OBRA ESCOGIDA

El secreto de la Real Casa del Labrador

Andrés Merino

Entre el inmenso legado artístico que Carlos IV –primero como Príncipe de Asturias y luego como sucesor de Carlos III en el trono de España- proporcionó la Corona figura un sistema único de casas de recreo en torno a buena parte de los Reales Sitios cercanos a Madrid, principalmente Aranjuez, El Pardo y San Lorenzo de El Escorial. La monumentalidad de todos ellos –palacios y monasterio- parece ensombrecer a las exquisitas construcciones que con el nombre de Casita de Arriba, del Príncipe o del Labrador fueron construidas con la intención de proporcionar lugares de descanso en un entorno estético acorde con la magnificencia de sus visitantes. La reapertura a la visita pública, tras un minucioso proceso de restauración, de la Real Casa del Labrador, situada en un extremo del Jardín del Príncipe en el Real Sitio de Aranjuez, ofrece ahora la oportunidad de conocer uno de los conjuntos estéticos más completos y exclusivos de Patrimonio Nacional.

Entre las estancias más caracterizadas del palacete destaca su Gabinete de platino, considerado por no pocos especialistas como el espacio más importante del conjunto por su riqueza artística. Emplazado en la zona suroeste del edificio, en una de las dos alas añadidas al poco de construirse el cuerpo principal, a finales del siglo XVIII, fue usado como tocador por María Luisa de Parma. Carlos IV decidió en 1800 encargar su decoración a maestros franceses, en nómina de Napoleón, como Percier o el broncista Sitel. Los autores elaboraron en varios años un proyecto único y publicarían los bocetos en su “Recueil de décorations interieures”. El monarca no pudo disfrutar mucho de la pieza, pues aunque la boiseríe de caoba y sus incrustaciones de bronce dorado y platino, amén de los espejos que convierten visualmente la pieza en una galería, se ensamblaron en los últimos años de su reinado, la decoración no fue concluida hasta después de su abdicación, en 1808.

El Gabinete de platino es una alegoría matrimonial… de la riqueza y el arte. La calidad de los materiales de los revestimientos enamora a pinturas de pequeño formato como las dedicadas al Amor, la Ciencia o la Música, obra de Girodet. Pero las que representan las cuatro estaciones constituyen el mejor testigo de la personalísima implicación de Carlos IV en el ornato de su Casa del Labrador.

Como ha recordado José Manuel de la Mano en un reciente artículo, el encargo inicial de los lienzos a Girodet no debió complacer al monarca, que volvió a encomendar las piezas al propio Maella, si bien esos cuatro nuevos cuadros acabaron en el Museo Nacional del Prado. El pintor francés regresó a París y siguió de moda, pues decoró nada menos que el tocador de la Emperatriz María Luisa, segunda esposa de Napoleón, en Compiègne.

La estancia de madera y platino se completó con espejos que reduplican visualmente una bóveda de cañón, bajo los que lucen cuatro paisajes de Bidaud, y vistas del Louvre, Florencia, Venecia y Nápoles, de los pinceles de Thibault. El suelo se compuso y conserva con mármoles recortados, representando herramientas de trabajo en el campo. De su techo cuelga una singular lámpara de bronce dorado, regalo del Papa Gregorio XVI a Fernando VII. El Gabinete es un alarde de buen gusto en artes suntuarias y reproduce el espíritu de excelencia en la decoración cortesana. Tras su restauración se convierte de nuevo en un punto de visita obligada en el Real Sitio de Aranjuez.

“El Gabinete de platino”
Percier, Sitel y otros arquitectos y decoradores (principios del siglo XIX)

Real Casa del Labrador, Aranjuez (Madrid)

Reapertura tras su restauración

Patrimonio Nacional

Real Casa del Labrador. Abierta al público tras su restauración.