Carlos IV Mecenas y coleccionista, en el Palacio Real de Madrid

Patrimonio Nacional, y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, bajo la coordinación del Ministerio de Cultura celebran el año de Carlos IV para dar a conocer una faceta de su vida ignorada pero de gran relevancia artística. Para ello desde el veintidós de abril hasta el diecinueve de julio presentan la Exposición Carlos IV Mecenas y Coleccionista, en los Salones Génova del Palacio Real de Madrid. La exposición fue presentada por Yago Pico de Coaña, presidente de Patrimonio Nacional; Soledad López, presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), adscrita al Ministerio de Cultura, y los comisarios Javier Jordán de Urries y José Luis Sancho.

Carlos IV tuvo gran sensibilidad artística, era un gran aficionado a la música -fue el monarca que adquirió la extraordinaria colección de Stradivarius- y su mecenazgo fue tal que muchas obras de arte y piezas que podemos contemplar en esta muestra se deben a los encargos que realizó a lo largo de su vida. La actividad como mecenas de Carlos IV ha sido muy poco valorada hasta este momento. La organización de un acontecimiento cultural de estas características resalta la importancia que tiene este Monarca como impulsor del arte cortesano de la época. De su mano las artes decorativas en España alcanzan el mismo o superior nivel que los países europeos de su entorno.

Carlos IV fue un monarca buen conocedor de las artes y entendido coleccionista de pintura que desarrolló estas aficiones en sus años de príncipe y siendo Rey de España. Ya en el exilio en Roma retomó esta faceta.La gran sensibilidad de Carlos IV para las bellas artes, su “buen gusto” y tentativas personales en la práctica de alguna de las artes, su afición a la música, le sitúan por encima de otros monarcas de la Casa de Borbón y le ponen al nivel de los grandes soberanos mecenas de las artes: Felipe II y Felipe IV.

Conmemorar su perfil de mecenas y coleccionista es un objetivo que ha despertado la ilusión de los expertos e investigadores y que permitirá mostrar al público un importante legado artístico. La exposición está dirigida a ensalzar las facetas más relevantes de Carlos IV, su mecenazgo artístico y coleccionismo. Incluye la muestra dedicada al entorno del monarca; ciclos de conferencias en el Palacio Real de Madrid; conciertos musicales en Madrid y Aranjuez, -con el cuarteto Stradivarius comprado por él-; la publicación de diversas monografías relacionadas con el monarca y sus “Sitios Reales”, y a la oportunidad de subrayar las obras de restauración emprendidas por Patrimonio Nacional sobre importantes bienes creados por Carlos IV, como las Casitas de El Escorial, El Pardo y la Real Casa del Labrador.

Esta exposición se puede calificar de novedosa porque no existe monografía alguna sobre el tema –desde la publicada por el profesor Junquera hace casi treinta años– ni mucho menos se le han dedicado exposiciones. También es inusual en España el enfoque del arte como instrumento de representación del poder dentro de la cultura cortesana. Importante porque, tanto si se considera la pintura –y no sólo Goya– como el esplendor de las artes decorativas –importadas y producidas en la corte–, el periodo de Carlos IV es uno de los más ricos en el arte español de la Edad Moderna. Carlos IV merece especial atención como mecenas de las artes.

También esta exposición resulta oportuna por las restauraciones integrales de las “casitas” de Carlos IV llevadas a cabo por Patrimonio Nacional, que enriquecen e ilustran el proyecto expositivo de manera excepcional. Las pinturas, esculturas, mobiliario, libros, dibujos y estampas, sedas, alfombras y tapices, piedras duras, piezas de bronce, porcelana, relojes y marfiles, darán en su variedad y riqueza cumplida imagen de Carlos IV y sus gustos, poniendo de manifiesto las inquietudes artísticas del monarca.

Los retratos del Rey, el ambiente en el que se formó –en el Reino de Nápoles y España–, las novedades francesas y la vuelta a la Antigüedad clásica, los proyectos decorativos encargados en Francia e Italia para sus “casitas” en El Escorial, El Pardo y Aranjuez, sus artistas –Villanueva, Goya, doradores y bordadores– y, en fin, las obras realizadas para Carlos IV y María Luisa de Parma, encuentran su lugar en las Salas del Palacio Real con un discurso coherente que explica cada uno de los aspectos del mecenazgo artístico y coleccionismo del Rey. El catálogo de la exposición tendrá una doble relevancia, pues no solo funcionará como catálogo de la muestra, sino que además será el catálogo permanente de la colección de Patrimonio Nacional, que hasta ahora no ha sido publicado. En este sentido, es especialmente relevante el trabajo de investigación de por los conservadores de Patrimonio Nacional, así como la campaña fotográfica realizada.

