El caso del viajero descarado

Andrés Merino Thomas

Los libros de viajes suelen poseer un atractivo especial entre las obras que nos acercan al pasado. La crónica de un recorrido feliz o desgraciado por tierras desconocidas para un embajador, comerciante, misionero, peregrino o aventurero, alberga no pocas veces brochazos del más grueso trazado o delicadas pinceladas de estudio del alma de una civilización, de sus ciudades o los pueblos más remotos. El género nació a finales de la Baja Edad Media, pero con el extraordinario desarrollo de los viajes tras la etapa de los descubrimientos y expansión europea alcanzará su máximo esplendor. Hoy comentaremos un ejemplo un tanto atípico, en el que podríamos decir que “occidente visita occidente”. Jean-Baptiste Labat (1663-1738) nació y murió en la capital de Francia. Dominico, no por vocación sino por destino social, vivió más de una década en tierras americanas, donde destacó no tanto en su faceta religiosa sino como botánico, matemático e ingeniero, llegando a diseñar artefactos de producción de azúcar. Hoy se le considera un hombre de la Ilustración, y legó un buen número de escritos. A su regreso a Europa hizo una escala de varios meses en Cádiz y su comarca, uno de cuyos frutos son los escritos hoy recogidos en “Viaje por Andalucía en los años 1705 y 1706”, publicada por Renacimiento.

Que en su excesivamente benévolo prólogo –escrito originariamente para una antigua edición conjunta de su “Viaje a España e Italia”- A. T’Sertevens sentencie que el autor “dice todo lo que piensa y piensa todo lo que dice” podría parecer al lector un anuncio de coherencia intelectual, pero merece la pena comenzar con una ineludible prevención. Nos hallamos, por supuesto, ante un observador incisivo, un curioso caso de notable capacidad crítica en un mundo en el que la Ilustración está a punto de imponerse como corriente filosófica y forma de entender y presentar la realidad. Pero también ante un maestro del cinismo, la ironía y la manipulación del lenguaje, que nos va a ofrecer en no pocas ocasiones un auténtico festival de literatura de tópicos del XVIII. Una sentencia del mismo prologuista constituye el más sólido motivo para creer en la solidez de cualquier ensayista galo de la época con respecto a lo español: “tiene razón, puesto que es francés”. No extraña así que los aspectos más divertidos de la irracionalidad del odio hacia lo diferente aparezcan ya en las primeras páginas del texto, constituyendo no ya una antología del disparate, sino una mezcla del miedo a lo desconocido y un despliegue de caparazón intelectual ante lo distinto y lo distante.

Los cuatro meses que Labat pasó en Cádiz no sirvieron de mucho para una persona que presumió de cosmopolita. Llama la atención, al atender al contexto de su itinerario vital, comprobar que en aquel momento España y Francia vivían los primeros años de una relación estrecha, pues Felipe V, primer monarca de la dinastía Borbón en el trono de Madrid, era nieto de Luis XIV. El dominico llegó al puerto gaditano en uno de los momentos más críticos de la Guerra de Sucesión, y comienza su estancia en la ciudad con una notable muestra de orgullo rebelándose antes las normas de vestimenta de su propia Órden religiosa o mofándose de no pocas costumbres sociales. Labat callejea, husmea, se interesa por detalles de todo tipo. Entra a saco en el paisaje urbano y humano. Critica sin piedad sin darse cuenta de que nos ofrece, en realidad, su propio retrato de intolerancia. Aunque ofrece datos valiosos para el análisis de los comienzos del siglo XVIII en una de las más populosas ciudades europeas, cabeza de puente del comercio americano y puerta de entrada y salida para tantas aventuras humanas, el relato Labat es mucho más que un viaje por tierras españolas. Es todo un libro de psicología.

“Viaje por Andalucía en los años 1705 y 1706”
Jean-Baptiste Labat
Traducción de José García Mercadal
Sevilla, Renacimiento, 257 pág.
ISBN: 978-84-8472-332-5