Cartas privadas, secretos públicos.

Por Andrés Merino.

No es la primera vez que ofrecemos a los lectores de Logopress comentarios sobre epistolarios privados, pero no podemos dejar de hacernos eco de una de las últimas propuesta de La Esfera de los Libros, que acaba de brindarnos la publicación de una amplia selección de la correspondencia personal de uno de los intelectuales más conocidos del Renacimiento político y cultural: Nicolás Maquiavelo. Su traducción y edición crítica, a cargo de José Manuel Forte, ha incluido ochenta y cuatro cartas escritas por el florentino, así como varias de las dirigidas por el pensador a dos de sus mejores amigos, Franceso Vettori y Francesco Guicciardini.

Maquiavelo nunca coleccionó, archivó ni ordenó sus misivas, ni tuvo intención de que éstas se difundieran, a diferencia de otros como Erasmo de Rótterdam. La huella de sus conocimientos de los recursos clásicos de la retórica epistolar nos ha llegado gracias a uno de sus nietos, Giuliano de Ricci, que transcribió la mayor parte de las que escribió y le fueron dirigidas, que superan los tres centenares. Ricci realizó su labor ya en clave de epistolario humanístico para legar a la posteridad. Se nos ha recordado ahora que Maquiavelo no fue sólo autor de tratados políticos como El Príncipe, sino historiador, narrador de cuentos y autor de otros escritos breves que hoy calificaríamos como ensayos. Compartimos con el mismo Forte que el redactor de las cartas está en general bastante alejado del frío estudioso de los acontecimientos públicos, pero en ocasiones no deja de estar presente su faceta más radical de analista político, verdadero antecedente del más combativo columnismo de nuestros días: “Todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo” (carta a Francesco Vettori, julio de 1513). Esta selección de escritos supone una visión verdaderamente negativa de la situación política y social de la península italiana a comienzos del siglo XVI. Repúblicas y principados temerosos que se enfrentan atomizados, a bandazos, en un clima de ambiciones de facción. Maquiavelo es un clásico del pensamiento cuyos postulados suelen resumirse en el alejamiento de la política del ámbito moral. Pero este corolario se convierte en tópico al comprobar que en muchas de sus reflexiones el florentino ni siquiera parece asumir la existencia de criterios éticos. Prueba de ello son propuestas como “Es útil para dar reputación a un señor nuevo la crueldad, la perfidia, la irreligión, en aquella provincia donde la humanidad, la fe y la religión han abundado durante un largo tiempo” (carta a Giovanni Battista Sorderini, septiembre de 1506), primero escritas a amistades y luego plasmadas en El Príncipe. No es extraño que en sus cartas justifique la ambición de los gobernantes, a cuya actuación asocia la idea de que la política “será eficacia, o no será”. La amoralidad del escritor no fue sólo en el plano de la teoría política, sino en su vida personal, de la que se recogen numerosas pruebas en el epistolario que hoy comentamos y que el espacio disponible no permite abordar. Al menos no pueden hurtársele méritos en su capacidad de percepción psicológica: “Un defecto natural en los hombres: primero, querer vivir día por día; luego, no creer que pueda suceder lo que nunca ha sucedido; además, pensar que alguien se comportará siempre de la misma forma” (a Francesco Vettori, agosto de 1513).

La edición de Forte es un laborioso acercamiento al pensador, aunque en sus notas críticas a pie de página, que muestran un amplio conocimiento histórico, sorprende que no se detecten errores del propio Maquiavelo, como afirmar en sus cartas que Leonor de Austria, viuda de Manuel de Portugal y futura esposa de Francisco I de Francia, era hija de Carlos V, cuando cualquier diplomático de su tiempo debía saber y sabía que era la hermana mayor del emperador. De todos modos, un comentario escrito pone en jaque cualquier interpretación cerrada del pensamiento del florentino, que escribió: “Desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla” (a Francesco Guicciardini, mayo de 1521). Luces y sombras de un hombre lleno de contradicciones.

“Epistolario privado”.
Nicolás Maquiavelo (ed. de Juan Manuel Forte).
Madrid, La Esfera de los Libros, 435 pág.