Hoy, sin embargo, esos vecinos son los mejores y más asiduos visitantes de estas tierras más allá del Tajo (de ahí viene su nombre) que descubren, muchas veces con asombro, sus múltiples bellezas. Vecinos y sin embargo desconocidos, como han vivido durante siglos españoles y portugueses. Sólo una frontera ya inexistente, una «raya» como se la llama desde los dos lados separa/une Extremadura y Alentejo que sin embargo sorprende con su toque particular y distinto. Tal vez porque se ha mantenido al margen de las grandes rutas turísticas de la vieja Iberia y se empeña en conservar esa idea de Portugal alejada del progreso y la modernidad, fiel a sus esencias en las que la fuerza de la tierra marca el tiempo.
Las encinas, los alcornocales y los olivos salpican las tierras rojas de esta zona, sobre las que destacan pintorescos pueblos blancos, sus quintas llenas de encanto y rancio sabor histórico, o con sus pueblos agarrados por las extensas planicies que descubren de vez en cuando monumentos excepcionales.
Castillos y pousadas
Si se entra por el norte, por el camino que lleva a Salamanca, entre colinas onduladas, arroyos abundantes y fecundos naranjales, la primera parada es Portalegre. Los siglos XVII y XVIII dejaron en la ciudad un fuerte carácter barroco que aun se conserva en los monumentos, como la Iglesia de San Lourenço, y en las casas palaciegas de las que el Palacio Amarelo, el Palacio de los Falcões o el Palacio Achioli son ejemplos notables, conservando los blasones de las familias que los habitaron y una rica decoración en hierro forjado, trabajo singular en la región. En su Manufactura de Tapicerías se realizan obras de los mejores diseñadores portugueses. En los alrededores, hay que mencionar el mirador de la Iglesia de Nuestra Señora de la Penha y la Iglesia del Bonfim, en la carretera en dirección a Marvão y Castelo de Vide, localidades que también merecen una visita.
Un castillo, un convento y un palacio ducal, todos construidos en distintas fechas, dieron origen a una obra de arquitectura ecléctica, con una armonía de asombrosa belleza. Aquí se respira en cada rincón, todo el misticismo medieval. La Pousada Flor da Rosa, es hoy un hotel de lujo, que ha sabido potenciar las características más genuinas del monumento y puede considerarse como una intervención arquitectónica que, además de ser moderna, respeta absolutamente sus orígenes.
Más al sur, otra ciudad que llama la atención del visitante es Estremoz. Blanca y noble, dominada por el castillo con sus murallas medievales y la antigua ciudadela del siglo XIII. En esta ciudad, rebosante de historia, no faltan lugares de interés, como las iglesias de Santa María y de San Francisco, la Capilla de la Reina Santa Isabel, los museos, la parte antigua de la ciudad con sus puertas medievales, o la Plaza Marqués de Pombal y sus edificios con fachadas antiguas. Estremoz se hizo conocida sobre todo por la extracción y explotación del mármol blanco, de gran calidad. Igualmente famosas son las arcillas rojas de la región, que dieron origen a los muñecos tradicionales tan fáciles de encontrar en las tiendas de artesanía de la ciudad. La calle de los Alfareros con escalones empedrados y adornada con geranios invita a llevarse alguna pieza de recuerdo.
En un lugar privilegiado, en una elevación que alcanza los 448 m de altitud, desde donde es posible admirar el bello y extenso paisaje rural y las numerosas localidades de los campos y montes alentejanos, se alza el Castillo de Estremoz, antiguo palacio del rey Don Dinis, también ahora convertido en pousada. A la belleza de su trazado y a la calidad de los materiales empleados se suma una refinada decoración con antigüedades de gran valor.
Estremoz forma, junto a las vecinas localidades de Borba y Vila Viçosa, el conjunto de las Ciudades del Mármol. Las ricas canteras de mármol de la comarca han hecho que durante siglos el mármol haya sido lo más utilizado en sus edificaciones. Las iglesias y las casas de las familias más adineradas quedan rematadas por el resplandor de este aristocrático material.
Évora, Patrimonio de la Humanidad
Recortada en el ancho horizonte de la planicie del Alentejo, se encuentra una de las grandes poblaciones de la región y una de las ciudades históricas de Portugal: Évora, con un centro histórico de calles laberínticas, plazas inundadas de luz, fuentes del Renacimiento, patios moriscos, portales góticos, miradores y murallas medievales. Es el eco de las memorias históricas de más de dos mil años.
Évora mantiene el esplendor de un brillo cultural que la convierte en una ciudad única. Declarada Patrimonio de la Humanidad, es un sitio perfecto para perderse por sus palacios con bellos jardines y blancas fachadas con balcones de hierro forjado. La ciudad también es famosa por los muchos conventos cristianos que la adornan y le dan resplandor; pero sin duda su monumento más reconocido, en el centro de la urbe, es el templo de Diana, del siglo II, uno de los templos romanos mejor conservados de Europa.
También aquí se encuentra una excelente pousada, junto al templo de Diana, el magnífico Convento dos Lóios, un lugar excelente donde pasar la noche y tomar fuerzas para seguir el recorrido por Alentejo. Pernoctar en la Pousada de Évora significa tener el privilegio de vivir la Historia con cada piedra, cada objeto, incluso en las sencillas celdas de los monjes, convertidas hoy en habitaciones de refinada decoración en este fantástico hotel de lujo.
