tenía del personaje. Una coruñesa que fue testigo-participante y memoria viva de la Revolución Liberal
Con la Exposición Audiovisual Itinerante, el Libro-DVD completa la recuperación de un personaje de excepcional relieve histórico, con motivo del Bicentario del Nacimiento de Juana de Vega.
Novísimo enfoque. Hasta ahora, Juana de Vega se veía a través de la figura de su esposo: el general (de origen guerrillero) Espoz y Mina. Incluso la idea que teníamos de este controvertido personaje, a quien su viuda dedicó cinco tomos de Memorias, cambia de manera sustancial, como consecuencia de esta investigación.
Partiendo de las Memorias íntimas y de los célebres Apuntes de cuando fue aya de la reina Isabel II y la princesa Luisa Fernanda, José Antonio Durán ha realizado una una aportación muy completa y absolutamente novedosa sobre los Vega. Resalta en ella, sobre todo, la importancia política del padre de Juana, la singularidad del constitucionalismo coruñés y la excepcionalidad del liberalismo atlántico, gallego y portugués, con Gran Bretaña al fondo.
Ausente –casi por completo- en la excelente edición Canalejas del Congreso de los Diputados (Madrid, 1910), Juana siempre reconoció el peso que en su formación habían tenido sus padres y ese entorno, gallego y coruñés; pero nadie (hasta Durán) había reparado en la evidencia de que Juan Antonio Vega fue compañero inseparable de su hija recién casada hasta más allá de la muerte del general Mina (Barcelona, 1836).
Merced a la novísima investigación, al situar a los Vega en el consejo privado de Espoz, la figura de Juana de agitanta, hasta convertirse en la secretaria particular, la mitóloga y la sanitaria ineludible de un esposo acometido por las más duras enfermedades irreversibles que se puedan concebir. De este modo, conceptos tan normales en una mujer de su siglo como “la casa de Juana” o “los amigos de Mina”, se convierten en claves interpretativas que renuevan por completo la idea que teníamos de todos los personajes de su entorno cotidiano. La biografía histórica se convierte, como si nada, en una aportación básica a la historia internacional y a las historias nacionales de España, Portugal, Gran Bretaña y Francia.
Durán, que incorpora a esta edición coeditada por la SECC y la Fundación Juana de Vega un rico aparato gráfico e iconográfico, se vale de él para iluminar los silencios inevitables de una gran dama progresista del siglo XIX, autora de un corpus autobiográfico sin precedente en una mujer. Dentro y fuera de España. Observadora y participante activa, además, en la Revolución que hizo posible todas las revoluciones posteriores, Juana escribió esas Memorias “para la historia”, sabedora de que había sido protagonista de una fase única de la historia internacional. Cuando Gran Bretaña y Francia, pasaron de ser Estados antagónicos a aliarse con las nuevas Monarquías Constitucionales de España y Portugal, pasando del enfrentamiento armado (1808-1823) a la Cuádruple Alianza (1834). No fue casual, pues, su elección de 1841, cuando Espartero y Argüelles la convirtieron en aya de una reina.

La cronología biográfica, que complementa el libro y forma parte de la sección de Extras del DVD, reseña en 55 páginas los acontecimientos más relevantes. Además de esa sección, también se recoge el espectáculo audiovisual que abrió el Bicentenario (Palacio Municipal de La Coruña, 2005): La Gran Dama del Primer Progresismo Español.

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