Embajador de sí mismo
Andrés Merino
Con motivo del doble enlace dinástico acordado por el monarca español Felipe V y el Duque de Orleans, Regente de Francia durante la minoría de edad de Luis XV, las cortes de París y Madrid fueron en 1721 el destino de sendos embajadores extraordinarios que, coexistiendo con los representantes diplomáticos habituales de ambos reinos, desarrollaron una intensa labor política. A Versalles viajó la Infanta española María Ana Victoria para desposarse –pero no convivir aún, por su corta edad- con el monarca francés. Al Real Alcázar de Madrid llegaba la Princesa Luisa Isabel, hija del propio Duque de Orleans, destinada a casarse con el entonces Príncipe de Asturias y futuro –y efímero- Luis I. El legado galo fue Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, que culminó de aquel modo su carrera en los asuntos públicos y dejó para la posteridad unas largas e interesantes memorias en varios tomos. La Universidad de Alicante ha publicado las páginas correspondientes a su estancia en España, precedidas de un estudio introductorio a su figura y papel histórico de la historiadora modernista María de los Ángeles Pérez Samper.
Es indudable que la grafomanía de Saint-Simon ha beneficiado enormemente a la historiografía posterior, pues su descripción de la historia política y cortesana francesa de finales del XVII y las primeras décadas del XVII contiene valiosas claves para interpretar el absolutismo como forma de gobierno, la supuesta solidez de la autoridad real y el magma de enfrentamientos internacionales que permanecieron largo tiempo latentes tras la Guerra de Sucesión que enfrentó a las potencias europeas. Su condición de testigo cualificado de la Corte española del primer Borbón ha sido explotada hasta la saciedad en varias biografías regias y anecdotarios históricos, sobre todo el episodio de la surrealista audiencia de despedida que le concedió la desconcertante y maleducada Princesa de Asturias. También su recorrido “turístico” por Reales Sitios como Aranjuez o La Granja. Pero los cientos de páginas de sus recuerdos contienen auténticos tesoros para el conocimiento e interpretación de los usos cortesanos. En este punto, Pérez Samper acierta de lleno al avisarnos de la enorme egolatría del aristócrata, que luchó lo indecible por obtener la Grandeza de España para sí y su segundo hijo, así como el propio Toisón de Oro para el primero de sus vástagos. Con ello nos prepara para sumergirnos en el mar de la etiqueta de palacio, los secretos de las relaciones diplomáticas y las rivalidades políticas entre personajes como Alberoni, Grimaldo, a este lado de la frontera, y las veleidades del Regente y el cardenal Dubois, sagaces intrigantes.
Al invitar al lector a recorrer las memorias de Saint Simón preferiríamos aludir a pasajes de sus escritos menos conocidos o difundidos, como son las descripciones del ceremonial cortesano a la hora de realizar visitas de cortesía, o la corta pero jugosa descripción de la visita que realizó al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en la que se desliza una visión peculiar del edificio símbolo de la Monarquía de España, sobre todo en lo referido a los Panteones regios. Todo ello, claro está, conviviendo con frecuentes muestras de admiración hacia lo español, aunque a Saint Simón no le gustase precisamente nuestra gastronomía. Pero esa es otra historia…
“Saint-Simon en España. Memorias (junio de 1721-abril de 1722)”
Estudio introductorio de María Ángeles Pérez Samper
Traducción de Jaime Lorenzo Miralles
Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 555 pág.
ISBN: 978-84-7908-993-1
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