Entre las noticias políticas del día nos ha parecido interesante ésta que publica El País y que tiene su origen en diversas agencias de prensa que, como saben, son las informaciones más asépticas y que leemos bajo el título «Royal no logró el voto femenino». El resumen es sencillo: la socialista Ségolèn no ha conseguido que la voten de forma mayoritaria las mujeres francesas y eso que representaba al feminismo sociológico, mientras que sí lo han hecho por Sarkozy, al que tildaban de representante de la caverna derechona y arcaica. Según las últimas encuestas al candidato conservador le han votado el 52 por 100 de las mujeres y a la representante feminista el 48 por 100. Cuando en España asistimos a la histeria de las listas paritarias con denuncias cruzadas porque priman en las candidaturas hombres o mujeres (como el caso de Garachico) viene bien la reflexión que hace Tita Zeitun, fundadora de Action de Femme, un grupo que impulsa el liderazgo de la mujer, y que opina que Royal no tuvo el voto femenino no por falta de solidaridad, sino porque no estuvo a la altura. «Sólo por ser feminista no votas a mujeres que no tienen capacidad. Un asunto presidencial es demasiado serio para vincularlo a una cuestión de feminidad o de feminismo». Lo mismo podríamos decir en caso de los hombres, y es que se votan capacidades y no géneros. Por ejemplo en la Comunidad de Madrid sería absurdo plantearrse las elecciones en clave de lucha de sexos sobre todo cuando la candidata del PP es una mujer, Esperanza Aguirre, o en el Ayuntamiento el candidato del PSOE es un economista neoliberal como Miguel Sebastián, ex bancario y presunto mullidor de turbios asuntos económicos desde la oficina económica de Moncloa para echar de la presidencia del BBVA a Francisco González, según ha denunciado Manuel Conthe expresidente de la CNMV. Si el voto no tiene sexo tampoco deberían tenerlo los candidatos y por lo que a mí respecta me da igual votar una lista de mujeres que de hombres y no por ir salteados chica/chico/chica/chico me dan más garantías de eficacia ni de integridad. Al fin y al cabo se trata de gobernar no de ir a un guateque.