Coronas pintadas.

Por Andrés Merino.

La anécdota es real: al ser requerido para describir un retrato de Santa Teresa en el que el corazón de la abulense es alcanzado por la flecha que simboliza el amor divino, un universitario de tercer curso de historia del arte afirmó serio y decidido que se trataba de una misionera atacada por indios americanos. El asombro del profesor se acrecentó el comprobar que el alumno asistía regularmente a clase y no parecía, por intervenciones anteriores, que descuidase sus estudios.

La categoría también es real: si el arte occidental se ha nutrido y expresado mediante símbolos, personajes y situaciones, es necesario que quienes se forman en su historia conozcan cuáles son. Por eso saludamos con interés que la editorial Electa presentase su colección “Los Diccionarios del Arte”, un elenco de útiles manuales que nos aproximan a la iconografía, los protagonistas, los temas y los mitos más usuales de la creación estética. Junto a los dedicados a episodios y personajes de la literatura, la mitología o las técnicas y materiales, quizá uno de los más logrados sea “Grandes dinastías y símbolos del poder”, preparado por Paola Rapelli. A través de una publicación eminentemente gráfica, donde la maquetación a base de ilustraciones junto a las que se incluyen anotaciones y breves textos se revela mucho más eficaz y amena que sesudos tratados teóricos, se nos ofrece un acercamiento por las sucesivas familias de soberanos y príncipes que rigieron los destinos de occidente. Son los monarcas que pasaron a la posteridad por haber sabido emplear las habilidades de los grandes maestros con un doble fin. Por un lado, mostrar a sus coetáneos la idea de soberanía encarnada en la sangre real, en la corona heredada de padres a hijos. Por otro, dotar a las generaciones posteriores de una imagen dinástica brillante, que acrecentase la solidez y legitimidad de sus herederos.

Rapelli acierta por entero al adentrarse principalmente en perfiles biográficos, que pule y abrillanta mediante la identificación de los recursos que les fueron asociados para resaltar sus circunstancias, logros e incluso fracasos. Resulta apasionante individualizar y analizar recursos e instrumentos empleados por los artistas, como situar a un soberano sentado en un trono, dispuesto a la batalla sobre un caballo en corveta o en un aparentemente plácido retrato de familia. Precisamente la profusión de ejemplos no pertenecientes a la historia de España amplía si cabe el interés del diccionario que reseñamos, pues a pesar de la cercanía cultural de antiguos reinos como los de Portugal, Francia o Italia, o los que aún perduran como el de Gran Bretaña, la fisonomía de muchos de los monarcas europeos de las edades moderna y contemporánea nos son prácticamente desconocidas. A ellos se asocia un extenso glosario de términos que por sí solos justificarían amplios estudios: corona, cetro, llave, espada, globo… se trata de símbolos viculados con nitidez a protagonistas como Alejandro Magno, Carlos V o… cualquier Príncipe de un pequeño estado alemán de los denominados “mediatizados” en el siglo XIX.

Que doscientos años después los reyes europeos no porten regularmente orbe, bastón de mando o capa de armiño no significa que durante decenas de siglos fueran estos y otros los principales medios de representación de la majestad. En cierta medida, los monarcas actuales sólo disponen de la palabra y del infinito diccionario de gestos, lo que llamamos lenguaje no verbal, para la representación cotidiana de los que ahora son: símbolos de los estados y de su mejor voluntad de convivencia e integración, no sólo en el plano político, sino en el cultural.

“Grandes dinastías y símbolos del poder”.
Paola Rapelli.

Barcelona, Editorial Electa (Mondadori), 381 pág.
ISBN: 84–8156–384–6.