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Un poco menos mortales…

 

Andrés Merino Thomas

 

El segoviano Torreón de Lozoya, sede las exposiciones de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, alberga hasta finales de mayo una singular muestra que recrea las claves del mecenazgo cultural hispánico en el siglo XVI, una etapa de auge de las artes a la que el visitante puede acercarse a través de una selección de obras, en su mayoría procedentes del Museo Arqueológico Nacional. Se trata de ochenta piezas artísticas representativas de ámbitos diversos, de las que hemos escogido una que reune con especial intensidad muchos de los rasgos que definen los cambios de mentalidad más significativos en la sociedad del Renacimiento. Nos referimos a la actitud ante la muerte, de la que es buen ejemplo la lauda sepulcral de los primeros marqueses de Las Navas, una plancha de bronce y oro vaciada, cincelada y dorada en 1566 por un artista de identidad hoy desconocida y ubicada bajo el altar mayor del convento de Santo Domingo y San Pablo en Las Navas del Marqués (Ávila).

 

La forma en que Pedro Dávila y Zúñiga y su esposa, María Enríquez de Córdoba, afrontaron su óbito y quisieron pasar a la posteridad es toda un tratado sobre el sentimiento espiritual y estético de la época. Don Pedro había prestado importantes servicios militares y diplomáticos en el reinado de Carlos V y los primeros años del de Felipe II. Cuando en 1560 falleció su consorte encargó la señorial lápida conjunta, que tardó tres años en concluirse. A nadie extrañó que recogiera ya su efigie, dispuesta como la de su consorte para el sueño eterno. Ambos, en posición yacente, perpetúan una imagen de serena complacencia en hornacinas definidas bajo arcos de medio punto. Descansan sus cabezas en ricos almohadones. Visten acordes con su posición social. Él, con armadura completa. Lujo en todo detalle. Es armadura de torneo, pero también traje de gala para ceremonias públicas. A sus pies, los guanteletes y el yelmo. Con ella, un rico vestido, tocado español. En su pecho luce un joyel, sin duda regalo conyugal o pieza de la dote nupcial. Y un detalle fundamental que aleja la composición de las estructuras iconográficas sepulcrales medievales: los cónyuges unen una de sus manos, como unidos hacen frente a la muerte y unidos desean ser recordados. Las otras dos descansan sobre sus respectivos pechos, símbolo de honor perenne.

 

El marqués de Las Navas no murió hasta 1567, cuando el Renacimiento ya había desplegado plenamente su renovada visión en torno a la imagen de la muerte. Si el la Edad media había subrayado una concepción efímera de la vida humana, el siglo XVI aportó un vital deseo de dejar huella, de perpetuar recuerdo. Es el momento de los donantes en iglesias, de ostentosas sepulturas y lápidas que recogen hazañas y gestas. De efigies y laudas. Cada detalle de la de los marqueses de las Navas no fue escogido al azar. Incluso el querubín que extiende sus alas sobre los esposos en la parte superior, mensajero e intercesor ante Dios, fue cincelado para proteger eternamente el alma de los esposos, que aguardan con facciones serenas, casi ajenas a cualquier discusión sobre expresividades o hieratismo. Ellos han superado esas cuestiones. Al encargar su lauda sepulcral atravesaron ya hace siglos el umbral de la historia del arte.   

 

 

“Lauda sepulcral de los primeros marqueses de Las Navas”

Anónimo (1566)

Bronce y oro. Vaciado, cincelado y dorado (221,5 x 111 cm)

Las Navas del Marqués. Ávila

 

Exposición “Mecenazgo y poder en la España del siglo XVI. Colecciones del Museo Arqueológico Nacional

Organiza: Ministerio de Cultura

Colabora: Caja Segovia. Obra Social y Cultural

Sede: Salas de Exposiciones de Caja Segovia. Torreón de Lozoya. Plaza de San Martín, 5. Segovia. Entrada gratuita. Hasta el 31 de mayo de 2009

 

1 COMENTARIO

  1. Gracias por este análisis preciso, delicado e ilustrado, del Laude y del tema del
    mecenazgo español del Siglo XVI.
    Gonzalo Cuesta.

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