Camino de Las Navas de Tolosa
Andrés Merino
En 1195, tras la derrota de Alarcos (cerca de Ciudad Real), Alfonso VIII y sus tropas se replegaron a Toledo. Ya superado el ecuador de la Reconquista, el soberano no dejó de ansiar la liberación de nuevos territorios. El periodo comprendido entre aquél desastre y el 16 de julio de 1212, día en que se libró en una planicie de Jaén la crucial batalla de Las Navas de Tolosa, ha sido escogido por Gonzalo Giner para su último relato, “El sanador de caballos”, una voluminosa novela histórica muy en la línea de otros éxitos editoriales que han buscado también en el ejercicio de la medicina y otras artes curativas, durante las edades antigua y media, el ambiente idóneo para una atractiva trama de aventuras y amor con dosis bien repartidas de riesgo. En esta ocasión, el autor ha centrado su relato en la peripecia vital del joven Diego, el hijo de un posadero que acabará convirtiéndose en aprendiz de un veterinario toledano y sufre en su familia los avatares del sangriento enfrentamiento hispano-musulmán.
La profesión del escritor es innegable. No cuesta imaginar su esfuerzo por acercar el lenguaje técnico al lector, como el pasaje en que se describe el parto de una yegua preñada u otras descripciones no sólo de dolencias equinas, sino de la nobleza del caballo. En ocasiones, la lectura sobre la labor del sanador no parece sino la metáfora de una catarsis vital, la del protagonista y quienes le rodean. Lamentablemente, a pesar de la crudeza con la que muestra la violencia propia de la época y situación política peninsular, la novela parece deudora de algunos tópicos idealistas sobre la imaginada y manida convivencia de las tres religiones en ciudades como Toledo, o la supuesta maldad intrínseca de monjes retorcidos de monasterios y abadías modelo “El nombre de la rosa”, cuya mala prensa resulta ya un tanto cansina. Tampoco beneficia la separación maniqueísta entre buenos y malos aplicada a las religiones enfrentadas en la España medieval. No basta presentar a los almohades como radicales, tal y como han pasado a la historia, para deducir que todo aquél musulmán que no lo era podía considerarse de inmejorable calidad ética o ejemplo de tolerancia. Porque las cosas no fueron así.
No podemos dejar de mencionar las páginas dedicadas a la propia batalla de Las Navas. Sin ser las de mayor calidad literaria de la obra, que cuenta en otros pasajes con diálogos bien construidos, la descripción de la participación de los tres soberanos cristianos (el propio Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón) en la gran empresa bélica, que decidió el avance de la Reconquista en los siglos posteriores, suscita notable interés por su realismo. Dar la palabra también a otros protagonistas como el Arzobispo toledano Ximénez de Rada o Don Diego López de Haro es un recurso argumental bien recibido, un regalo por la verosimilitud con la que se hace intervenir a estos y otros protagonistas de la gesta. “El sanador de caballos” es un relato interesante que sabe aprovechar nuestro pasado medieval para recrear una historia atractiva. Merece la pena.
“El sanador de caballos”
Gonzalo Giner
Madrid, Temas de Hoy, 798 pág.
ISBN: 978-84-8460-707-6
Los que desde Asturias, Tierra de Reconquista, vivimos como propia la recuperación
de la España musulmana, agradecemos libros como éste, El sanador de caballos, y los
comentarios al mismo y al transcurrir de la época.
Saludos.
Gonzalo Cuesta.
Es una pena que los conocimientos de obstetricia de Andrés Merino sean tan escasos como para alabar la supuesta capacidad de Giner para explicarnos qué es un parto. Pero para paridas, el libro. Muy malo. La fútil trama se arrastra por inverosímiles y aburridas peripecias carentes de toda semejanza con la sociedad del momento (en las primeras páginas llama «Don» a un plebeyo, las dueñas hablan y actúan cual personajes de novelilla romántica victoriana de «me siento fatal (sic)». La inanidad y ausencia de entidad psicológica del carácter protagonista es pasmosa… Insufribles clichés cursis ab nausea de hombres «que susurran a los caballos»… Patrañas «originalísimas» como enfrentar a zafios e ignorantes clérigos cristianos con sabios musulmanes -ya se merece per se el premio a la tontalianza de civilizaciones… el autor debe creer que Al Andalus era una unidad territorial y política, confunde a mesnaderos con soldados, a perros con lobos -así llega llega a llamarlos en un delirante pasaje; señor veterinario, el Canis lupus no ladra, ni forma jaurías, entérese- Nada aprendemos de veterinaria ni caballos, nada de historia, sintaxis pobre, argumento inexistente.
Es una novela bastante entretenida, si bien es verdad que se recrea algunos pasajes historicos carents de relevancia y sin embargo la batalla final, la de las Navas, la pasa de soslayo, como con prisa de terminar el libro. No obstante enlaza con bastante exactitud ficcion con documentacion historica. Es bastante buena la trama
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