Por Andrés Merino
Identidad y memoria son quizá los sustantivos más usados por los historiadores actuales. El problema es que también se instrumentalizan, con mucho menos rigor histórico, por numerosos políticos que tratan de justificar una peculiar visión el pasado con criterios selectivos e incompletos. El catedrático de Historia moderna Pablo Fernández Albaladejo ha dedicado su último libro a uno de ellos, escogiendo un numeroso elenco de textos de literatura política e historiográfica de los siglos XVI a XVIII para acercarse a la noción de identidad en la España del periodo.
El volumen ha sido publicado por Ediciones Marcial Pons en su prestigiosa colección Estudios y se une a otros celebrados trabajos del autor, que ya desde su prólogo constata el carácter laberíntico de su pretensión: aportar algo de luz al problema de una España tendida permanentemente en el diván, como paciente que se pregunta continuamente por su esencia. Es claro, como recogen los ensayos, que el periodo escogido presenta síntomas, como hoy, de un auténtico síndrome de fatiga identitaria. Quizá por eso se cura en salud declarándose tan contrario a concebir nuestra nación como una “comunidad imaginada de usar y tirar” (sic) como a poner el énfasis en un “ser esencialista”. A nuestro entender se trata de un equilibro en ocasiones inalcanzado, porque es imposible hablar de metafísica sin citar la noción de ser. No se trata de una crítica, pero cuando a los universitarios se les explica la idea de estado, se vinculan inmediatamente conceptos como los de territorio, lengua, costumbres, organización de vida en comunidad… Hoy quizá es el momento de afirmar que esas y otras realidades no bastan, y que la Historia con mayúsculas, el pasado común y comunicado, es ya parte metafísica de lo que entendemos por nación. Es la conclusión que subyace a los estudios propuestos: la monarquía compuesta de los Austria, la idea del “Fénix de España” en la decadencia del XVII, la monarquía católica, la “modernidad” de Felipe V, la aparición de la patria como noción vertebradota de la comunidad política… De entre todos ellos, quizá el de mayor originalidad sea el dedicado a las ideas de Montesquieu, que a comienzos del XVIII planteó la necesidad de “tutelar” políticamente los reinos españoles y portugueses, al menos en un terreno filosófico, pues les atribuía inferior grado de perfección y coherencia como pueblos. El barón de Secondat pudo proponer teorías felices como su división de poderes, pero adolecía de una visión excesivamente centralista de la Europa de su tiempo que no tuvo en cuenta muchas variables históricas no sólo españolas, sino británicas o germanas. Quizá opiniones como la del pensador francés contribuyeron al injusto tópico, repetido hasta la saciedad, de que España “está en Europa pero no es Europa”. La realidad es bien diferente. Precisamente buena parte de la teoría política del viejo continente en el Renacimiento y la Edad moderna nace o surge de la opinión de los pensadores ante realidades, situaciones y personajes de los reinos peninsulares. Preguntemos si no a Campanella, Maquiavelo, Bodino…
En todo caso, “Materia de España. Cultura política e identidad en la España moderna” muestra precisamente que en su reflexión sobre lo que era nuestro país los pensadores de la Edad moderna crearon cultura, cultura política. Algo de lo que hoy no andamos muy sobrados. El libro requiere una lectura muy razonada y por lo tanto pausada. Es de justicia afirmar que en acuerdo o desacuerdo con su contenido, su interés no decae.
“Materia de España”
Pablo Fernández Albaladejo
Madrid, Ed. Marcial Pons, 350 pág.
ISBN: 978-84-96467-35-4