Del 29 de septiembre al 10 de enero de 2010
El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta en otoño Fantin-Latour 1836-1904, la primera gran exposición monográfica que se dedica en España al pintor francés, organizada en colaboración con la Fundaçao Calouste Gulbenkian de Lisboa donde se ha podido ver desde el 26 de junio al 6 de septiembre . La muestra ofrece una amplia selección de su obra formada por 70 piezas, entre pinturas, dibujos y grabados, procedentes de museos e instituciones de todo el mundo. Siguiendo la cronología de su producción a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, la exposición muestra algunas de sus obras más destacadas que van desde retratos colectivos, de familiares o amigos, a interiores con figuras y naturalezas muertas de vocación realista, pasando por alegorías y fantasías musicales.
Discípulo de Courbet durante una breve temporada, compañero de Whistler y amigo de Monet y Degas, Henri Fantin-Latour (Grenoble, 1836 – Buré 1904) ocupa un lugar difícil de encajar en la historia de la pintura francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Sus retratos de grupo, concebidos casi como manifiestos, harían pensar en un ferviente defensor de la renovación pictórica; sus bodegones, en un realista; y sus escenas mitológicas y alegóricas, en un hombre cercano al simbolismo academicista. Su producción pictórica coincidió con el nacimiento y desarrollo del impresionismo, pero se negó a exponer en la primera muestra del grupo y no llegó nunca a participar en este movimiento como miembro activo, aún compartiendo con ellos muchas de sus aspiraciones estéticas. Quizás por todo ello, la obra de Fantin-Latour ha sido menos estudiada y celebrada que la de sus colegas impresionistas y apenas se le han dedicado grandes exposiciones en las últimas décadas.
Esta retrospectiva, la primera que se exhibe en la Península Ibérica, busca reivindicar y difundir la figura y la obra de este autor francés, cuya producción artística ha podido quedar injustamente eclipsada y no ha logrado pasar a la historia del arte como uno de los grandes pioneros de la modernidad. Su ilustre contemporáneo, el escritor Émile Zola, dijo que sus lienzos “no provocan una atracción inmediata; es necesario observarlos detenidamente, introducirse en ellos para que su conciencia y la sencillez de su verdad nos atraigan completamente y nos atrapen”.
Éste es el objetivo de la exposición, tratar de hacerle justicia y descubrir al público no sólo a un pintor exquisito, sobrio y elegante, sino también a un artista de gran calidad, lleno de matices y de una profunda sensibilidad. A ello responde igualmente la ambiciosa selección de obras realizada por Vincent Pomarède, conservador del Museo del Louvre y comisario de la exposición, que se presentan con un doble criterio cronológico y temático a lo largo de diez capítulos:
1. Por sí mismo
Los autorretratos ocupan, sobre todo, los primeros años de la actividad de Fantin-Latour, constituyendo una práctica constante entre 1854 y 1861. Este ejercicio introspectivo, que recuerda a otros artistas como Rembrandt o Durero, dio lugar a unas 50 obras, entre pinturas, dibujos y grabados, que muestran la profunda investigación sobre la expresión de emociones que realizó el artista a partir de su propia imagen.
2. ¡Al Louvre!
La actividad de Fantin-Latour como copista estuvo motivada no sólo por una necesidad de subsistencia en los inicios de su carrera, sino que, como le ocurrió a otros pintores de su generación como Manet o Degas, también se reveló como un motivo preferencial de estudio, de interpretación y de creación. La presencia del artista llegó a ser casi cotidiana en el Museo del Louvre, donde ejecutó encargos de copias de grandes maestros, entre los que destacan Tiziano, Veronese, Rubens y Delacroix, su “maestro espiritual”.
3. Retratos íntimos
En estos retratos, muchas veces femeninos, se respira silencio, contención o melancolía y se presenta un espacio de intimidad entre el pintor y el modelo. Estos lienzos incluyen los de su círculo familiar, como sus hermanas Marie y Nathalie, a las que representa con frecuencia, y los de algunas figuras célebres, como su amigo Manet, al que retrata con la sobriedad que le es característica cuando no está sujeto a los imperativos impuestos por obras de encargo.
4. Rosas blancas y ramas de azucenas
La representación de flores es un motivo que acompaña toda la obra de Fantin-Latour y podría decirse que es el género que mejor dominó. Especialmente aplaudido en Inglaterra, se caracteriza por la elaboración de composiciones equilibradas, elegantes y disciplinadas, construidas a través de una meticulosa asociación de formas y de colores. Esta dedicación casi exclusiva estuvo motivada en gran medida por razones comerciales, ya que, a partir de un determinado momento, dedicaba todos los veranos a pintar cuadros de flores que su marchante inglesa, Ruth Edwards, pasaba a recoger en octubre. Sin embargo, nunca se dejó arrastrar totalmente por los imperativos comerciales.
5. Estudios y lecturas
Estos retratos íntimos, que transmiten misterio y complicidad, se convierten en verdaderas escenas de género herederas de la austera tradición holandesa del Seiscientos. Son obras formalmente realistas, casi fotográficas, pero detrás de su aparente orden, esconden un inesperado desorden representado en la actitud de sus protagonistas, absortos y ensimismados, que parecen ocultar un misterio. Son, de alguna forma, sugestiones de sentimientos.