A esta exposición durante el año 2009 le seguirá “Colección de bronces de Carlos IV”, prevista para el otoño. Coincidiendo con los periodos de apertura de ambas exposiciones se realizarán sendos ciclos de conferencias en primavera y otoño, que permitirán la intervención de expertos de distintas instituciones. Estas conferencias se coordinarán con la publicación de las monografías y con la organización de visitas especiales a las Casitas del Labrador y del Príncipe en El Pardo, recientemente restauradas y recuperadas por Patrimonio Nacional. Esta muestra, organizada por Patrimonio Nacional y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, ordenada cronológica y temáticamente se compone de 180 piezas, de las cuales 118, alrededor de un 70 por ciento, pertenecen a fondos de Patrimonio Nacional.

Los comisarios de la Exposición Javier Jordán de Urríes, conservador del Real Sitio de Aranjuez, y José Luis Sancho, historiador de Patrimonio Nacional, resaltaron en la presentsción de esta muestra singular que el monarca realizó muchos de los encargos a los Talleres Reales, como la decoración de los Salones Gasparini del Palacio Real de Madrid, lo que  impulsó y potenció de forma especial la actividad de los mismos. La colaboración de otras entidades españolas y extranjeras como el Museo de la Casa de la Moneda, el Instituto Geográfico Nacional, el Museo Nacional del Prado, el Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional o la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, el Palazzo Reale di Caserta y la Gallería Nazionale de Parma de Italia, han permitido que en esta muestra se puedan admirar muchas y relevantes piezas que de otro modo no sería posible contemplar si no es con motivo de una conmemoración como ésta.

La Formación del Príncipe es el tema al que se dedica la primera sala. Encontramos aquí varios retratos entre los que destaca Carlos III, Rey de España, de Mariano Salvador Maella o la obra de Anton Rafael Mengs María Amalia de Sajonia y Carlos Antonio de Borbón, príncipe de Asturias. Piezas de marfil como La Modestia y el Desengaño que habitualmente se exponen en La Casita del Príncipe del Real Sitio de El Escorial y documentos como el Índice de la Librería del serenísimo señor D. Carlos Antonio Príncipe de Asturias  que se encuentra depositado en la Real Biblioteca.

En la sala segunda se exponen piezas siendo ya Príncipe de Asturias el primogénito de Carlos III. Un total de diez óleos, entre los que destacan obras de Mengs, Bayeu, o Mariano Salvador Maella, bronces de Luigi Valladier resaltando los que representan los templos de Flora, Minerva  y Mercurio, y uno de los violines realizado en 1709 por Antonio Stradivarius y que pertenece a la Colección Palatina.

La tercera sala propone una actividad centrada en un ámbito más privado: la religiosidad. Aquí encontramos un total de once obras entre altares y bronces de esta temática y el Oratorio Portátil de los Príncipes de Asturias realizado por Francisco Bayeu en su parte pictórica, Juan López de Robredo como bordador y José López como ebanista.  También de Bayeu destaca el Boceto del fresco para el presbiterio del Oratorio de Carlos IV en el Palacio Real de Aranjuez.

La siguiente sala recoge aspectos constructivos y decorativos que se relacionan con el Palacio de El Pardo como el Alzado principal del Real Palacio de El Pardo, planos como el de la Planta del Piso principal o los tapices La feria de Madrid y El quitasol confeccionados en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, según los cartones diseñados por Goya.

En la quinta sala, dedicada a las Casas de Campo del Príncipe en el Escorial y El Pardo, se exponen los diseños realizados por Jean Demosthène Dugourc para la decoración de la Casita de El Pardo, o piezas de mobiliario como las consolas de Vicente Gómez , diseñador, José López, ebanista, y Tomás de Castro, tallista, que realizaron muchas y bellas piezas para su amueblamiento. También podemos contemplar un Reloj de Jaula realizado en bronce dorado, esmaltes y porcelana que se encuentra habitualmente en el Palacio de El Escorial.

