Por su coherencia oral y su grandeza como intelectual

«In Sapientia Libertas»

El Museo del Prado y la Fundación Focus-Abengoa de Sevilla han dedicado un homenaje a Alfonso E. Pérez Sánchez en reconocimiento por el trabajo de toda una vida dedicada al arte, reflejada en infinidad de publicaciones, exposiciones y sobre todo en su prodigioso ojo de experto capaz de llegar a lo más secreto de la creación pictórica, diseccionándola y haciéndola accesible a todos los especialistas como guía para entender la grandeza del creador.

Este homenaje ha quedado plasmado en una ingente obra: «In Sapientia Libertas», que resume en su título dos valores ansiados y cultivados por el director honorario del Museo del Prado y Académico de la Historia: la sabiduría y la libertad a la que debe aspirar todo intelectual. En este libro se recogen artículos de numerosas personalidades agrupados en torno a tres temas fundamentales: Palabras para el amigo, Un maestro para la memoria del arte y De una vida y una obra. Este último apartado contiene la autobiografía intelectual de Pérez Sánchez y una selección de las entrevistas que le han sido hechas a lo largo de su carrera, plasmando en ellas su ideario, y destacando en todas la gran coherencia y la enorme talla moral y científica del director honorario del Museo del Prado, tanto en el campo académico como el humano, en el de la investigación y en el de la gestión cultural. Cierra este bloque del perfil del homenajeado una completa y exhaustiva bibliografía razonada, realizada por Roberto Alonso Moral, donde se percibe realmente la talla y grandeza del que fuera director del Museo desde 1983 a 1991, Académico de la Historia y único Historiador del Arte español numerario de la Academia dei Lincei de Roma.

Entre las Palabras para el amigo destacan las que abren la sección pertenecientes a Javier Solana, ministro de Cultura en 1983 y responsable de su nombramiento como director del Museo del Prado, quien encabeza su artículo con el título El mejor director para el mejor museo. A éstas se unen las de Francisco Brines, Antonio Gala, Juan José Millás o Francisco Nieva, y cierran el apartado íntimo y personal, las de la directora general de la Fundación Focus-Abengoa, Anabel Morillo, que ha mantenido una estrecha relación con Pérez Sánchez a lo largo de los últimos años y gracias a cuya colaboración y a la de Miguel Zugaza, el presente volumen ha podido ver la luz.Para la ocasión se ha editado un grabado original de Guillermo Pérez Villalta, Alacena de memoria, numerado y seriado, que les ha sido entregado previamente a todos los invitados, y que ha sido la manera con la que el pintor de Tarifa ha querido rendir tributo al más importante especialista de la naturaleza muerta española.

Un maestro para la memoria del arte cuenta con dos textos de una gran intensidad el de Manuela Mena Marqués, que simboliza y concentra el espíritu de Alfonso vivo todavía en el museo, y el del crítico e historiador de arte Francisco Calvo Serraller, quien se confiesa en sus 37 años visitando exposiciones de Alfonso E. Pérez Sánchez como uno de los más fieles y fervientes discípulos del homenajeado, desde las clases que recibió de él en la Complutense.

Escritos para un homenaje constituye el gran segundo bloque de esta obra, reuniendo en ella artículos científicos de sus discípulos, así como de las personalidades más destacadas de la historia del arte español, tanto a nivel nacional como internacional, y en la que destacan nombres como los de: Víctor Nieto Alcaide, Fernando Marías, Gonzalo Anes, Fernando Bouza, Mina Gregori, Nicola Spinosa, Enrique Valdivieso, Cruz Valdovinos, Peter Cherry, Carmen Garrido, Gonzalo Borrás, Gabrilele Finaldi, Antonio Bonet Correa, Benito Navarrete, Juan Manuel Bonet, Valeriano Bozal , entre otros. Así hasta un total de más de noventa colaboradores que rinden tributo al homenajeado con sus aportaciones científicas, a los que se han unido en la Tabula Amicorum personalidades y amigos de una gran relevancia cultural e intelectual.

