Galería Fúcares MADRID
Del 5 de Marzo al 19 de Abril de 2008 Dos exposiciones de Paolo Grassino y Aitor Saraiba son la oferta de la galería Fúcares para este mes. Grassino,(Torino, 1967) ha expuesto en distintas galerías italianas, recientemente su obra se ha visto en el Musée dárt moderne de Saint-Etienne Métropole. Saint-Etienne (Francia) y ahora lo hace en Madrid. En la SalaDeProyectos de la Galería, expone Saraiba (Talavera de la Reina, 1983) Estudia Bellas Artes en la Facultad de Cuenca. Ha expuesto en la colectiva «Son de aquí» en la galería Fúcares de Almagro en 2007 (abril/junio).Hace su primera exposición individual el 5 de marzo en la SalaDeProyectos de la Galería Fúcares de Madrid. Actualmente trabaja su obra en Madrid
Paolo Grassino
“Ancora In Semiliberta”
La noche del corazón negro
Nunca espectadores de una situación en la que uno no se halla, nunca superados por experimentaciones cuyo fin reside en sí mismas. Con Paolo Grassino hundimos nuestras raíces en una noche de corazón negro, con relámpagos de filo cortante, donde la belleza es una tensión buscada, la fuerza del trabajo un proceso innato.
Entramos, por tanto, en esta noche oscura sabiendo que nos espera algo, nos atrae un peregrinar inquieto. Las rugosas esculturas de Grassino están ahí, esperan, tienen tiempo. Venidas de una profundidad muda, sacan el vacío lleno de su imagen, de su doble que es también el nuestro. Vigilando detrás de nosotros, van por delante de nuestra mirada. Cercados, nos resistimos para que no nos engulla el fondo hueco que las sostiene, como en las figuras humanas horadadas por tubos de aluminio que forman un grupo de obras suspendidas entre la estabilidad del ser y el movimiento del devenir. Las paredes infranqueables formadas por las barras están clavadas en los cuerpos, sustentan, aunque también están atravesadas por formas de cemento del artista. Es un pasar a través que se resuelve bloqueando el movimiento en elementos portantes. Pero no es sólo eso. Hay un plano de lectura diferente que encontraremos en todas las obras de este último período, aunque resulte menos evidente. Me refiero a la atención que presta Grassino a los elementos primarios que componen la forma: el punto, la línea, la superficie. Aquí, lo que interesa es el punto, el origen de la dimensión y la línea como su configuración secuencial atirantada. El punto es la nada, aquello de lo que nace la propia posibilidad de ser. Un agujero, un orificio, negro que engloba, atrayéndola hacia sí, a la materia, pero que, al mismo tiempo, en su expansión hacia el infinito, nos restituye la condición trascendental de la luz. Nos damos cuenta de que los cuerpos “agujereados” por tubos, vistos de frente, están atravesados por orificios luminosos. Si miramos dentro, nos ciega un resplandor. Nos lleva dentro y, al mismo tiempo, nos lleva fuera, hacia el origen de las cosas.
Hemos desfondado la superficie, esta vez entramos en el cuerpo y nos recibe un trozo de sistema venoso, parece un enorme animal acuático inerme que yace en el suelo, pero que podría despertarse y envolvernos con sus tentáculos, engullir la linfa vital. Es sangre dura, coagulada, grumosa, del aparente frío del metal que nos envuelve en las turbinas que separan el alma del cuerpo, aunque sólo estemos dentro del cuerpo descubrimos su inviolabilidad, su perversa fascinación. Una vez dentro, traspasado el umbral, sabemos que desaparece cualquier dicotomía, el interior se pliega hacia el exterior, la naturaleza se transforma en cultura, el dominio del cuerpo en ingeniería genética y biocomputing. La superficie se convierte en articulación del caos, la línea alcanza la complejidad de lo irrepresentable, el punto se convierte en el cero digital inorgánico.
En este punto nos sentimos atrapados. Grassino nos guía, en régimen de semilibertad, que corta, divide en dos, secciona los pensamientos, los cuerpos, los sueños, los deseos. Una prisión, un neón azul nos la señala. No podemos superar el límite impuesto por las barras metálicas. Los tubos cortan el espacio como un campo eléctrico, tensan el aire. Visibles, señalan el territorio invisible de los poderes divisores, aunque no sepamos quién está dentro y quién fuera; quién es la víctima, quién el verdugo. Separan los cuerpos, pero no las miradas. Se ven y las manos pueden tender desde la “otra parte”, casi a querer subrayar el vínculo, el lazo que nos une, pero también el compromiso al que debemos someternos para ser socialmente libres. Pero nos esperan más cosas.
Dos mutantes, uno de pie con los brazos cruzados, el otro sentado, o más bien, desplomado, en el esqueleto vacío de una silla anhelando inútilmente comunicarse con un centenar de embudos que despuntan luminosos aquí y allá como poros dilatados. Clavados en el asfalto negro de su piel, son orificios para escuchar, bocas metálicas para respirar, donde no siempre el paso es obligado, ya que no existe ninguna regla que impida el intercambio. La lógica que los gobierna es una lógica del exceso, de lo híbrido, dominada por el juego paroxístico del dispendio, mientras se nos acelera la respiración, nos aumenta el pulso y la escucha se dilata hasta el silencio.