La sexta sala aborda la Colección de Pintura del Príncipe. De las trece obras expuestas se pueden destacar El Políptico de Isabel la Católica, obra de Juan de Flandes con escenas sobre La Multiplicación de los Panes y los Peces, la Cena en Casa de Simón el Fariseo o el Descenso del Limbo; de Bartolomé Esteban Murillo El Martirio de San Andrés un óleo procedente de los fondos del Museo del Prado.

El recorrido de la Exposición continúa en la sala que contempla la influencia francesa con piezas decorativas como candelabros, jarrones de Sévres, relojes, pantallas de chimenea, obras de reputados broncistas o relojeros como François-Louis Godon. Por su parte Xavier Hindemeyer y Pierre Auguste Forrestier, ebanista y broncista, respectivamente, son los autores de la silla expuesta que decora  la Real Casa de El Labrador de Aranjuez.

Una de las tendencias de la época era la vuelta a los clásicos, o cultura anticuaria. En la sala octava como exponente de este gusto por lo antiguo nos encontramos con trece piezas que abordan temas mitológicos o pompeyanos: libros, porcelanas de la Fabrica del Buen Retiro y colgaduras.

La costumbre de la realeza de utilizar la iconografía para divulgar su imagen de gobernantes es el tema al que se dedica  la novena sala. Podemos contemplar  unos retratos de Carlos IV y de su esposa María Luisa de Parma, obras de Mariano Salvador Maella, óleos que están depositados en el Monasterio de La Encarnación y que para esta ocasión se han trasladado desde su ubicación habitual. De Francisco de Goya podemos contemplar otros dos retratos de los soberanos procedentes de la Real Academia de la Historia y de Agustín Esteve una copia de los retratos de Goya antes citados realizados en lápiz negro sobre un papel agarbanzado procedente de la Calcografía Nacional.

En la décima sala de la exposición encontramos piezas muy destacadas del arte cortesano y que en su mayoría están depositadas en las Casas del Recreo del Rey. Sobresalen piezas de mobiliario: banquetas, sillas una rinconera, relojes y esculturas que habitualmente decoran las Casitas y el Palacio Real de Madrid.

La última y undécima sala se divide en dos partes. En la primera nos encontramos con el máximo exponente del Arte de Corte que se realizaba en la época de Carlos IV: Óleos de Francisco de Goya, el Milagro de San Antonio y La Gloria, bocetos realizados para la decoración de la Cúpula de la Ermita de San Antonio de La Florida. Piezas textiles como colgaduras, cortinas, sobremesas en cuya confección y diseño participaron reputados artífices o un piano obra de Francisco Flórez. La segunda parte muestra las obras que Carlos IV encargó en su etapa de exilio en Roma.

El catálogo con motivo de la Exposición está editado conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. En él encontraremos interesantes artículos de los Comisarios: “El gusto de Carlos IV en sus casas de Campo” de Javier Jordán de Urríes y de la Colina y el de José Luis Sancho, “Las artes en la corte de Carlos IV y María Luisa”. Por su parte Pilar Benito, conservadora del Palacio Real de Madrid escribe sobre las artes textiles en su texto “Fiebre de seda en los palacios de Carlos IV” y José de la Mano nos ilustra sobre la iconografía en su artículo “Hacia las parejas reales de Goya: Evolución de la iconografía oficial de Carlos IV”. Incluye asimismo breves estudios redactados por los comisarios sobre cada sección que comentan las correspondientes piezas. Las fichas técnicas están realizadas por los comisarios, conservadores de Patrimonio Nacional y especialistas de arte.

Palacio Real de Madrid
Del 22 de Abril al 19 de Julio de 2009.

