Valles Pasiegos, el secreto de Cantabria

Cuando se habla de Cantabria la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de verdes prados de siega al pie de cabañas con techos de lastras de pizarra. Ubicados en el corazón de Cantabria, al pie de la cordillera que separa la meseta de la cornisa, y extendiéndose lánguidamente hacia lo que llaman La Marina, los Valles Pasiegos son para muchos la encarnación de Cantabria, su más pura esencia. En esta tierra se encarnó de manera harto peculiar el tradicional modo de vida ganadero de los pasiegos ante una tierra que  no ofrecía demasiadas alegrías para el cultivo, con una orografía dura con elevadas pendientes. La comarca de los Valles Pasiegos la componen tres valles, que aunque comparten muchas cosas, poseen su propia personalidad: son el de Miera, el Pas y el Pisueña. Un modo de vida, una cultura y unas tradiciones ahora más que nunca al alcance de todas los interesados, gracias a la reciente edición de la Guía Turística de los Valles Pasiegos, una iniciativa enmarcada dentro del Plan de Dinamización Turística de los Valles Pasiegos, que desarrolla la Mancomunidad de dicho nombre.

Y quien mejor como anfitrión y cicerone para explicar este hermoso paisaje que Ángel Sainz, presidente de la Mancomunidad de los Valles Pasiegos y dueño del restaurante La Venta de Castañeda, enmarcado por la carretera y por el camino de la antigua vía férrea, hoy senda para el cicloturismo y el paseo. En su casa se combate la crisis con trabajo en el que participa toda la familia. Hoy -entre semana- han dado sesenta comidas, que no está nada mal para los tiempos que corren. Su secreto, calidad, amor a la tierra y a los productos que ofrece y unos precios que no asustan al viajero. Lo mejor de la carta: La olla ferroviaria, una especie de fabada cántabra que se sirve tras cocer toda la mañana en una estufa de carbón y leña. Es sin duda el mejor sustento para empezar el camino.

Valle del Miera
Es el más oriental de los Valles Pasiegos, y el de aspecto más fiero y arriscado. A pesar de ello, cuenta con tempranos testimonios de ocupación, en parte debido a su naturaleza calcárea, que ha permitido que dichos restos pervivan protegidos en cavidades.

Efectivamente, son abundantes las cuevas que poseen en su interior restos del Paleolítico, caso de Rascaño, Piélago, Salitre o Sopeña. En la Cueva de Sopeña se han reproducido las pinturas del Salitre (las originales no son visitables por problemas de conservación), aprovechando el gran vestíbulo, que antaño fue hogar del enorme «Ursus Speleus», el oso de las cavernas. Esta iniciativa, a cargo del Prodercan, es una de las muchas que pretenden revitalizar la economía de la región incidiendo en la potencialidad del turismo rural.

Pero el interés no está sólo en el terreno, también en las especies  que lo habitan. Hace unos años un proyecto de recuperación ha permitido que el rebeco, especie ausente durante más de un siglo, haya vuelto a poblar las altas peñas de la zona de Mirones. Peñas generalmente desnudas debido a la brutal deforestación de que fue objeto esta comarca para alimentar la voracidad de la fábrica de cañones de La Cavada y Liérganes. A pesar de ello, en zonas inaccesibles perviven algunos hayedos, como el de La Zamina, o bosques de ribera a lo largo de todo el recorrido del río Miera. San Roque, Merilla o Miera son pueblos que aunque pierden población luchan por ganar su futuro. Bajando por el valle encontramos Liérganes, conjunto histórico-artístico que merece una parada para ver su puente romano y pasear por  sus calles con enormes muros que rodean cuidados jardines.

El declinar de la mencionada industria pesada de armamento se vio paliada por otra iniciativa que tendría gran importancia en el desarrolla económico y social de la comarca: los balnearios. Siguiendo la guía, podemos comprobar cómo la expansión del fenómeno se produjo a mediados del S. XIX, a pesar de que los vecinos conocían las propiedades de las aguas desde antaño. En 1844 se construiría la primera casa de baños, mientras que el Gran Hotel de Liérganes data de 1879.