A pocos kilómetros de Évora se encuentra el crónlech de Almendres, un espectacular conjunto de 95 monolitos, algunos de los cuales presentan grabados de cariz esquemático-geométrico o astral. Aunque sigan sin respuesta muchas cuestiones sobre este tipo de monumentos, es posible que las teorías que los relacionan con el culto a los astros puedan tener algún fundamento. Excavaciones recientes han demostrado que muchos de los monolitos se encuentran todavía en su posición original y que el monumento data del periodo entre el Neolítico y el Calcolítico. Enmarcado por una exuberante dehesa, ofrece unas excelentes vistas sobre la ciudad de Évora.
Un museo vivo
Desde Évora, vale la pena hacer un pequeño quiebro en dirección a España, antes de seguir hacia el sur. A poca distancia, protegida por el castillo del siglo XIV, aparece asentada como un nido de águila amurallado, Monsaraz. Para quien entra por primera vez por la Puerta de la Villa, la sensación sólo puede ser de admiración.
Desde lo alto de Monsaraz se aprecia en parte de su enorme extensión, el embalse de Alquev, el pantano más grande de Europa, donde es posible navegar durante varios días gracias a los barcos casa que la empresa Amieira Marina ofrece y que pueden manejarse con mucha facilidad. Una experiencia náutica única en esta tierra de secano que aquí parece volcada al agua.
El viaje en el tiempo desde Monsaraz sigue fuera de las murallas, donde existen vestigios de todas las eras, como una necrópolis rupestre preromana o monumentos megalíticos, como el Crónlech de Xerez, conjunto de 50 menhires erigidos entre el 4.000 y el 3.000 a.c. en torno a un menhir central faliforme de una altura de 4 metros.
Al sur del Alentejo está Alvito, una bella ciudad con ritmo de pueblo.
Situada en plena llanura alentejana, en un terreno elevado desde el que se divisan vastos horizontes, la graciosa villa de Alvito crece alrededor de su notorio castillo, en el que actualmente se encuentra la Posada de Alvito. Las casas pintadas de blanco le otorgan el inconfundible carácter que distingue al Alentejo y en muchas de ellas se recortan puertas con arcos de corte manuelino que revelan su origen en el s. XVI.
El castillo de Alvito, cuya construcción se inició en 1494, es una de las construcciones más curiosas que existen en Portugal. Visitarlo también es evocar momentos del pasado histórico que aquí se vivieron. La prolongada presencia árabe en estos lugares dejó su marca distintiva en la arquitectura mudéjar, que se reconoce fácilmente por las pequeñas cúpulas y cimborrios cónicos pintados de blanco, que están patentes en varios monumentos.
Llegando al final de recorrido, aparece Beja, con su imponente castillo del siglo XIII que se conserva en perfecto estado y permite recorrer todo su perímetro y subir a su torre, desde la que se divisa la meseta del Bajo Alentejo. Después hay que bajar al centro histórico y perderse en las estrechas calles para descubrir algunos tesoros, como la Catedral manierista y barroca, la Iglesia Matriz de Santa Maria, el núcleo visigótico de la Iglesia de Santo Amaro y, detenidamente, el Museo Reina Doña Leonor, en el Convento de la Concepción. Aquí espera una riquísima colección arqueológica de azulejos y arte religioso. En Beja hay que andar por sus callejuelas, que esconden encantadores cafés que parecen de otra época y tiendas donde es recomendable comprar artesanía típica, desde objetos de barro y madera a artículos de corcho.
Un viaje suculento
La cocina de Alentejo pone creatividad en todos sus platos, dándoles un toque de imaginación. Alentejo fue en otros tiempos una gran región productora de trigo. En los bosques de alcornoques y olivos, grandes piaras de cerdos pastaban en la llanura. Por eso, el pan, el cerdo y el aceite son la base de una de las cocinas más sabrosas de Portugal, que las hierbas perfuman con aromas de campo.
La sopa es el plato principal; puede ser fría como el gazpacho, pero el pan es obligatorio en la sopa de cazón, de bacalao o de tomate con longaniza, en las migas que acompañan al cerdo, el guiso de cordero o en una sencilla ‘açorda’ (sopa de pan) alentejana. Hay que probar estos manjares en cualquier restaurante de Estremoz, Évora o Beja, o bien un plato de caza, muy típica también de la gastronomía de Alentejo.
Para acabar la comida no hay que perderse los quesos y la repostería conventual. Entre los quesos, los más apreciados son los de Nisa, de Serpa y Évora, y nada mejor para acompañarlos que probar un tinto de Borba, Redondo, Reguengos o Vidigueira. Y en cuanto a los dulces… Muchos fueron bautizados con nombres celestiales que confiesan su origen conventual, aunque son auténticos caminos hacia el pecado. La variedad de dulces y pasteles de tradición conventual que puede encontrarse en todo el Alentejo es inmensa. Preparados a base de yema de huevo, almendras y azúcar (o endulzados a veces con miel), espolvoreados con canela o no, cada pueblo tiene sus especialidades para ofrecer.
GUIA PRACTICA
Información: Turismo do Alentejo, tel.: +351 269 498 680, www.visitalentejo.com
Dormir: Pousadas de Portugal, (desde Espana) tel.: 902 336 363, www.pousadas.pt
Propuesta especial: Pousadas de Portugal tiene su programa Touring Sin Limites que ofrece 7 noches de alojamiento en habitación doble, desayuno, 10% de descuento en las comidas en todas las Pousadas, oferta de alojamiento para los niños (máximo 2) hasta los 12 años, en la habitación de los padres, oferta de las comidas para los niños (menu niños) si comen con los padres, desde 588 ? por habitación. Si se añade coche de alquiler Avis durante siete días, el precio es a partir 694 ? por habitación.
Enrique Sancho
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