La obra del pintor catalán Martí Alsina El gran día de Girona (1863-1865) está siendo restaurada por los técnicos del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Entre los días 14 y 16 de septiember los restauradores del MNAC han realizado una primera evaluación del estadod e conservación de la pieza, la cual estuvo enrollada en un cilindro en la reserva del Museu.
El gran dia de Girona (1863-1865) és un gran óleo sobre tela de grandes dimensiones (5,4 x 11,9 m) que a partir del 2010 será instalada en la nueva sede de la Generalitat de Cataluña a Girona, en exposició permanente, gracias a un convenio de colaboración firmado entre el MNAC, la Generalitat de Cataluña i Caixa Girona.
La pintura de Ramon Martí Alsina El gran día de Girona fue adquirida por el arquitecto Joan Nepomucè Font i Sangrà. Actualmente es considerada la obra artística más ambiciosa de la pintura catalana del siglo XIX. La escena representa un epsiodio de la Guerra de la Independencia, pintado en Girona precisamente cinco décadas después de dicho acontecimiento ocurrido el 19 de septiembre de 1809. La particularidad de esta pieza radica en las dimensiones del lienxo que superan las de la La batalla de Tetuan (3 x 9,72 m), de Marià Fortuny, y las de La Compañía de Santa Bárbara (6 x 5 m), del mismo Martí Alsina, que actualmente se encuentran expuestas en las salas del MNAC.
Para poder pintar El gran día, Martí Alsina se documentó a fondo sobre la Guerra de la Independencia en Gerona con el fin de estar en el más fiel posible a la realidad histórica, tanto en relación a los hechos concretos que representa la escena como en la indumentaria de los personajes. Fruto de este trabajo preparatorio son los numerosos esbozos -dibujos y telas-, algunos de ellos de dimensiones considerables, que le permitieron resolver problemas de composición, de color o de movimiento. Al mismo tiempo, la cantidad de figuras incluidas a la escena, sin precedentes en la historia de la pintura española, lo obligó a encargar un gran número de trajes hechos a medida para los modelos. La envergadura de este proyecto lo obligó a disponer de un espacio de grandes dimensiones: la gran sala del Casino de Sans, que convirtió en un taller donde montó los andamios para poder pintar la tela y reunió el material recopilado, entre el cual había piezas de artillería. Martí Alsina trabajó intensamente en la pintura en 1863, desgraciadamente, sin embargo, el impulso inicial se fue diluyendo y la finalización de la pintura se fue posponiendo. Hacia 1885 graves problemas económicos lo impulsaron a acabarla. Cuatro años después la prensa anunciaba la subasta, probablemente a causa de la presión de sus acreedores.
La opinión de los críticos de arte que tuvieron ocasión de admirarla no fue unánimemente elogiosa. De hecho, el interés por la pintura de historia había ido disminuyendo considerablemente y en las grandes exposiciones se impusieron otros géneros artísticos. El inexorable paso del tiempo motivó la aparición de una nueva sensibilidad artística, la que él mismo contribuyó a consolidar, y esta circunstancia no favoreció la fortuna crítica del gran día de Gerona. Algunos encontraron la escena demasiado convencional, otros vieron personajes con actitudes demasiado melodramáticas. A la larga, la que fue la obra más ambiciosa del pintor fue un verdadero fracaso personal y nunca se pudo reponer de los gastos económicos que le había originado ni del desprestigio que supuso no haber respondido a las expectativas que había creado cuando empezó el cuadro. Aun así, en las necrológicas dedicadas al pintor a raíz de su muerte muchos coincidieron a ver en esta obra el reflejo de su temperamento exaltado y su capacidad para unir el paisaje desolado de Gerona con una violenta escena humana, situando un acontecimiento heroico al nivel del gran arte.
No debemos olvidar que los cuadros de temática histórica ocuparon un lugar destacado en la pintura española a partir de la creación de la Academia de San Fernando en la segunda mitad del s. XVIII. El objetivo primordial de los autores de estas obras era presentarlas a las Exposiciones Nacionales que se celebraban a Madrid desde 1856 con el fin de recibir alguna de las recompensas que concedía el jurado. Vistas sus grandes dimensiones, estas telas solían ser adquiridas por el Estado o por instituciones oficiales. La consolidación del realismo en la segunda mitad del siglo XIX daría paso a una nueva generación de pintores de temas de historia, algunos de los cuales proyectarían en sus telas episodios de la historia reciente, como era entonces la Guerra de la Independencia.
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