Por Andrés Merino
Luis de Sarria (que tomó el apellido de su lugar de nacimiento, Granada, al jurar como dominico los estatutos del vallisoletano Colegio de San Gregorio, como era costumbre) es uno de los escritores más sobresalientes del XVI español, aunque su fama no ha sido exactamente paralela a la calidad de sus escritos. Nacido en 1504, vivió en varias de las ciudades de perfil eminentemente cultural con las que la península ibérica contó en su época. No se recuerda con frecuencia que además de estudiar en Castilla y residir en conventos dominicos en Sevilla, Córdoba o Palma del Río, se trasladó a Portugal en 1551, donde fue predicador del entonces obispo de Évora, el Infante don Enrique, cuñado de Carlos V. Nueve años más tarde pasó a ser confesor de la esposa de Juan III, por lo que fijó su residencia en el convento de Santo Domingo, en Lisboa, para atender las necesidades espirituales de la hermana menor del ya fallecido Emperador. Fray Luis de Granada predicaría años más tarde para el propio Felipe II, cuando el monarca acudió a Portugal tras reclamar la corona portuguesa vacante tras la muerte de su sobrino, el infortunado rey Sebastián.
La vida y obra del célebre dominico son paradigmas de la formación intelectual y humana de muchos religiosos de su tiempo. En Fray Luis se unen también una notoria facilidad para mantener buenas relaciones con otras órdenes y congregaciones religiosas, como los franciscanos, los carmelitas o los nacientes jesuitas, que alcanzarían gran influencia en la corte lisboeta de la época. Tampoco podemos dejar de citar un rasgo sobresaliente de su carácter, el que Mazzocchi describe acertadamente en su ensayo introductorio: “una capacidad extraordinaria para entrar en contacto con dispares ambientes seculares, comprendiendo sus instancias y atendiéndolas”. El que fuera provincial de los dominicos en Portugal no perdió nunca su contacto con España, pero tampoco con el mundo laico, al que dedicó muchos de sus escritos. Como predicador, Granada no asume la función de mero orador que emplea argumentos para convencer, sino que trata de revestir las ideas con palabras, empleándolas de forma instrumental al servicio de la verdad. En ese sentido, anticipa nuevos caminos de espiritualidad para los laicos, cultos o iletrados, que pudieron acceder a las verdades teológicas leyendo sus escritos u oyendo sus sermones, en tiempos convulsos en los que muchas novedades intelectuales despertaban sospechas de ortodoxia.
Su obra es perfectamente comparable –y supera- en muchos de sus rasgos a la de Erasmo de Rótterdam, a cuya fama internacional no accedió por haber renunciado a la creación de una visión teológica personal o novedosa y optar por una espiritualidad serena, que favorecía no tanto la búsqueda de un pensamiento original en clave de mero intimismo, sino el recogimiento y oración.
“Guía de maravillas” nos recuerda que Fray Luis de Granada es un representante fundamental del humanismo cristiano, sin cuya obra no puede entenderse un siglo clave de la historia cultural española.
“Guía de maravillas”
Fray Luis de Granada (ed. Giuseppe Mazzocchi)
Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2 vol., 323 y 658 pág.
ISBN: 978-84-96556-69-0