Desde que en 1971 empezara su adiestramiento en el oficio de dibujante, en el estudio del escultor francisco Espinós, Miguel Angel Oyarbide, nunca ha dejado de aprender.
Aquellos primeros pasos, orientados a superar la prueba de ingreso en la Escuela de Bellas Artes, fueron muy importantes. Un punto de partida bien trazado siempre permite encontrarse con lugares cargados de contenidos. Muchos profesores y maestros fueron definiendo su formación. Desde Guillermo Vargas Ruiz o Pedro Mozos a Agustín Ubeda y esos encuentros definitivos con Antonio Lopez Torres, quizá el pintor más sensible que nunca haya conocido.
Después, la vida, el trabajo y las puertas que se abren y se cierran dibujando el territorio en el que el hombre se mueve a lo largo de sus años, le proporcionaron una oportunidad: divulgar y practicar su oficio a través de diversos medios, como la enciclopedia “Taller de las Artes” y los programas de televisión “Arco Iris”, que marcaron un momento clave en su desarrollo profesional. En este mismo tiempo abre su primer estudio-taller en Madrid, descubriendo una singular fascinación por la didáctica del dibujo y la pintura. Al mismo tiempo, a finales de los ochenta, la Galería Mayte Muñoz le abre sus puertas. No obstante, será en la siguiente década cuando desarrolle su período más fecundo, realizando regularmente exposiciones en la Galería Xeito de Madrid y participando en Premios, Ferias de arte y otros eventos.
Actualmente, su obra forma parte de colecciones públicas y privadas en España y en el extranjero, como el Museo Nacional de Dibujo (Huesca). Así mismo, sigue compaginando su magisterio con su pintura, con su arte. Un “pobre arte”, como autocalificaba Marc Chagall a su obra cuando la comparaba con el movimiento artístico oficial que en su tiempo ahogaba toda obra que no se uniera al sistema. Y así es, la obra de Miguel Angel Oyarbide es un “pobre arte” a la luz de lo que hoy la gran maquinaria cultural define como arte contemporáneo. Y es que Miguel Angel teoriza y practica con los rescoldos de un oficio pronto a desaparecer. Un “pobre arte” al que sólo se echará de menos cuando realmente desaparezca y tenga que ser reinventado.