Julio González en el Museo Reina Sofía

10 de marzo – 1 de junio de 2009

La retrospectiva más amplia realizada hasta la fecha en nuestro país del escultor Julio González se muestra en el Museo Reina Sofía.

La muestra organizada por el Museu Nacional d´Art de Catalunya en coproducción con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tiene el objetivo de mostrar, no sólo el alcance de la producción de este escultor, sino también su destacado papel en las vanguardias artísticas como pionero de la escultura en hierro y como creador de un lenguaje muy personal con el cual contribuyó a la renovación de la escultura del siglo XX. La muestra ha sido comisariada por Mercè Doñate, responsable de la colección de Arte Moderno del MNAC y especialista en escultura, y cuenta también con el asesoramiento de Tomàs Llorens, uno de los mejores conocedores de la obra de González.

Dentro de la selección de alrededor de doscientas obras tienen un papel fundamental las esculturas en hierro. Se incluyen también algunos bronces forjados y bronces póstumos de obras modeladas en yeso; un buen número de dibujos, en gran parte relacionados con el proceso de creación de las esculturas; una muestra de su actividad como pintor, algunas piezas de artes decorativas y un conjunto significativo de su creación en el campo de la joyería.

A las piezas que se han podido ver recientemente en el MNAC, se une en el Museo Reina Sofía un importante conjunto documental, seleccionado por el coordinador de la muestra, Osbel Suárez, procedente del archivo del IVAM:  cartas, textos, manuscritos, documentos de época… vinculados al artista y a su familia y muchos de ellos inéditos o mostrados en escasas ocasiones. Por ejemplo,  una felicitación de navidad original de 1921 que elaboró el propio González para su hija Roberta; una carta del Director del MoMA, Alfred H. Barr, Jr invitando al escultor a participar en la exposición de cubismo y arte abstracto en marzo de 1936; la carta de José Gaos, comisario general del Pabellón Internacional de España invitando al artista a participar en el pabellón o de André Malraux dirigida al escultor, para la inauguración de la Sala González en el Museo Nacional de Arte Moderno de París.

Julio González (Barcelona, 1876- Arcueil, 1942) está considerado como uno de los grandes nombres de la escultura moderna. Se formó como artesano en la metalistería artística que su padre tenía en Barcelona. Su trabajo con el hierro, con el que creó un lenguaje propio, ha sido valorado como una de las aportaciones más valiosas de las vanguardias de los años treinta, aunque sólo dedicó una década de su vida a la creación con este metal. González empezó a trabajar el hierro a finales de la década de los veinte, cuando tenía ya más de cincuenta años, y aunque ya había trabajado el metal para crear joyas y diversos objetos decorativos fue entonces cuando comenzó a realizar pequeños relieves en cobre repujado y, más tarde, a experimentar con pequeñas planchas, creando cabezas y figuras de mujer. Fue el contacto con Picasso, con quien colaboró entre 1928 y 1932, lo que le permitió reparar en las posibilidades que tenía el hierro para la escultura. El artista malagueño, le pidió en 1928 colaboración técnica en la creación de una serie de obras de hierro, entre ellas una escultura para un monumento en homenaje a Apollinaire y Femme au jardin.

Sus orígenes artesanos, el conocimiento de las posibilidades que le ofrecía el hierro, junto a una gran libertad imaginativa y a la sensibilidad propia de un gran artista, le permitieron crear un lenguaje nuevo, muy personal. En la década de los treinta, cuando tenía más de cincuenta años, se incorporó a la vanguardia con nuevas y potentes formas escultóricas y un lenguaje propio, calificado de abstracto, que tuvo como objetivo esencial el maridaje entre formas y espacio. En sus esculturas, el espacio forma parte de la misma obra, iniciando un camino que después siguieron muchos otros escultores como David Smith o Eduardo Chillida. El propio González aplicó el término “dibujar en el espacio” a una parte de su obra, la que realizó con barra o varilla de hierro.

Las esculturas filiformes o lineales –lo que él mismo denominaba dibujar en el espacio–, las testas volumétricas o las figuras biomórficas son el resultado de un trabajo de gran rigor técnico y conceptual que le abriría las puertas al reconocimiento como uno de los grandes escultores del siglo XX.

