Protocolo inteligente

Filosofía de las buenas maneras

Andrés Merino

Son muchos los libros publicados en los últimos años sobre el saber estar y las técnicas para mejorar la vida personal, social y profesional. Sus autores buscan con toda lógica la originalidad de una perspectiva diferente que aborde de forma novedosa un campo inmenso con infinidad de zonas aún por explorar. “Protocolo inteligente” no es un manual de etiqueta ni relaciones públicas, que normalmente suelen catalogarse como meros elencos de casuísticas artificiosas o de laboratorio pensadas para recepciones de embajada o bodas en clubes de campo. Al menos, no es un prontuario de consejos al uso, aunque no deja de incluir en sus capítulos centrales consejos bien prácticos y concretos sobre relaciones humanas. Toda su amplísima primera parte es una reflexión en torno a los fundamentos del protocolo, realizada desde la constatación de la pérdida actual de los más elementales detalles de la convivencia en sociedad. Su autor, Félix Losada, actualmente director de Marketing y Relaciones institucionales de Deloitte, propone un tratado que bien podríamos denominar como de “filosofía de las buenas maneras”. Añora la práctica de las costumbres que antiguamente hacían la vida más grata y reivindica sin complejos su puesta en valor y recuperación, subrayando los beneficios que puede tener para la sociedad actual la aplicación de sencillas normas que clasifica como técnicas de lo que denomina “protocolo inteligente”.

Losada no tiene reparos en unir las más modernas teorías sobre la inteligencia social y emocional de Daniel Goleman con los clásicos consejos que ya en 1936 Dale Carnegie propuso para acercarse y vivir gratamente en sociedad. A saber: interesarse por los cercanos; intentar causar buena impresión; recordar siempre el nombre de la persona con quien se conversa; escuchar de forma activa, incitando al interlocutor a que hable de sí mismo; hablar de los temas que se cree más pueden interesar a quien nos escucha y, por fin, intentar que éste se sienta importante junto a nosotros.

El autor centra buena parte de su diagnóstico en torno a la falta del cuidado de las formas sociales en la convivencia actual, sobre todo en la juventud, en los continuos cambios de los planes de estudio y leyes de educación de las últimas décadas del siglo XX en nuestro país. Es un análisis compartido por buena parte de los sociólogos. Menos sólida y coherente resulta su apasionada crítica a los fundamentos y objetivos de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que coexiste en el texto con la continua cita anterior y posterior de las teorías del filósofo José Antonio Marina, autor de manuales escolares de la materia que incluyen argumentos y postulados que sí parecen resultar válidos en el resto de libro de Losada. Tampoco se entienden bien no pocas menciones a Ortega y Gasset, cuyas palabras aparecen en contextos a veces nada afortunados, componiendo innecesarios decorados artificiales de citas de erudito. Con todo, el ensayo que se nos propone es un buen pretexto para la reflexión sobre las inmensas posibilidades que ofrecen las buenas maneras para lograr la excelencia vital, social y laboral. Una lectura de remanso en estos tiempos de crisis y turbulencias en los que la formación personal es, más que una alternativa, una necesidad acuciante.