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Caligrafías y signos

 

Andrés Merino Thomas

 

Mon Montoya nació en Mérida en 1947, cuando no se había inventado la noción de “expresionismo sígnico” con la que ahora los especialistas definen su obra. Cuando hace más de tres décadas se estableció en Palazuelos del Eresma, tampoco muchos le preguntarían cada mañana si se planteaba en qué medida Paul Klee, Joan Miró o Antoni Tàpies influirían en su labor creativa de ese día. Pero que su vida ha sido una labor de búsqueda es algo innegable, y que ahora cuesta, y mucho, clasificar su trabajo, también. Una veintena de sus dibujos y pinturas, realizados entre 1998 y 2009, componen la exposición “El árbol del rescate”. De su deriva hacia la abstracción, que culminó durante la década de los ochenta, hemos escogido una pieza muy especial, “Jardín de olvido lleno de flores”.

 

Sobre una tela de gran formato y aplicando técnica mixta, Montoya nos propone lo que podríamos denominar un ejercicio de “signación” cromática. Es difícil adivinar qué color compone un fondo, o habría constituido el fondo sobre el que se construye un mensaje cifrado con signos. No es un problema menor, porque detectar un signo supone aceptar la presencia de un lenguaje. El lienzo aparece ante el espectador casi como un compendio de mensajes cruzados de intenso contenido psíquico. No es ya una pintura conceptual, sino una ráfaga de mensajes sin fin. Y si hay una carta, hay remitente y destinatario. El pintor ha parcelado minuciosamente, a modo de jardín francés, cada rojo paralelogramo con delgadas líneas blancas. El negro grosero no es la naturaleza libre de la campiña británica. ¿O es el olvido? ¿La desmemoria de qué hecho, de qué persona, de qué idea?

 

Como nos recuerda el catálogo de la exposición, Jesús Mazariegos habla de una “caligrafía líquida, alfabeto pictórico”. Mon Montoya sabe bien que hay un lenguaje incluso para el olvido. E incluso en el no recuerdo hay sitio para un jardín. En todo jardín hay, o debería haber, flores. He ahí el problema del lienzo. Las flores son quizá los mensajes cruzados. O los cuidados trazos en rojo encerrados en celdas bien definidas por el blanco. ¿En qué momento el negro de un no olvido irrumpió en la composición? ¿Cuándo traicionó el pintor su idea primigenia? Porque hubo una idea. Pero algo la modificó. Quizá una llamada, una noticia. Una mirada. Un acontecimiento. Algo pasó. Y ese “Jardín de olvido lleno de flores” fue distinto. Aunque, pensándolo bien… cosas así suceden con toda gran obra de arte.

 

 

“Jardín de olvido lleno de flores”

Mon Montoya (2004)

Técnica mixta sobre tela (200 x 300 cm)

Colección del artista

 

Exposición “El árbol del rescate

Patrocina: Caja Segovia

Sede: Círculo de Bellas Artes de Madrid (C/ Alcalá, 42. Madrid)

Del 4 de abril a 24 de mayo de 2009