El Reina Sofía se ha convertido en el teatro que acoge el espectáculo que Juan Muñoz deseó “Me gustaría que el espectador pudiera entrar en la obra de arte como un actor entra en su propia escena… Me gustaría que quien acude a una exposición, ya sea en un museo o en una galería, se comportara como lo haría un actor, un actor inmóvil”.
Del 21 de abril al 31 de agosto
El Museo Reina Sofía dedica a Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001) la retrospectiva más completa organizada sobre el artista hasta la fecha, dentro y fuera de España. La exposición, que se puede visitar hasta el 31 de agosto, ha sido inaugurada por la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, quien visitó la exposición «Juan Muñoz. Retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía» acompañada por la presidenta del Patronato del Museo, Pilar Citoler; el director del Museo, Manuel Borja-Villel; la comisaria general de la exposición, Sheena Wagstaff; la comisaria en el Reina Sofía, Lynne Cooke; el director gerente de la Fundación Santander, Javier Aguado; la artista Cristina Iglesias; la presidenta de SEACEX, Charo Otegui y el director de la Tate Modern, Vicente Todolí, entre otras personalidades.
Se trata de hacer un recorrido por los diferentes momentos artísticos de Juan Muñoz, desde sus primeras obras, realizadas a comienzos de los ochenta, en las que la ausencia de personajes no omite la presencia humana, hasta sus últimos trabajos realizados en 2001.
Entre las primeras figuras de Muñoz aparecen los acróbatas de madera con miembros articulados, pequeñas bailarinas de manos en forma de campana o de tijera, cuya parte inferior está encajada en moldes bulbosos semiesféricos, y muñecos de ventrílocuo; todos ellos necesitados de un «maestro» que los mueva y anime. Unos años después de Tierra baldía, en 1993, Muñoz creó Stuttering Piece (Pieza tartamudeante) en la que aparecen dos estatuillas sentadas sobre bancos de cartón dotadas de voces mecánicas, pero cuya «conversación» se ve alterada por la disfunción del habla de una de ellas. En el 94 Muñoz creó una versión más humana del muñeco, dotándolo de medios para hablar a través de una lengua mecánica; la obra se titula Ventriloquist Looking at a Double Interior (Ventrílocuo mirando un doble interior) 1988-2000 y representa un enigma de doble sentido que resuena entre la ubicación material de la pieza y las invisibles líneas de puntos de sus «proyecciones» auditiva y visual.
En su primera exposición individual, celebrada en 1984, Juan Muñoz incorporó a diversas obras unas orejas sin cuerpo hechas de madera. Durante la década siguiente las orejas encontraron un equivalente metafórico en varias piezas con tambores. La primera de ellas, presente en la muestra, Wax Drum (Tambor de cera), de 1988, se realizó el mismo año que Ventrílocuo mirando un doble interior. Diez años después, Muñoz eligió entre una serie de fotografías de sí mismo otra imagen en la que aparecía vestido de tamborilero, con zapatillas de lona blanca y tirantes, y escribió a mano «Self–Portrait» (Autorretrato) sobre la foto. La obra recordaba la novela de Günter Grass El tambor de hojalata.
Otro asunto recurrente en la obra de Muñoz y que queda patente en la muestra es el personaje del enano. Aparece por primera vez en The Prompter (El apuntador), de 1988. Como más tarde recordaría el artista, “Desde el principio, mis figuras (enanos, muñecos de ventrílocuo) tenían una orientación conceptual.
Al recorrer la exposición se observa pues que su trabajo está lleno de figuras de presencia física extraordinaria: marionetas, acróbatas, humanoides animados electrónicamente, muñecos de ventrílocuos, enanos, bailarinas y personajes identificables del Oriente próximo y lejano, como Turquía y China, todos ellos asociados tradicionalmente con la historia de la magia antigua y con las artes de la ilusión; Muñoz juega deliberadamente con la idea histórica y prototípica que se ha tenido en Occidente de lo exótico.
A comienzos de los noventa el artista comienza a trabajar en una serie de «escenas de conversación», que para algunos se han convertido en sus obras más emblemáticas. Como se puede observar en la muestra, las escenas se componen de figuras anónimas, de rasgos genéricos y despersonalizados, que se reúnen con actitudes que muestran su interacción con los demás.
A mediados de la década de los noventa algunas de las figuras de Muñoz cobran una forma más humana, y sus piernas, aunque todavía carecen de pies, se liberan de sus pesados lastres. Vaciados a partir de un busto cerámico de estilo Art Nouveau, todos sus personajes tienen una fisonomía parecida de rasgos asiáticos y expresiones que apuntan a la carcajada.
