El Emperador en la imagen dinástica
Andrés Merino
Los dos grupos escultóricos situados a ambos lados del altar mayor de la basílica del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial son sin duda uno de los mayores atractivos artísticos del conjunto. Para visitantes e historiadores, identifican con gran poder simbólico la majestad de la Monarquía de España. A cientos de kilómetros de la sierra del Guadarrama y con motivo del 450 aniversario de la muerte del primer monarca español de la dinastía Austria, la exposición “Carlos V en Yuste. Muerte y gloria eterna” que se celebra en el monasterio jerónimo extremeño, ha incluido entre sus piezas el cuadro de Pantoja de la Cruz que recoge el conjunto orante de la familia del monarca. Se trata de un óleo sobre lienzo realizado en 1599, dos años después de la colocación efectiva de las estatuas.
Carlos V había fallecido cuarenta años antes, dejando pendiente la creación de un panteón perpetuo para su dinastía. Su sucesor, Felipe II, tampoco vería concluido el mausoleo que actualmente acoge bajo el mismo altar mayor de El Escorial a los monarcas españoles, pero se ocupó diligente de proveer de una imagen dinástica solemne al gran monasterio de San Lorenzo. Además de reunir los restos mortales de sus familiares, dispuso la construcción de los grandes monumentos funerarios, los conjuntos orantes de Pompeo Leoni. Ambos constan de cinco estatuas arrodilladas, cumpliendo su deseo de perpetua exaltación de la adoración eucarística, con el que identificó los esfuerzos de Felipe II durante la Contrarreforma. La elección de qué soberanos y príncipes formaron parte denota también un delicado equilibrio familiar y psicológico: en el grupo correspondiente a su padre, situado, naturalmente, en el centro de la composición, incluye a cuatro grandes mujeres: su madre, la Emperatriz Isabel de Portugal, única esposa de Carlos V, la más cercana al altar y al corazón del Rey. En el lateral opuesto, la Emperatriz María, la hija del Emperador que alcanzó también la corona alemana desposándose con su primo, el futuro Maximiliano II. Y para las dos plazas restantes del quinteto escogió a las dos hermanas más cercanas al Emperador, para las que ideó una hábil solución estética que permite observar sus perfiles salvando así su dignidad regia y el agradecimiento por el permanente apoyo político y humano que prestaron a su hermano. Hablamos, naturalmente, de Leonor, que ocupó como consorte los tronos de Portugal y Francia, y María, reina de Hungría.
Como recuerda Carmen García-Frías en el catálogo de la muestra, Felipe II sólo pudo ver situado el conjunto escultórico protagonizado por su padre. El que le correspondía a él no fue ubicado junto al altar mayor hasta 1600, dos años después de su muerte. Ambos son un monumento hierático, solemne. Constituyen un prototipo formal de las representaciones de “donantes” junto al altar de templos, pero también la mejor imagen perpetua de la dinastía que rigió los destinos de la Monarquía de España durante dos siglos. La exposición del cuadro de Pantoja en el Monasterio de Yuste es un magnífico reflejo de la herencia simbólica de Carlos V.
Andrés Merino
“Esculturas orantes de Carlos V y su familia”
Juan Pantoja de la Cruz (1599)
Óleo sobre lienzo (177 x 161 cm)
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Exposición “Carlos V en Yuste. Muerte y gloria eterna”
Monasterio de San Jerónimo. Yuste
Organiza: Patrimonio Nacional
Patrocina: Fundación Banco Santander
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