Y es que este ciclo artístico, que perduró 25.000 años al compás de la última glaciación, y que, con el fin de ésta, desapareció misteriosamente, es considerado el primer arte monumental. Un arte de animales y signos enigmáticos, hecho de pigmentos minerales y carbón, estrechamente fijado a las paredes y techos de las cuevas, convertidas así en un elemento en sí mismo, vivo y esencial. A partir de 65 fotográficas, acompañadas de breves textos explicativos, la muestra permite a sus visitantes observar parte del pensamiento simbólico de nuestros remotos ancestros, a través de relieves que sugieren formas animales saliendo de la roca y fisuras que parecen entradas a otro mundo.
Gracias a todo ello se ofrece al visitante, tanto ahora como en el Paleolítico, un ambiente de recogimiento que propicia la contemplación e incluso el diálogo con unas figuras de formas envolventes y dimensiones humanas. Una mezcla especial de cueva y hombre, soporte y obra, naturaleza y cultura. En pocas palabras, arte rupestre paleolítico, una de las manifestaciones culturales más importantes de la historia de la humanidad.
Javier Porteros
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