Recorrido expositivo
El recorrido expositivo se articula en los siguientes ámbitos:
González antes de González. El arte del objeto.
Julio González se formó en el taller de metalistería de su padre, en la Barcelona decimonónica. Junto con sus hermanos se familiarizó con el mundo de los metales con finalidades puramente utilitarias y decorativas. Uno de los méritos que se atribuían a este taller es su dedicación a copiar, con tan rebelde material, las más esbeltas y variadas formas del reino vegetal con gran virtuosismo técnico. Estas obras subliman una cierta estética funeraria y están realizadas en el contexto del modernismo.

Después de la muerte del padre, los hermanos venden el taller y se instalan en París, donde Julio continúa trabajando con los metales dedicándose a la bijouterie. Estos trabajos, realizados en materiales no preciados y alejados de los patrones de la alta joyería, le proporcionan una fuente de ingresos necesaria y al mismo tiempo revelan su personalidad artística, cada vez más  comprometida con un espíritu demiurgo e inventivo que tendrá su eclosión en la obra escultórica de 1930, basada en la maduración de una técnica y en unos sólidos conocimientos artesanales que tienen sus raíces en el siglo y en la ciudad en los que nació.

González antes de González. Pintura y dibujo.
La vocación artística de Julio González en su juventud fue la pintura. Al mismo tiempo, el dibujo se convirtió desde el comienzo en un instrumento de expresión habitual. De hecho, siguió el mismo camino artístico que su hermano Joan, ambos influidos seguramente por el entorno familiar: su tío Josep Lluís Pellicer (Barcelona, 1842-1901) fue uno de los mejores dibujantes catalanes de la segunda mitad del siglo XIX. Su pintura, que tiene como referentes a Degas y Puvis de Chavannes, muestra una proximidad al simbolismo que evolucionaría hacia postulados más clasicistas en sintonía con los del noucentisme. Los temas que trató –maternidades, toilettes o escenas rurales con campesinas– giraron casi siempre alrededor de la figura femenina.

En paralelo a su trayectoria pictórica y a sus trabajos de orfebrería y artes decorativas, en la década de 1910 modeló algunas esculturas de pequeño formato y realizó una serie de máscaras de cobre repujado que, si bien no pueden considerarse aún propiamente esculturas, evidencian el interés de González por esta disciplina artística.

La experimentación con el relieve.
A mediados de la década de los veinte, el catálogo de obras de González empieza a poblarse insistentemente de relieves en metal en detrimento de la pintura. En un primer momento, González decide trasladar algunos de los motivos iconográficos de su pintura a la superficie plana del metal, operación que técnicamente le resulta fácil por cuanto está acostumbrado a trabajar impecablemente los metales. Si en estos primeros relieves González obtiene el volumen con el repujado, a partir de 1927 ensaya una nueva fórmula: recortar y curvar el metal (preferentemente el hierro), una fórmula que le permite, además, explorar por vez primera las posibilidades volumétricas y modeladoras del vacío. Por otra parte, estas piezas evidencian una progresiva simplificación del motivo figurado, lo que confirma que en este momento González ha decidido hacerse permeable a los lenguajes de vanguardia, especialmente el cubista. Las cabezas y máscaras que realiza entre 1929 y 1930 son en parte la culminación de este proceso, dominado por la forma plana de la plancha, y a su vez prefiguran el camino del lenguaje escultórico que está a punto de eclosionar, al que quedará definitivamente incorporada la técnica de la soldadura.

Dibujar en el espacio
Entre 1928 y 1932, González colaboró con Picasso en una serie de obras que éste había concebido en hierro pero que su desconocimiento de la técnica le impedía realizar personalmente. Fue, de hecho, esta irrupción de Picasso en el taller de González lo que le permitió darse cuenta de las extraordinarias posibilidades que el hierro le ofrecía como materia escultórica.

González transformó este metal (y, más concretamente, la barra de hierro de distinto grosor) en nuevas y originales formas que se alejaban de los planteamientos tradicionales de simetría, creando un lenguaje abstracto muy  personal e innovador, fruto no sólo de su dominio de la técnica sino también de una gran libertad imaginativa y de una especial sensibilidad artística. El propio escultor definió como «dibujar en el espacio» las obras lineales o filiformes que datan de este período y que incorporan el espacio a la escultura. Cabe añadir que el dibujo le sirvió de base para este nuevo lenguaje, pese a que por regla general construyera estas formas directamente con el hierro.

Dibujar en el espacio. El volumen.
En paralelo a las esculturas filiformes, González utilizó la plancha de hierro para crear volúmenes más compactos. Sus investigaciones formales siguieron varias vías de experimentación encaminadas a solucionar problemas propiamente escultóricos. La variedad de sus recursos formales se hace evidente tanto en la representación de la figura humana -como cuando representa el tema de la mujer sentada- como en las cabezas, en las que utiliza planteamientos elaborados y complejos para lograr múltiples puntos de vista y, en definitiva, una nueva percepción del volumen.