Tenemos que volver atrás, empujados por el viento de nuestros miedos, mientras Grassino nos recibe con otras experiencias. Esta vez son carcasas casi contundentes, de las arquitecturas orgánicas, de lo que está dentro de los cuerpos: sólo que aquí no hay cuerpo, porque no hay vaciado. Ya no hay nada que pueda recoger el aliento embriagador de la vida, lo profano del universo. El deseo está suspendido, congelado, aunque sólo por un instante. Ahora hay que arriesgarse y jugar con el destino y la materia. El desafío consiste en eliminar la matriz y formar con el aluminio un bloque único, irrepetible. El original y la copia coinciden aquí en una forma pura de cera perdida, una cristalización sin más que transforma la escultura en proceso. Fusión lenta de un vacío sin fondo, la obra se consuma al aparecer con un brillo opaco en el manto de una noche que nos envuelve, para resistir.
Aitor Saraiba
Como explicar las cosas que dibujo
Me tatué la frase » A tu vera» en honor a Lola Flores, en honor a la pasión y el dolor, en honor del amor y de la tristeza, del drama y de lo que ya no tiene solución. Por alguna razón, ya que sé mejor dibujar que escribir, me sentí desde siempre atraído por las “folclóricas”. Folclóricas en general, incluso todas las que no saben ni que lo son. Como mi hermana, mi abuela que me inspira con sus suspiros por el pasado y rezos por el futuro sin pensar nunca en el presente. Y otras grandes divas que han rozado, sido, forzado y sobrepasado la feminidad y el travestismo.
Todo ese melodrama, no es otra cosa que un conjunto de películas, canciones, personalidades, libros, fotografías… y que van desde Romeo y Julieta, pasando por la “ñoñez” que a veces me seduce al más puro estilo Isabel Coixet, las canciones de amor y desamor que ha escrito Nacho Canut a lo largo de veinticinco años, Amy Winehouse, Bambi, las películas porno, los hombres, los zoológicos con sus animales de mirada anestesiada y perdida… los conejos, los ciervos, los jachalíes, los cerdos, las cerdas, los perros y mi padre.
Sí, todas esas cosas son las que me hacen dibujar de la forma en que lo hago.
«Ocurrió una vez, no se sabe bien si fueron unos cazadores que ya no creían en el amor, ó si eran unos cazadores enamorados entre si, ó si tenían roto el corazón por alguna sirena descarada.
Lo que sí se sabe es que durante algún tiempo unos hombres intentaron sobrevivir de forma idílica en un bosque de un remoto lugar.
Sus miedos, temores y rencores se quedaron allí. También algo de canibalismo. También unas manchas sádicas que salpicaron aquí y allá.
Los árboles de este lugar siguen intactos. Los lagos y los ríos, cristalinos y puros, aún permanecen y nada parece estar alterado a simple vista. La flora, las piedras, el clima, todo sigue intacto al cambio.
Son los animales. Ellos son los que se están pudriendo. Están humanizados, y reproducen a la perfección las debilidades que emularon de los hombres que sembraron semillas por allí.»
“Pedazo a pedazo entregué mi corazón en el pasado a extraños que desaparecían de pronto, que se bajaban en la primera estación: puestos todos ellos juntos, quizá hubieran formado esa persona única en el mundo, pero sería como si tuviese una docena de rostros distintos moviéndose por cien calles diferentes. Esta es mi oportunidad de encontrar a esa persona única entre vosotros.»
«El arpa de hierba», Truman Capote
» -¡Mamá! -exclamó Bambi en medio del bosque nevado-. ¡Mamá!, ¿dónde estás?
Buscó desesperadamente entre los árboles, pero no la vio por ninguna parte. Se detuvo a escuchar, deseando oír su voz llamándole, pero sólo le llegó el silbido del viento entre las ramas. Y, en ese instante, Bambi comprendió que se había quedado solo.»
«Bambi», W. Disney
Aitor Saraiba
Madrid, febrero 2008
Datos de interés:
Horario: martes a viernes de 11 a 14h _ 17 a 21h
Sábado de 11 a 14 _ 17,30 a 21 h
Lunes de 17 a 21 h
C/ Conde de Xiquena 12-1º 28004 Madrid
T: 91 319 74 02
ESPACIO 1: PAOLO GRASSINO
Sala DeProyectos: AITOR SARAIBA
Imagen:
Paolo Grassino. «Cuore». 2007. Funcición en aluminio. 94 x 53 x20 cm
Aitor Saraiba. «S/T» (RETRATOS), 2008. Mixta sobre cartulina. 31.6 x 23 cm
Hola amigos:
Este trabajo me ha parecido fantaástico, pues me ha permitido al menos si no adentrarme , sí acercarme a la vida o más bien a la concepción de la vida y del mundo de estos autores que me han parecido muy interesantes.Soy periodista y me gustaría sobremanera contactar con ellos, fundamentalmente con Aitor cuya obra me interesa mucho. Les agradecería que me ayudaran en eso. Loa felicito a todos a ellos por sus obras y a ustedes por la suya que es tan de arte como la de los artistas que presentan
. Gracias por la ayuda que puedan ofrecerme para contactar con Aitor,
mariangel.
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