La dignidad del héroe anciano
Andrés Merino
Francisco Javier Castaños y Aragorri (1757-1852) pasó a la historia como el primer general europeo que venció en una batalla a las tropas de Napoleón. Cuando el 19 de julio de 1808 el nombre de Bailén se añadía a los libros de estrategia militar aún faltaban tres décadas para que Vicente López Portaña llevase al lienzo la digna imagen de un nonagenario que había recibido todos los honores y simbolizaba los esfuerzos patrios de la Guerra de la Independencia. Hasta el próximo 19 de junio, el retrato forma parte, junto a centenares de piezas, de la muestra “1808-1814. De súbditos a ciudadanos”, que conmemora el Bicentenario de la contienda en las galerías crucero del Museo toledano de Santa Cruz.
La obra es la demostración de que Vicente López fue el mejor retratista de ancianos del siglo XIX. El maestro se detiene con atención en las arrugas de la piel, en las que sabe fijar la huella de un pasado que ha roturado surco en una vida que ha de quedar plasmada en color. No menos habilidad mostró con las condecoraciones, de las que el capitán general luce aquí un auténtico muestrario. Quien posaba era un veterano de guerra, pero el artista llevaba más de treinta años siendo pintor de cámara, y no sólo un rico fondo granate llevaría esa especial impronta de representación cortesana. Además del Toisón de Oro, del que Castaños no luce collar pero sí un gran vellocino, veneras de las cruces como las de Carlos III o San Fernando ocupan su pecho, que es cruzado también por las bandas de las mismas. En el uniforme de capitán general no falta, lógicamente, el correspondiente fajín o el sombrero, que descansa sobre una mesa que apenas se atisba en la parte derecha. En todo caso, para el retrato hubo de lucir un uniforme prestado, pues donó el suyo propio y otras distinciones militares a la Virgen Patrona de Bailén en 1823. En todo caso, posó con las manos libres. De poco le servían ya. Una, enguantada en blanco, que quizá quiera recordarnos la energía del soldado rodeando, a duras penas, la empuñadura de la espada. La otra, desnuda y vencida por la artrosis, se retuerce en torno a otra empuñadura, la del bastón de la vejez. Una metáfora bien sencilla y concluyente de la sentencia de Cronos.
En la ficha correspondiente al catálogo de la muestra, José Domingo Delgado Bedmar ha situado la pintura del lienzo hacia 1848 y habla –extrañamente- de “homenaje postrero”, cuando Castaños vivió aún varios años más. Pero el retrato es el penúltimo que Vicente López realizó de forma completa, a caballo entre 1849 y 1850, como ya demostró José Luis Díez en su documentado estudio sobre el autor, “Vicente López. Vida y Obra”, publicado por la Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico en 1999. En el mismo describía “…es efigie cargada de sensación vital, precisamente por la absoluta verdad con que está reflejada la cansada figura del militar”. El Castaños de Vicente López es un hombre vencido físicamente por el tiempo, pero también un héroe que ha vencido a la historia, y el pintor ha sabido retratarle como tal. Un cuadro así es ya motivo suficiente para desplazarse a Toledo para visitar una exposición sobre aquellos personajes hombres y tiempos difíciles de nuestro pasado.
“El general Castaños”
Vicente López (1772-1850)
Óleo sobre lienzo (134 x 105 cm)
Colección Duque de Bailén. Toledo.
Exposición “1808-1814. De súbditos a ciudadanos”
Organizan: Sociedad Don Quijote (Gobierno de Castilla-La Mancha) y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales
Colabora: Caja Castilla-La Mancha (CCM)
Sede: Museo de Santa Cruz (Toledo), hasta el 14 de junio de 2009
Que grato y edificante es observar y analiza una Obra de Arte, magnífico retrato el del
General Castaño, cuando añadido vives la Historia y te impregnas plenamente de am-
bos, Arte e Historia.
Gracias Andrés Merino.
Saludos.
Gonzalo Cuesta.
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