Cultura que pudo ser
Andrés Merino Thomas
Los acontecimientos políticos que jalonaron el final del reinado de Carlos IV y el abrupto periodo que se abrió tras su abdicación y el comienzo de la Guerra de la Independencia, junto a la personalidad de los protagonistas de aquél intenso periodo histórico, trazaron involuntariamente una sombra sobre otros aspectos de la realidad española. Nos referimos a la cultura. Su evolución asistió a lo que podríamos denominar como última fase de la Ilustración, periodo que en nuestro país reunió un conjunto de especialísimos caracteres abordados en un interesante ensayo de Francisco Sánchez-Blanco publicado en una edición conjunta del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En “La Ilustración goyesca”, el historiador se ha propuesto intentar huir del recurso fácil de la condena de los hechos, para presentar el amplísimo abanico de las ideas. Porque, como afirma con rotundidad, “la condena moral exime de otros análisis”, y esa nos parece una coartada que, dos siglos después de aquellos tiempos convulsos, ha sido completamente superada.
Comienza el autor exponiendo, con cierta ironía, los vaivenes historiográficos que han llevado a convivir a generaciones de estudiosos y académicos que afirmaban que no hubo una Ilustración española como tal, señalando 1808 como año cero en lo que a influencia europea se refiere, mientras no ha faltado quien señalaba a Floridablanca como padre fundador del movimiento filosófico en nuestro país. La cuestión no es baladí, porque de una u otra toma de postura dependerá el valor que se dé a la influencia de la propia Revolución francesa, el periodo napoleónico y la Guerra de la Independencia en el futuro político del XIX español o, en resumen, al verdadero origen del liberalismo. A partir de ese momento, la obra de Sánchez-Blanco se convierte en una reivindicación del reinado de Carlos IV como periodo de culminación del movimiento ilustrado. Atención: no del monarca como tal, sino de aquellas dos décadas durante las que el sucesor de Carlos III ocupó el trono de Madrid, en las que crecieron y dieron sombra frondosos árboles de los jardines de ciencias como la medicina, las matemáticas, la geografía, el derecho, la sociología o la misma economía.
Como todo libro que analiza la evolución de la historia cultural de un pueblo, el ensayo contiene muchas paradojas. Una de las más llamativas se refiere a los problemas que plantea el estudio de la universidad en la España de la segunda mitad del siglo XVIII, una etapa marcada por la ausencia de cambios y calificada como de inmovilismo impermeable. El autor va más allá, sosteniendo que durante la Ilustración, en el periodo carolino, esa misma universidad no tuvo el monopolio de la formación superior, pues no eran pocas las familias cultas que diseñaron auténticos programas de educación de calidad para sus vástagos en los más diversos campos. Cita como ejemplos los viajes al extranjero para aprender exóticas técnicas o la figura de los ayos particulares. Nos parece discutible que tales figuras puedan clasificarse formalmente como “superiores”, al menos en el sentido actual del término, pero hemos querido citar y comentar la aportación de Sánchez Blanco como muestra de la larga lista de temas y capítulos de una obra de notable factura e indudable interés historiográfico.
“La Ilustración goyesca. La cultura en España durante el reinado de Carlos IV (1788-1808)”
Francisco Sánchez-Blanco
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 357 pág.
ISBN: 978-84-259-1391-4 y 978-84-00-08586-5