Entre 1934 y 1936 González realizó en Monthyon unas cabezas de piedra tallada de un indudable interés. La forma de trabajar estas piedras, que aparentemente dejó casi intactas, manteniendo las calidades de la materia y tallando únicamente los rostros en aristas muy marcadas, se puede relacionar con los dibujos coloreados que realizó alrededor de 1936-1937.

La construcción de un símbolo. La Montserrat
Cuando en 1937 González cedía La Montserrat para ser expuesta en el Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de aquel año, la figura de una denodada campesina catalana con un hijo en brazos y una hoz en la mano se convertía en un símbolo contra la violencia de la guerra. La Montserrat era fruto, no obstante, de un largo proceso creativo que la Guerra Civil española no hizo sino catalizar.

Considerada como una de sus obras maestras, su estado de conservación impide que esté presente en esta exposición. Se han reunido, sin embargo, aquellas obras que muestran su larga gestación, desde las maternidades y campesinas presentes en sus pinturas y dibujos hasta los trabajos experimentales en plancha de hierro que representan fragmentos del cuerpo humano, así como las diversas partes de La Montserrat gritando, una nueva versión de La Montserrat que la muerte le impidió acabar. Todas ellas manifiestan los estrechos vínculos de González con Cataluña.

La última etapa. La figura metamórfica.
En 1937 González alcanzaba su madurez artística con las dos esculturas más destacadas de su producción: La Montserrat, por su carácter simbólico, y Mujer ante el espejo, porque supone la culminación de su lenguaje. En pocos años el escultor había sido capaz de crear unas formas absolutamente innovadoras y personales que consolidaron su papel como abanderado de la escultura en hierro. Varias obras incluidas en este ámbito permiten valorar la diversidad y riqueza de sus propuestas.

Mujer ante el espejo, obra capital de la escultura moderna, es la más ambiciosa de González tanto por sus dimensiones como por su gran complejidad conceptual y formal. El artista transformó la imagen clásica de una mujer reflejándose en el espejo y reordenó las diversas partes de la anatomía femenina con una interpretación muy personal que conjuga un trabajo técnico extraordinariamente laborioso con una potente fuerza dinámica y una densidad poética intemporal.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 obligó a González a reducir su actividad. Sus últimas esculturas en hierro son figuras metamórficas de estructura asimétrica en las que disecciona de nuevo el cuerpo humano.

Datos  biográficos
1876 Julio González nace el 21 de septiembre en Barcelona, hijo del orfebre Concordio González y Pilar Pellicer, hermana del pintor y dibujante Josep Lluís Pellicer.

1892 Su padre traslada el taller de forja artística –C. González é hijos- y el domicilio a la Rambla de Catalunya.
Participa en la Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona con 3 ramos de flores de metal forjado; repite su participación en las ediciones de 1896 y 1898.

1893 C. González é Hijos envía 6 obras a la World’s Columbian Exhibition de Chicago.

1896 Muere Concordio González. Joan, el hijo mayor, se hace cargo del negocio familiar, que pasa a llamarse Hijos de C. González.

1897 Joan y Julio integran la tertulia El cenacle con Joaquin Torres García, Ramon Pichot, Pau Roig,Manolo Hugué, Eduardo Marquina, Luis de Zulueta y Josep Pijoan, y frecuentan Els Quatre Gats.

1899-1900 Se vende el negocio familiar y la familia se traslada a París.

1900-1906 Julio González frecuenta el café de Versailles con otros artistas catalanes. Traba amistad con Max Jacob, Maurice Raynal, Alexandre Mercereau y Edgar Varèse.

1907 Empieza a exponer con regularidad en el Salon des Indépendants y en el Salon d’Automne.

1908-1909 La inesperada muerte de su hermano en Barcelona lo sume en una depresión. Nace su hija Roberta, fruto de su relación con Louise (Jean) Berton.

1910 Tras su colaboración con el escultor y orfebre vasco Francisco Durrio, realiza sus primeras máscaras de metal repujado.

1915 La familia abre una tienda de joyas y objetos artísticos en el Bulevar Raspail. En la Cloiserie des Lilas, frecuenta a Brancusi y Modigliani, entre otros.

1918 Trabaja unos meses como aprendiz de soldador en la Soudure Autogène Française.

1922-1923 Primera y segunda exposición individual en París, en la Galerie Povolovsky y la Galerie du Caméléon, respectivamente.

