Es el gran nombre de la pintura brasileña y una de las figuras clave de la vanguardia de Brasil, cuyas contribuciones más significativas son -en opinión de Juan Manuel Bonet, comisario invitado para esta exposición- de lo más importante que ha dado el continente americano a la cultura moderna.
Una ocasión excepcional para visitar, hasta el 3 de mayo de 2009, una exposición concebida y organizada por la Fundación Juan March. Tarsilo Do Amaral es una figura central del movimiento antropófago, manifestación brasileña de vanguardia más clara; y concilia en su obra lo aprendido en Europa con una mirada al Nuevo Mundo redescubierto.
Más de cien obras de la artista, entre pinturas y dibujos, procedentes la mayoría de museos y colecciones particulares brasileños (con la excepción de una obra del Musée de Grenoble, otra del Hermitage de San Petersburgo y un boceto y un cuadro pertenecientes al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid), nos permitirán acercarnos a una de las máximas figuras de las vanguardias latinoamericanas y el emblema del modernismo brasileño.
La muestra está centrada en los años veinte y treinta, coincidiendo con su deslumbrante período central. En estos años llegan a Brasil las vanguardias, que habían surgido, una década antes, en Europa. Son los años veinte vividos por Tarsila do Amaral entre São Paulo y París, con un final simbólico en la URSS (viajó a Moscú en 1931). Es la época de sus conexiones vanguardistas en París, de su relación con pintores como Léger o escritores franceses como Blaise Cendrars, con quien mantuvo una gran amistad. Es el momento del nacimiento del “modernismo” brasileño en general y paulista en particular y del que será estandarte más de un cuadro suyo.
Tarsila do Amaral, durante dos intensas estancias en París, cumplió con lo que llamó su “servicio militar” en el cubismo y se alimentó de las corrientes de la vanguardia europea como una civilizada antropófaga. De vuelta a su país, la digestión de aquel banquete y el reencuentro con los colores y las formas de su infancia en las tierras del interior del Brasil darían lugar, en torno a 1920, a la época más deslumbrante de su pintura, tan “estructuralmente” brasileña.
La Fundación Juan March documenta así la etapa más fructífera y decisiva de la artista e incide en el contexto brasileño de esos años veinte –se incluyen trabajos de algunas de las más destacadas figuras del modernismo brasileño- y se completa con otros materiales documentales y con otras obras que enriquecen la muestra y el conocimiento de la artista: algunos ejemplos de cerámica marajoara, plumaria amazónica, objetos de arte colonial, cartografía, fotografías y una selección de obras de artistas europeos que viajaron a Brasil entre los siglos XVII y XIX.
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