La relación de Alfonso E. Pérez Sánchez con el Museo del Prado es muy temprana, entró en él de “chico para todo” como él mismo se ha definido, de la mano de su maestro don Diego Angulo en 1961, y colaboró activamente tanto con Sánchez Cantón como con Xavier de Salas en la revisión de los almacenes y en la localización del “Prado disperso”. A Pérez Sánchez se debe precisamente este calificativo, que intentaba rescatar depósitos perdidos o descuidados. Consiguió muy joven la Cátedra de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid, pasando luego a la Complutense. Fue subdirector del Museo desde 1971 al 1981, alejándose voluntariamente de la institución por el nombramiento de Federico Sopeña, que nada tenía que ver con el perfil científico deseado para la institución cultural más importante del país. Los principales problemas que en ese tiempo tenía el Museo fueron denunciados por el propio Pérez Sánchez a modo de conferencias en su libro Pasado, presente y futuro del Museo del Prado, editado por la Fundación Juan March en 1977 y verdadero “manual” para los que han querido diagnosticar los principales problemas de la institución. El paso de Pérez Sánchez por el museo como director fue decisivo, y dejó su impronta en todo el trabajo de renovación y modernización que llevó a cabo con decisión y energía: la nueva organización de las salas, la política de exposiciones, desde entonces ininterrumpida, que hizo que el Museo cobrara vida propia y la puesta en marcha del gabinete didáctico. En esa época del 1983 al 1991 se celebraron las exposiciones científicas más rigurosas que hiciera nunca el Prado, y que cambiaron la imagen de la institución en todo el panorama internacional. Su contacto con el público y la accesibilidad y divulgación de las exposiciones, tuvo su hito en la antológica de Velázquez de 1990, record absoluto de visitantes en toda la historia del Museo así como de tirada y venta de catálogos para una exposición temporal.

Algunas restauraciones de obras emblemáticas, encabezadas por el cuadro de Las Meninas, fueron discutidas en primer momento, pero reconocidas por todos los expertos después, como la intervención más oportuna y necesaria realizada por el jefe de Restauración del Metropolitan, John Brealey, a quien invitó Pérez Sánchez y con el que compartió momentos memorables. La relación con los miembros del patronato fue fluida, transparente y muy profesional siempre, ganando entonces un gran prestigio y respeto la institución y que tardaría en recuperarlo tras su cese por el continuo baile de directores, hasta la llegada de Miguel Zugaza que le dio a la institución la necesaria calma para la actual y definitiva modernización.

Su relación con la Fundación Focus-Abengoa se remonta casi a los orígenes de ésta. Javier Benjumea Puigcerver, su fundador, fue quien estableció una sincera e intensa amistad con Pérez Sánchez, desarrollando a partir de entonces buena parte de sus proyectos científicos en la fundación, en colaboración con su discípulo Benito Navarrete y con el continuo apoyo de Anabel Morillo, directora de la misma y fiel seguidora de los postulados de Alfonso, por eso cobra tanta importancia y emoción este merecido homenaje al hombre que ha dado tanto por el Prado y por la Fundación. Su especial conocimiento de la pintura española e italiana del seiscientos ha sido clave para una colaboración que desde entonces ha sido permanente. Su colaboración, apasionada y desinteresada, ha hecho posible que las numerosas exposiciones de la Fundación como Tres siglos de dibujo sevillano, Pintura española recuperada por el coleccionismo privado, y sobre todo De Herrera a Velázquez. El Primer naturalismo en Sevilla, entre otras, hayan sido un éxito. Finalmente, su apoyo ha sido decisivo para la adquisición del cuadro de Velázquez Santa Rufina y en la creación del Centro de Investigación Diego Velázquez en la sede de la Fundación. La adquisición para Sevilla por parte de la Fundación de dicho cuadro en julio de 2007 puede ser entendida como el final feliz de tantos años de trabajo, colaboración y dedicación incansable.

La Fundación Focus-Abengoa nace en el año 1982 como resultado de la labor cultural iniciada en el año 1972 por Abengoa con la edición de las obras Temas Sevillanos e Iconografía de Sevilla En esa misma época se fue creando un fondo de documentos, libros y grabados sobre el Reino de Sevilla o de autores sevillanos. Esta labor cultural inicial hizo ver a los dirigentes de Abengoa la importancia de mostrarse más allá de sus esenciales funciones tecnológicas con una actividad que redundase en beneficio de la sociedad, naciendo así la Fundación Fondo de Cultura de Sevilla.