La directora del Museo Reina Sofía, Ana Martínez de Aguilar, sigue adelante con su proyecto de convertir este Centro en uno de los referentes más importantes del Arte moderno y contemporáneo sin que hagan mella sobre su gestión las críticas interesadas que se han vertido en los últimos meses y que se han acrecentado en estos días con un supuesto anuncio de cese por la ministra de Cultura Carmen Calvo. Tanto fuentes del ministerio como del propio museo se han apresurado a desmentir a Logopress estos rumores aunque la propia directora en una reciente entrevista declaraba que «soy consciente de que me pueden cesar. Trabajo a largo plazo pero sabiendo que estoy en el corto». Desde su fundación el museo Reina Sofía siempre ha estado en el ojo del huracán y tan sólo la presencia en la última etapa de un director como Juan Manuel Bonet de reconocido prestigio internacional consiguió acallar en parte las criticas ya que su erudición era un bastión difícil de atacar. No obstante sucumbió a la política como parecía obligado tras un cambio de Gobierno y tras la renovación del patronato del museo.

El nuevo Código de Buenas Prácticas en Museos y Centros de Arte que preconiza la ministra a semejanza de lo que fue en el mundo de la Economía el Código Olivenza o más reciente el denominado Código Conthe (actual presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores) está, como en el caso de sus análogos, pendiente de que se le reconozcan sus virtudes y de que las entidades y personas a las que va destinado lo acepten y lo apliquen. Una de sus propuestas más arriesgadas es que los patronatos propongan a los nuevos directores de los museos tras una especie de concurso de méritos en donde podrían participar candidatos de talla internacional no españoles. El problema es que como ocurre en los Consejos de Administración de las grandes empresas los consejeros suelen estar nombrados por el presidente (en este caso el Gobierno) y gozan de su confianza incluso los denominados «independientes», por lo que queda devaluado el proceso ya que siempre será elegido el candidato del Ejecutivo.

A diferencia de museos clásicos como el del Prado la actividad museística del Reina Sofía (un museo de 90.000 metros cuadrados y 16.000 obras) repercute directamente en el mercado. Expertos del sector reconocen a Logopress que nadie discute el precio de una obra de Velázquez o de Tiziano porque rara vez se subasta un cuadro de estos artistas pero exponer obra de los siglos XIX o XX es hacer un guiño a los galeristas, coleccionistas y casas de subastas que pueden ver incrementar sus ganancias de forma exponencial. Por esta razón alrededor del nombramiento del director o directora del Reina Sofía siempre se desata una batalla que aunque se pretende envolver en una disputa política tiene en el fondo importantes tintes comerciales. La actual directora Ana Martínez de Aguilar tiene sus defensores y detractores y si es cierto que asumió el cargo con cierta timidez e ingenuidad -como ella misma ha reconocido- no parece de recibo juzgar su mandato con hechos que son achacables en su totalidad a sus antecesores como la desaparición de la famosa escultora de Serra, que ya no estaba cuando accedió al cargo, o las goteras producidas por un defecto de impermeabilización de las cubiertas. Está pendiente la rehabilitación del edificio Sabatini que permitirá desplegar toda la colección en 2008 y un cambio jurídico que dotará de mayor autonomía al museo a semejanza del Prado. Sólo entonces se podrá hacer una crítica justa, lo demás responde a consignas interesadas.

María Jesús Burgueño

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