Así es como entiende Javier Marín la mezcla de culturas que, desde el colonialismo español, se ha dado en México.Poco queda de la cultura azteca y tampoco mucho más de la religiosidad cristiana de principios del siglo XX. La expresión individualizada de cada uno de los cuerpos hace que el espectador dude al contemplar el realismo de lo inanimado y crea en la existencia real de los maniquíes.
Compendio de elementos propios de la mitología azteca, cultura de los chalchihuites, como los ojos del dios teotihuacano del agua Tlaloc convertidos en aros que descansan sobre el gran andamio frontal, y contienen una expresión artística cuyo eje es el ser humano.Estos tondos sincretizan en el mismo círculo la herencia cristiana, los exvotos y la tradición mortuoria mexicana. El engalanamiento de las construcciones de culto católico son el precedente de estos ojos del dios Tlaloc rellenos de cuerpos que pesan 1.500 Kgs. cada uno, que a pesar de su aparente desarticulación son un trofeo conseguido tras superar una dura prueba.
El artista se ayuda de varias estrategias como individualizar y personalizar los rostros de sus personajes, dotándoles de muecas, gestos e inusuales artificios plásticos: pestañas de volumetría sólida, elaborados peinados, tocados y afeites, y establece una intrincada jerarquización en la que cada uno detenta un rango específico lo que precipita su ambigüedad, y provoca dudas en el espectador, convirtiéndoles en modelos humanos de existencia real.
JAVIER MARÍN
Javier Marín, nacido en Michoacán en 1962, vive y trabaja en la Ciudad de México desde la década de los setenta. Realizó sus estudios en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Academia de San Carlos) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En su trabajo, Marín ha desarrollado aspectos del arte que históricamente son universales. Partiendo de la figura humana como lenguaje formal, aborda múltiples temas, desde la fragilidad de nuestra existencia hasta la condición del hombre transformador del mundo, sin dejar de lado el valor que la materia tiene para transmitir significado. Cada escultura la construye, conceptual y físicamente, a partir de la combinación de diferentes materiales: desde bronce con resina de poliéster, hasta la resina misma cargada de semillas de amaranto, carne seca, tierra, pétalos de flores o tabaco.
Javier Marín tiene una carrera extensa y reconocida internacionalmente. A partir de 1983 empezó a participar en exposiciones colectivas, y tres años después tuvo su primera exhibición individual. Desde entonces, con más de 40 muestras individuales y con una amplia gama de exposiciones colectivas, ha estado presente en varios espacios e instituciones culturales de gran importancia, tanto en México como en otros países de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Asia.
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