Fotografías

161. Carlos IV, de espaldas, 1818
Juan Bauzil.
Óleo sobre lienzo, 28 x 21 cm.
El Escorial, Casa de campo del Príncipe, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10033108.
Esta extravagante imagen que siluetea la fisonomía de Carlos IV,aún de espaldas,resulta inconfundible. Sin embargo, Juan Bauzil, antiguo pintor de cámara de miniatura del rey, hubo de ejecutar esta efigie apelando a su memoria visual, o inspirándose en retratos goyescos del monarca, pues la imagen está fechada y dedicada a su hijo Fernando VII el 8 de diciembre de 1818, un mes y once días antes de que el Rey padre falleciese en Nápoles. Este conmovedor retrato nos evoca la situación vital de Carlos IV en el exilio, al tener que abandonar precipitadamente los amados palacios y las preciadas posesiones de sus casas de campo que tanto se preocupó de alhajar, tras la abdicación y precipitada partida del Real Sitio de Aranjuez en 1808

12. Carlos Antonio de Borbón, príncipe de Asturias, 1766

Anton Raphael Mengs.
Óleo sobre lienzo, 152 x 110 cm.
Inscripciones: «963.» pintado en rojo en el ángulo inferior derecho.
Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. P2188.
El joven príncipe de Asturias, recién desposado con su prima María Luisa de Parma, fue retratado durante la jornada primaveral de 1766 por el pintor de cámara Anton Raphael Mengs en un idílico paraje identificado en 1781 por José Merlo con «un puesto fijo de los cazaderos de Aranjuez a las orillas del Tajo». La reconocible fisonomía del futuro monarca se muestra dulcificada por la juventud –contaba tan sólo diecisiete años–, y por la idealización noclásica de los pinceles de Mengs, quien tras una fulgurante carrera como pintor de cámara de la Corte de Sajonia, pasaría en 1761 al servicio de Carlos III, introduciendo la novedosa serena belleza de lo clásico en el ambiente artístico de la corte española. Este retrato de caza del Príncipe reúne las características del concepto de la Majestad propia de los Borbones, y presenta, a su vez, la afición por la actividad cinegética y la vida campestre que el futuro rey mantendría toda su vida.

27. Violín, 1709
Antonio Stradivari.
Madera de abeto y arce, con incrustaciones de pasta de ébano y marfil,
35,2 (+ 24,3) x 20,5 x 5 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10076030.
La afición del Príncipe de Asturias por la música de cámara requería dotar a la Real Cámara de Instrumentos de Arco con los ejemplares más refinados de toda Europa. Los instrumentos de cuerda fabricados por Antoni Stradivari (1644-1737) eran los más codiciados en los salones del siglo XVIII,debido al virtuosismo irrepetible de su sonoridad. El denominado Cuarteto Real formaba parte del conjunto que el legendario violero cremonense fabricó con la fallida intención, según la crónica contemporánea, de ofrecérselos a Felipe V durante las campañas italianas de la Guerra de Sucesión.Atesorados en el taller del maestro durante decenios, finalmente ingresaron en las colecciones reales españolas en 1772, adquiridos para el príncipe don Carlos Antonio. El instrumento supondría un placer para los oídos y un deleite para los ojos del Príncipe,
pues presenta un refinado repertorio ornamental inhabitual en los instrumentos de su época, realizado con un fileteado de perlas y rombos de marfil incrustados sobre pasta de ébano, inspirados en motivos de roleos, grifos y animales fantásticos de raíz italiana.

34. Dessert, 1778
Luigi Valadier.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional; y Madrid, Museo Arqueológico Nacional.
Las importantes necesidades suntuarias del Príncipe eran cubiertas por una auténtica red de embajadores y agentes de compras atentos a las últimas novedades y tesoros rescatados en las almonedas de toda Europa. El Conde de Aranda adquirió para el Príncipe en 1786 este magnífico dessert, obra del diseñador adornista de origen francés Luigi Valadier. El tablero, de mármoles de colores e incrustaciones de piedras duras, se sostiene por leonas de bronce y presenta una figuración de templos y arcos romanos de piedras semipreciosas que reproduce en miniatura la monumental perspectiva de un foro romano. La pieza se convirtió en una de los favoritas del ya coronado rey Carlos IV, pues le acompañaba de continuo en las jornadas reales.