6. Las reuniones de amigos
Fantin-Latour fue autor de algunos de los más notables retratos colectivos de la historia de la pintura, retomando, a finales del siglo XIX, una lección de Rembrandt y de Frans Hals. Buena muestra de ello es el gran lienzo Un rincón de mesa, cedido por el Musée d’Orsay de Paris y una de las cuatro grandes composiciones realizadas por el pintor como celebración de la pintura, la literatura y la música, y que son verdaderos manifiestos artísticos.
7. La música del futuro
Henri Fantin-Latour amaba la música casi tanto como la pintura. Lejos de suponer una competencia castradora, esta pasión enriqueció constantemente sus fuentes de inspiración pictórica, estableciendo una íntima relación entre ambas artes, imbuida aún de sentimientos románticos pero que ya anunciaba sus convicciones simbólicas. Estas “adaptaciones” musicales en pintura constituían el único tema pictórico susceptible de hacerle abandonar temporalmente los temas realistas para dedicarse a la creación de universos imaginarios, poéticos y totalmente originales. Schumann, Brahms, Berlioz y, sobre todo, Richard Wagner alimentaron esa inspiración.
8. Austeros y elegantes retratos de amigos
Si durante las dos primeras décadas de su carrera Fantin-Latour estudió su propia imagen y la de sus allegados, los retratos de las décadas siguientes muestran una nueva perspectiva más distante y de mayor maestría. En esta nueva etapa se encuentran los lienzos que reflejan a personajes de su círculo de amigos, entre los que se hallan los más conseguidos, aquellos en los que mejor sobresale su incomparable calidad de figuración realista. El Retrato de Mr. y Mrs. Edwards (1875), gran difusor de su obra en Inglaterra, fue el primero en recibir públicos elogios durante su presentación y, junto a otros retratos de la década de 1880, como el de su cuñada Charlotte Dubourg y su amigo Léon Maître, se cuenta entre sus obras maestras.
9. Simbolismos
La obra de Fantin-Latour, inicialmente deudora del romanticismo, más tarde asociada al realismo y a los “pintores de la vida moderna”, conoce, a partir de 1880, una aproximación a los primeros defensores del simbolismo. Al regresar a los “temas de imaginación” al final de su carrera, el pintor retomó su objetivo de contribuir a la “pintura del futuro”, reivindicando, también él, a través de obras motivadas por temas religiosos, mitológicos y alegorías puras, la primacía del sueño en el arte.
10. Últimos ramos
Las últimas representaciones de flores de Fantin-Latour, producidas a partir de 1876 en la casa de su mujer Victoria, en Buré, en la región francesa de Orne, se caracterizan por un distanciamiento de los modelos más elaborados de su juventud, influenciados por la pintura holandesa del siglo XVII. En estos últimos ramos, que representan en su mayoría variedades tradicionales de rosas, resulta evidente su preocupación por la simplicidad de la composición y el recogimiento, algo que también refleja su propio temperamento contemplativo.
Henri Fantin-Latour 1836-1904
Hijo de Theodore Fantin, pintor y profesor de dibujo, Henri Fantin-Latour nació en Grenoble el 14 de enero de 1836. En 1841 su familia se trasladó a París y allí se formó como pintor, primero en el taller de Lecoq de Bosbaudran y después en la Escuela de Bellas Artes. También trabajó durante un mes en la “Escuela del Realismo” de Courbet pero, al parecer, sus enseñanzas las extrajo sobre todo del Louvre, donde realizó múltiples copias. En 1859 fue por primera vez a Inglaterra en compañía de Whistler. Volvería allí -donde encontró su mejor clientela- en 1861 y 1864. En 1863 participó en el Salón de los Rechazados y en 1864 expuso el Homenaje a Delacroix, primero de sus retratos de grupo con escritores, pintores y músicos. Pese a sus relaciones de amistad con los impresionistas, en 1874 se negaría a exponer con ellos en la primera muestra del grupo. Sus composiciones sobre temas musicales le relacionarían con las corrientes simbolistas. Retirado desde 1876 en su casa de campo de Buré(Orne), murió allí el 25 de agosto de 1904.
Datos de la exposición:
Fantin-Latour 1836-1904
Lisboa – Del 26 de junio al 6 de septiembre de 2009
Madrid – Del 29 de septiembre de 2009 al 10 de enero de 2010
Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y Fundaçao Calouste Gulbenkian de Lisboa
Comisario: Vincent Pomarède, conservador general de patrimonio y responsable del Departamento de Pinturas del Museo del Louvre
Comisaria técnica: Leticia de Cos, Área de Investigación y Extensión Educativa del Museo Thyssen-Bornemisza
Número de obras: 70
Publicaciones: Catálogo con textos de Vincent Pomarède, Eduardo Lourenço y Olivier Meslay. Versiones en portugués y español con apéndice en inglés.
Datos de interés:
Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado 8, 28014 Madrid. (Sótano primero, Palacio de Villahermosa)
Horario: de martes a domingo de 10.00 a 19.00 horas. La taquilla cierra a las 18:30h.
Tarifas:
– Entrada general: Taquillas: 7 € – Internet: 6 € (+)
– Entrada reducida: 4,5 € para mayores de 65 años, pensionistas, y estudiantes previa acreditación y grupos familiares formados por al menos un adulto y tres descendientes (o dos, si uno de ellos tiene alguna discapacidad) incluidos en el mismo título de familia numerosa.
– Entrada gratuita: menores de 12 años y ciudadanos en situación legal de desempleo. Audio-guía, disponible en varios idiomas Venta anticipada de entradas en taquillas o en la web del Museo y en 902 050 121
Más información: 91 369 01 51 y www.museothyssen.org