La historia de las familias regias en Europa es la de un frondoso bosque genealógico en el que muchos árboles crecieron como fuertes troncos dinásticos, mientras que otros no pasaron de ramas que apenas dieron sombra. Este complejo sistema de alianzas políticas se tejió principalmente a través de matrimonios concertados, un sistema que alcanzó algo parecido al paroxismo en los siglos XVI y XVIII, prolongándose en el caso de muchos reinos al XIX. El historiador francés Bartolomé Bennassar acaba de proponernos un estudio profundo del tema, a la búsqueda de categorías generales o leyes más o menos uniformes. “Reinas y princesas del Renacimiento a la Ilustración” es un acercamiento desde varios puntos de vista: a las preceptivas pinceladas biográficas de las protagonistas más representativas del periodo se añaden consideraciones psicológicas y sociológicas. ¿Cómo aceptaron aquellas mujeres participar como piezas en el tablero dinástico? Muchas quedaron como simples peones y moneda de cambio. Algunas fueron torres por la solidez de su carácter, mientras que otras llegaron a damas de ese ajedrez de estado por sus aptitudes para el gobierno, generalmente como reinas madres e incluso regentes por la minoría de edad –o capacidad- de sus hijos. No faltaron quienes se constituyeron en caballos al recorrer infinidad de casillas por la Europa de la Edad Moderna, ni las que operaron como alfiles en intrigas cortesanas donde el disimulo era algo más que un arte…
Debemos reconocer a Bennassar el esfuerzo grande de intentar sistematizar un grupo social tan caracterizado. La profusión de datos sobre la edad de contraer matrimonio o la fecundidad de soberanas y princesas es valiosa. Los listados son abrumadores: la emperatriz María de Austria, dieciséis hijos; Ana Jaguellón, quince; María de Baviera, quince también, Leonor de Neoburgo, diez… El estudio se amplía a los llamados intervalos eugenésicos (tiempo transcurrido entre parto y parto), que arroja interesantes conclusiones sobre la distribución temporal de los embarazos en palacio. Especial mención merece una conclusión: fueron más fecundas las princesas que se casaron a partir de cierta edad, por encima de las que contrajeron matrimonios precoces…
El ensayo constata también la influencia de aquellas mujeres en realidades como el patrimonio cultural, enriquecido ya sólo con la vistosa iconografía de las negociaciones o actos de “entrega” de las desposadas. No en vano, la mayoría de las novias del mercado matrimonial regio europeo habían recibido nociones básicas de música, pintura o latín. Y por supuesto, de etiqueta. Bennassar aclara que no todas vivieron la misma vida, pero aún así algunas de sus reflexiones son claro objeto de debate, como las referidas a las dispensas eclesiásticas del vínculo de parentesco en determinado grado.
Más discutibles son sus preferencias claramente profrancesas, explicables por la nacionalidad del historiador pero quizá discutibles a la hora de realizar algunas interpretaciones. En ese sentido, afirmar que los hijos de Francisco I, que permanecieron rehenes de Carlos V en España tras la liberación de su padre, fueron tratados duramente, es desconocer los usos cortesanos, diplomáticos pero sobre todo familiares del emperador, que ordenó los mayores miramientos para con ellos como reaseguro del cumplimiento del tratado de Madrid que, por cierto, el soberano francés se apresuró a denunciar. No menos inquietud provoca la lectura de la afirmación, realizada sin citar la fuente, de que Isabel de Austria, hermana menor de Carlos V, se convirtió al protestantismo.
De las decisiones metodológicas del autor hay una que nos llama la atención: el libro se detiene en el año 1720. Precisamente en las décadas del siglo XVIII que siguieron es cuando mayor número de negociaciones matrimoniales se producen en Europa, pendiente de las dos grandes guerras de sucesión en las coronas real española e imperial alemana, sin mencionar los Tratados de Familia o las renacientes y pujantes Rusia, Suecia o la misma Prusia. Pero en conjunto, la obra es de gran interés para historiadores y genealogistas, sobre todo por las tablas que, a pesar de algunas inevitables erratas en fechas o nombres, constituyen una valiosa herramienta de trabajo.
“Reinas y princesas del Renacimiento a la Ilustración”.
Bartolomé Bennassar.
Barcelona, Ediciones Paidós, 273 pág.
ISBN: 978-84-493-2055-2
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