Aparece también con frecuencia en la obra de Juan Muñoz el espejo, instrumento recurrente para expresar alteridad. Es el caso de Staring at the Sea (Mirando fijamente al mar), de 1997-2000 y One Figure (Una figura), de 2000, uno de sus últimos trabajos. Muñoz había manifestado: “En ocasiones, mis personajes se comportan como un espejo que no puede reflejar. Están ahí para decirnos algo sobre nuestra mirada, pero no pueden hacerlo, porque no nos permiten vernos a nosotros mismos”.
Por otra parte, en la muestra se presentan tres piezas sonoras: A man in a Room Gambling (Un hombre en una habitación apostando), 1992-1997; Building for Music, (Edificio para la música) 1993, – pieza de veinte minutos que fue creada para ser transmitida en una emisora local- ; A Registered Patent: A Drummer Inside a Rotating Box (Tamborilero dentro de una caja giratoria) 2001-2002.
Obras tan significativas de la última época como Derailment (El descarrilamiento) de 2001 o Two Seated on the wall with Small Chair (dos sentados en la pared con silla pequeña) del mismo año, Hanging Figure( Figura colgada) completan la exposición.
El artista y su lenguaje
Durante casi veinte años Juan Muñoz creó, a través de su personal lenguaje, un corpus de una excepcional narratividad con referencias múltiples a la historia de la cultura occidental. Lo que se ve no es lo que parece: desde sus balcones deshabitados se observa lo que pasa en los espacios de la mirada; sus pasamanos sin destino llegan, incluso, a causar dolor al introducir elementos relacionados con la violencia, como los cuchillos; la reminiscencia del Barroco se evidencia en los suelos ópticos que juegan con la arquitectura de Borromini en edificios tan significativos como el Palazzo Spada, de Roma, enmarcando y escenificando al personaje que los transita para hacerlo actuar; y las figuras suspendidas en el aire nos remiten a la trapecista representada por Degas, mientras que los grupos de numerosos personajes se contemplan como en el teatro de máscaras desnudas de Luigi Pirandello.
Para la realización de sus obras, Muñoz se alimentaba de fuentes literarias, arquitectónicas, mitológicas, filosóficas, musicales, cinematográficas, poéticas y teatrales, así como de elementos de la historia de la magia y el ilusionismo.
El artista sentía especial atracción por el misterio, las ilusiones y el urdir relatos que sirvieran para entablar una partida psicológica con el espectador. Fruto de esta tendencia son los dibujos de gran tamaño que, realizados con tiza blanca sobre tela de gabardina negra, representaban habitaciones oscuras. Por otra parte algunos de sus textos tenían que ver con el estilo literario y la prosa simbolista de Jorge Luis Borges. Al igual que éste, Muñoz conjugaba el interés por su tierra natal con una perspectiva cultural mucho más amplia, mezclando realidad con ficción.
En el año 2000 recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas y en junio del 2001 inaugura la muestra «Double bind» en la Tate Modern de Londres, siendo el segundo artista invitado para las «Unilever Series»(después de Louise Bourgeois) y el primer español en ocupar y transformar el impresionante espacio de la Sala de las Turbinas. Muere prematuramente durante unas vacaciones en Ibiza a la edad de 48 años, en el momento más álgido de su productiva carrera, a punto de inaugurar una retrospectiva en el Hirshhorn Museum de Washington DC.
Paralelamente a la muestra, el Museo Reina Sofía y la editorial Turner han editado un catálogo que con el nombre Permítaseme una palabra… Juan Muñoz nos adentra, a través de más de 160 imágenes en las esculturas, instalaciones, dibujos, obras radiofónicas y escritos del artista. La publicación, además recoge una selección de textos de Lynne Cooke, Subdirectora General de Conservación, Investigación y Difusión del Museo Reina Sofía y comisaria de esta muestra, Sheena Wagstaff , Conservadora Jefe de la Tate Modern y comisaria general de la exposición; Luc Sante, escritor y profesor de Escritura e Historia de la Fotografía en el Bard College; Adrian Searle, critico de arte de The Guardian y profesor en el Royal College of Art de Londres; Alberto Iglesias, músico y colaborador de Juan Muñoz; Jan Avgikos, historiadora de arte y crítico y Justo Navarro, escritor, traductor y periodista.
Actividades paralelas
Con motivo de la publicación del libro: Un truco de salón. Escritos de Juan Muñoz, el día 23 de abril (día del libro) habrá un encuentro entre Lynne Cooke y Adrian Searle donde se conversará sobre los escritos del artista, aspecto poco estudiado pese al protagonismo de lo narrativo y literario en su producción. (Auditorio 200. Edificio Nouvel. 17:30 h)
Por otro lado, dentro del ciclo: Objetos de discordia, territorios en disputa. Los debates de la escultura en el siglo XX, que ha sido organizado por el Museo, el 18 de junio tendrá lugar una conferencia a cargo de la comisaria de la exposición, Lynne Cooke, bajo el título: Juan Muñoz. Sculpture material and inmaterial [Juan Muñoz. Escultura material e inmaterial].
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