Del 11 al 31 de marzo de 2008
Galería de arte Amador de los Ríos de Madrid.
«Estallar de la pintura»
Por Oscar Alonso Molina.
Buena parte de la pintura de vanguardia a principios de siglo pasado se empeñó en entrar por los ojos sin miramientos. En cierto modo, se trataba de estampar las superficies de color de los cuadros contra el fondo de la retina del espectador, empleando la manera más violenta que se les pasara por la cabeza, y que éstas permanecieran luego allí pegadas el máximo tiempo posible. Pregnantes; las imágenes preferidas de los primeros vanguardistas debían ser retenidas con facilidad y no andar metiéndose en complicadas disquisiciones sobre la figura y el fondo cuando lo más fácil, según se descubrió entonces, era que ambos convivieran bien juntos, apretados, en la misma lámina del plano del cuadro. Ese achatamiento característico de la perspectiva que se percibe tan a menudo en la pintura de se momento, la distorsión de las coordenadas del espacio y del volumen de las figuras que lo ocupan, su planitud, así parecen indicarlo.
Estrelladas contra el fondo del ojo del espectador… No es de extrañar que en algún momento hubiera que ir allí mismo a buscarlas. En 129, Dalí y Buñuel abrían su Un chien andaou con una escena impresionante –la última de las vibraciones necesarias para que el ojo perciba una imagen- en la cual una navaja recién afilada seccionaba el globo ocular de una joven mientras que sostiene la mirada frente a la cámara (Los actores miran con excesiva frecuencia a la sala. Creo que deben mirar sin verla -Genet-).
Y después…, nada: fundido en negro. No hay nada que mirar. No hay nada que decir. La terrible violencia sufrida lo ha sido, ante todo, sobre el ojo del espectador: al cerrarlo por inercia instintiva, la radical clausura la representación que tanto anhelará el Moderno iniciará su vertiginosa carrera.
Contemplaba una tras otra de las pinturas de Alicia Muñoz y sus mujeres inverosímiles, fantásticas, mientras me iba llegando todo esto a la cabeza. Al rato, observé un curioso fenómeno que se repetía en muchas de ellas: las protagonistas tenían con frecuencia sus ojos situados justo en los límites del papel; incluso, en ocasiones, el filo rasgaba también las pupilas de su enorme mirada. Al comprobar que no era sólo una casualidad, caí en la cuenta de que sus ceras sobre cartulina participan de esa inercia explosiva a la que asistió la pintura europea durante los primeros años del siglo veinte, y descubrí dónde iban dirigidos esos colores que llegaron a ser para nosotros cartuchos de dinamita, de los que tanto hablaba entonces Derain.
Nada protege ya nuestros párpados translúcidos. Se ha dicho.
Datos de interés: AMADOR DE LOS RÍOS Galería de Arte c/ Fernando el Santo, 24 28010 Madrid Tlf/fax: 91-3100541 www.galeriaamadordelosrios.com
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