susana-murias-1«Relatos»
Del 26 de Febrero al 28 de Marzo de 2009

En la obra de Susana Murias un trazo o una mancha de color pueden ser, al mismo tiempo, un signo, una figura, un gesto o una textura según queramos verlos. Se nos coloca en una encrucijada desde la que podemos iniciar un relajado paseo por el camino que nos lleva hacia la mera contemplación de la obra como objeto estético o adentrarnos por el sendero opuesto, hacia un bosque de signos que no enuncian nada categóricamente, tan sólo lo insinúan, y figuras que no alcanzan a construir un mundo, tan solo lo esbozan. Inadvertidamente, nos deslizamos de una cosa a otra, en un eterno diferir el significado, porque nunca podemos atrapar el susurro del ángel que no pretende explicarnos nada porque tan solo espera rozarnos para hacernos sensible su existencia. Antes o después, terminamos por darnos cuenta de que hemos salido del bosque de huidizas ensoñaciones y recuerdos fragmentados para llegar de nuevo al estático mirador de la contemplación estética, es decir, hemos cerrado un círculo que nos conduce al comienzo, a la encrucijada. Es un mundo cerrado, esférico, donde ir es en cierta medida volver y nunca nos conduce más allá de la pintura. Recorremos su superficie por los senderos del sentido y vamos viendo reflejado un mundo exterior sencillo y cotidiano constatando su presencia como huella de la memoria o la imaginación, con su poso de nostalgia y hasta de dolor.

susana-murias-2Al finalizar el recorrido comprobamos que la contemplación estética, el discurso signito incluso el de la escritura o la recreación del mundo figural no conducían más que a ellos mismos, a una realidad lejana, difusa e inalcanzable, la del arte; que puede dar claridad y armonía a esos fantasmas de nuestra mente que una vez fueron una silla, un juego infantil o unas personas. Ese relato induce que parte de sus obras no puede, como toda imagen estática, ser un verdadero relato. Lo habitual es situarnos o bien antes del acontecimiento, sugiriéndolo o bien después, constatando el peso de la fatalidad o, por último, en un instante que lo simbolice en su totalidad. Susana Murias prefiere el fragmento atemporal que escapa tanto de lo absoluto como del tiempo narrativo. Por ejemplo en esas piernas que asoman entre textos que hablan de la familia y números que apuntan hacia una fecha recordada, quizá con ternura, pero que al mismo tiempo nos ordena y clasifica como si de un campo de internamiento de recuerdos se tratara. Pero no hay que ir más allá, las letras y los números son, sobre todo formas, textos de un mundo que se siente más que se entiende y nos permite recrearnos en el placer puramente estético.

Fernando Labaig

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