67. Consola, 1792-1794Manuel Muñoz de Ugena (diseñador), José López (ebanista),Tomás de Castro (tallista) y Manuel Pérez (pintor).Madera de peral torneada, tallada,policromada y dorada, tablero de mármol pulimentado de cantera leonesa; 88,5 x 106 x 59,5 cm.El Pardo, Casa de campo del Príncipe, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10079246.Esta consola pertenece al conjunto de mobiliario concebido unitariamente para el Gabinete de las fábulas de la Casa de campo del Príncipe en El Pardo. Los muebles fueron elaborados por el ebanista de cámara José López según diseños del pintor-decorador Manuel Muñoz de Ugena; la policromía, «imitando el natural de cada cosa», otorgaverosimilitud y esplendor a los motivos florales y vegetales que aún perduran en la decoración,que se completaba con carretas de bueyes,grupos de aves,frutas y hortalizasen la chambrana. Esta complacencia en los motivos de la naturaleza tiene su origen en los propios gustos personales del Rey y en la prevalencia de las ideas rousseaunianasque propugnaban un regreso a la pureza de los orígenes y una vuelta al hombre natural. El exquisito mobiliario de esta sala armoniza temáticamente con la colgadura de seda y el arrimadero que presenta delicadas escenas moralizantes inspiradas en las fábulas de La Fontaine.

69. Reloj en forma de jaula, último cuarto del siglo XVIII
Anónimo.
Bronce, oro, esmalte, porcelana, pluma, metal; cincelado, dorado, esmaltado, fundición.
47 x 28 x 28 cm.
San Lorenzo de El Escorial, Palacio de los Borbones, Patrimonio Nacional. inv. n.º 10032143.
Una de las pasiones de Carlos IV como coleccionista fue su afición a componer maquinarias de relojes y otros aparatos para medir el tiempo, complicadas labores de artesanía mecánica con las que entretenía sus horas íntimas. La Casa de Borbón, acorde con los tiempos ilustrados, no concebía el trabajo artesanal y la elaboración de bellas manufacturas como algo indecoroso e impropio de príncipes, actitud que impulsó la
creación de las Reales Fábricas madrileñas. Los relojes-jaula con autómatas simulando pájaros en su interior se pusieron de moda a finales del siglo XVIII, siendo los ejemplares más característicos producto de artífices suizos. Está documentado que en 1786 se adquirió a un comerciante de Madrid para el Príncipe de Asturias «una jaula con un canario y movimiento y música». Esta adquisición podría corresponder a este reloj que reúne tres de las cualidades distintivas de la personalidad y gustos del Rey: la curiosidad por el mecanismo, la admiración por la belleza intrínseca de la pieza y el gusto por la ornitología.

106. Silla de brazos, 1801
Real Taller de Ebanistería y Gabriel Blanco (tallista).
Caoba, limoncillo, ébano y boj, y sedas modernas, 91 x 60 x 48 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10003353.
El hallazgo arqueológico de las ruinas de Herculano y Pompeya poco antes de la venida a España de Carlos III, impuso una novedosa lectura de la Antigüedad clásica que revolucionó el gusto en las cortes europeas e influyó decisivamente en la conformación del gusto del joven Príncipe en su etapa napolitana.Los repertorios de estampas recogidos en Le antichità di Ercolano esposte (Nápoles, 1757-1792) y en otros conocidos álbumes, recogen motivos que se verán continuamente reflejados, sobre todo, en las decoraciones de las casitas de campo del Príncipe en los Sitios Reales de El Escorial y El Pardo, y en la Real Casa del Labrador de Aranjuez, erigida ya siendo rey; a ésta última pertenece la silla de maderas finas que formaba parte de un conjunto unitario de mobiliario destinado al Salón grande. La forma del respaldo evoca el klismós griego y la marquetería de su adorno, con escenas de juegos de niños, es una reinterpretación de los preciados motivos anticuarios que acompañaron a Carlos IV en sus entornos íntimos hasta el final de su reinado.

156. Silla de manos de la reina María Luisa de Parma, 1795
Talleres Reales.
Carpintería, ebanistería, escultura, dorado, tejido y pasamanería, 163 x 78 x 100 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10008050.
Esta silla de manos encargada en 1795 por la reina María Luisa para prestarle servicio en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, fue la última en su tipología realizada para la Casa Real española. La preciosista decoración de la caja está realizada con maderas finas intarsiadas, cuyo estilo se ha relacionado con la sala de maderas finas en el Palacio de los Borbones del complejo escurialense.Destacan en el singular ornato las dos esfinges de talla dorada que soportan la silla y las placas de metal dorado en los laterales que presentan asuntos mitológicos. El tapizado original del interior se conoce por los documentos como «al estilo del día», con galón de seda bordado, imitando los motivos de taracea exteriores; el interior actual, revestido de terciopelo y galón de plata, pertenece a una restauración posterior efectuada en 1816.

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