1925 Instala su taller en el núm. 11 de la Rue de Médéah, donde trabajará hasta 1935. Conoce a Marie-Thérèse Roux, con la que se casará en 1937. Adquieren una casa en Monthyon, cerca de París.

1927 Primeras obras en hierro.

1928 Picasso le pide que le ayude en la realización de unas esculturas en hierro para un  proyecto de Monumento a Apollinaire. Esta colaboración se prolongará hasta 1932. Entre sus frutos está Mujer en el jardín, de la que hace una réplica en bronce forjado a petición de Picasso.

1929 Entra en contacto con el grupo Cercle et Carré, uno de cuyos miembros es su amigo Joaquim Torres-García.

1930 Empieza a usar barra de hierro curvada y soldada. El pintor americano John Graham le adquiere 3 esculturas, una de las cuales donará al escultor David Smith.

1931 En mayo expone 17 esculturas en la Galerie Le Centaure de Bruselas y a primeros de agosto, 22 en la Galerie de France de París, entre las que figuran El Arlequín y El beso.
Escribe el texto “Picasso et les Cathédrals”.

1934 Exposiciones individuales en la Galerie Percier y Galerie des Cahiers d’Art de París. Primera monografía dedicada a González en España, obra de Ricardo Pérez Alfonseca.

1935 Dorothy Dudley firma una artículo sobre la escultura de González en Magazine d’Art (Nueva York).El pintor y coleccionista americano A.E. Gallatin adquiere Deslumbramiento. (Personaje de pie), que expone en The Gallery of Living Art de Nueva York.

1936 Publica un texto sobre la escultura de Picasso en Cahiers d’Art coincidiendo con una muestra de este último en la galería homónima. Figura en la muestra Cubism and Abstract Art, celebrada en el MoMA. Este museo adquiere Cabeza para sus fondos.

1937 Se traslada con su familia a Arceuil, donde en 1933 se había hecho construir una casa-taller.
En mayo, exposición individual en la Galerie Pierre de París, y en agosto/septiembre participa en Origines et dévéloppement de l’art internacional indépendant. De Cézanne à l’art non figuratif, que tiene lugar en el Jeu de Paume y donde expone por primera vez Mujer ante el espejo.

1939-1940 Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la familia se traslada a Lasbuygues (región de Lot), donde residen durante casi un año. Trabaja en Hombre cactus I y Hombre cactus II (Mujer cactus).

1941 En otoño regresa a Arcueil, donde empieza a trabajar en el proyecto de la Montserrat gritando, de la que sólo llega a modelar la cabeza y los brazos.

1942 Muere el 27 de marzo en Arcueil, a los 66 años. Picasso, Zervos y Luis Fernández asisten a su entierro.

PUBLICACIONES

Coincidiendo con la organización de la antológica, se ha editado un catálogo que reúne los siguientes textos: El camino hacia la escultura (Elena Llorens Pujol); Julio González, primer maestro del soplete, en torno a la visión de David Smith (Carmen Fernández Aparicio); Volúmenes que hablan. Cabezas en piedra y cabezas en hierro: el diálogo entre lo abierto y lo cerrado y el rechazo a transmitir un significado (Penélope Curtis); González y Picasso: ¿una «amistad difícil»? (Brigitte Leal); Bajo el signo de Vulcano (Mariàngels Fondevila); Julio González. La pintura como noche oscura del alma (Narcís Comadira); Julio González: el escultor del hierro (Mercè Doñate); El espacio como forma (J. F. Yvars); «La Montserrat» y la fortuna crítica de González (Tomàs Llorens); y Julio González en la colección del IVAM (Consuelo Ciscar Casbán).

La publicación incluye también una cronología, bibliografía y reproducción de las obras expuestas.

Por otro lado,  el Museo Reina Sofía edita un libro coordinado, por Osbel Suárez, sobre la fortuna crítica de Julio González. En esta publicación se recopilan textos y escritos de la época, algunos hasta ahora inéditos como por ejemplo, el de la hija del artista, Roberta González, tras el fallecimiento de su padre, del escultor David Smith, Juan Eduardo Cirlot, Eusebio Sempere o el padre Alfonso Roic  entre otros.

ACTIVIDADES EDUCATIVAS:
El Departamento de Programas Educativos Museo Reina Sofía ha organizado tres actividades relacionadas con la exposición de Julio González. (ver actividades)

María Jesús Burgueño

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