Valle del Pisueña
El Pisueña supone un cambio con respecto al de Miera. De naturaleza mucho más abierta cuenta con un riquísimo patrimonio tanto civil como religioso. Tras el baño de naturaleza del Miera, en el Pisueña entramos en contacto con una historia construida a través de la vida cotidiana. Para poder disfrutar de esas pequeñas historias, qué mejor que un paseo por las calles de Esles, uno de los mejores conjuntos arquitectónicos de Cantabria.
En Villacarriedo nos aguarda el espectacular barroco del Palacio de Soñanes, aunque es el románico el que alcanza mayor esplendor en la comarca. A dicho estilo pertenece la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda (S. XII) que en la Edad Media fue un próspero enclave muy apreciado por los peregrinos que hacían el camino de Santiago. En realidad fue en torno a la misma donde se articuló el primer poblamiento del Pisueña. Posteriormente, la morfología del edificio ha evolucionado con el añadido de una nave lateral (S. XIII), una capilla perpendicular (S. XVII) y la capilla neoclásica y sacristía (S. XVIII).

De carácter más mundano (pero no menos bella) es la Casona de Ceballos, que reformada en el S. XVII es buena muestra del barroco civil montañés. El Palacio de Gómez-Barreda en Saro o la Iglesia de San Lorenzo en Llerana son otros jalones que nos guían a la gran joya del Pisueña: el Palacio de Soñanes. Construído en el primer tercio del S.XVIII, destaca su particular interpretación de los órdenes clásicos, sus fustes salomónicos, las gárgolas y acroteras. Y para finalizar, una visita a Nuestra Señora de Valvanuz (Selaya), patrona de los pasiegos, y donde el 15 de agosto se celebra una gran romería. Justo enfrente, se encuentra el Museo Etnográfico, un lugar perfecto para ahondar un poco más en nuestros conocimientos sobre estas gentes.

Allí cerca, en Santa María de Cayón, encontramos otras tres magníficas muestras del románico comarcal: la iglesia de San Andrés, San Miguel de Carceña (magnífico ejemplo de arquitectura rural) y Nuestra Señora de la Asunción.
Abandonando ya el Pisueña, la parada obligada es el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, que en sus más de 750 hectáreas alberga a más de mil especies animales de los cinco continentes en un terreno erizado por agujas calcáreas sacadas a la superficie por una intensa explotación minera que comenzó ya en época romana.

Valle de Pas
Y para el final, el valle que da nombre al conjunto. Y el primero que fue habitado, al menos por los restos que conocemos, algunos de hace 120.000 años. Buena muestra de ello se encuentra en el conjunto de cuevas de El Castillo, cronológicamente más reciente, y que cuenta con magníficas muestras de arte parietal. Otra visita inexcusable es la del Museo etnográfico de las Villas Pasiegas, en Vega de Pas. Aunque quizá sea más interesante aún caminar entre los cabañales en los que en la actualidad se sigue practicando la muda, viejo sistema de explotación del territorio tan acertado como duro.

De nuevo, la mano del hombre y la naturaleza se imbrican en un maridaje casi perfecto. Muchos, al acercarse por primera vez a estas tierras, tienden a creer que los exuberantes prados de altura son naturales, y no producto de siglos de duro trabajo. Pero la naturaleza sigue su propio curso al margen de la mano del hombre: el salmón y la trucha se enseñorean de los ríos, haciendo que sea un buen lugar para la práctica de la pesca.
La guía de los calles pasiegos ha sido nuestra gran aliado en este recorrido. Tras haber desglosado los encantos de los tres valles (con secciones especiales para los amantes del senderismo y los recorridos de BTT), un completo apartado nos mostrará todos los puntos de interés hotelero y hostelero donde reposar y reponer fuerzas. Asimismo, un breve cuadro nos informa de las diversas posibilidades para la práctica de turismo activo, así como los horarios y contactos para visitar las cuevas de los Valles Pasiegos.

Los valles pasiegos, en el corazón de Cantabria, son un destino turístico de calidad y tranquilidad en la naturaleza por su paisaje, singular y sorprendente, resultado de la interacción del hombre con la naturaleza durante más de cinco siglos; por sus pueblos tranquilos, como las tres villas pasiegas, con un estilo de vida pausado y tradicional, testimonio de la historia y la cultura pasiegas;  por las huellas de su pasado, sus casonas y palacios, símbolo de un esplendor lejano preservado por sus gentes como legado para el futuro; por su realidad para el disfrute del entorno rural: rutas y senderos verdes, paseos culturales, posadas y alojamientos, cabañas pasiegas, cuevas prehistóricas, deportes tradicionales… y una exquisita oferta gastronómica; por su situación estratégica, a un paso de Santander y de las playas de la costa cántabra y por sus gentes, auténticas y hospitalarias, que reciben al turista con sencillez y amabilidad.

Logopress - Editor

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