Fragmento de El infierno de Treblinka, el primer testimonio de los horrores del Holocausto, utilizado en el Tribunal de Nuremberg
Tras la publicación de la monumental Vida y destino (un gran éxito editorial, con más de 200.000 ejemplares vendidos) y de su testamento literario, Todo fluye, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores prosigue con la recuperación de la obra de uno de los nombres fundamentales de la literatura del siglo XX. En este caso, con la edición, en un solo volumen, de sus crónicas y relatos escritos mientras acompañaba al Ejército Rojo.
Vasili Grossman fue corresponsal de guerra en primera línea de fuego con el ejército soviético durante toda la Segunda Guerra Mundial. Nadie como él supo plasmar el impresionante fresco de la batalla de Stalingrado, cuando la perla del Volga padeció la feroz ofensiva de los ejércitos alemanes, el avance inexorable de las tropas soviéticas hasta las puertas de Berlín o los horrores de Treblinka, de los que fue el primero en dar testimonio en una crónica que fue citada en el Tribunal de Nuremberg. Grossman no fue un observador desapasionado de lo que él mismo llamaba «la verdad despiadada de la guerra». El ritmo trepidante de su pulso narrativo transporta al lector a los combates calle por calle, casa por casa, bajo un incesante fuego de artillería, y también a las historias humanas, a esos destellos de humanidad que perviven incluso bajo las bombas.
Como escribe Tzvetan Todorov, «siempre y en todas partes [Grossman] da prueba de un coraje ejemplar. Sus crónicas, narraciones y reflexiones aparecen en el periódico del Ejército Rojo y enseguida se reproducen en otros lugares (en marzo de 1945, el Partido Comunista francés publica una selección de estas crónicas dedicada a Stalingrado). Es el corresponsal de guerra más popular de toda la prensa soviética. Sus temas favoritos son el destino de la gente corriente, su dignidad y su heroísmo; lo describe con gran detalle, con empatía pero sin énfasis. En una carta desde el frente dirigida a su mujer, escribe: “Hay tantas personas maravillosas en el frente; uno encuentra aquí tanta sencillez, coraje y modestia, una hospitalidad tan maravillosa y tanta preocupación de unos por otros… Yo ni siquiera sabía que existieran tantas buenas personas en el mundo” […]. Pero durante aquellos años vive también una dolorosa experiencia: en 1944 averigua que su propia madre cayó víctima de los batallones de exterminio de judíos, los Einsatzgruppen, cuando se produce la ocupación de Berdíchev, en 1941».
Años de guerra reúne los textos de Vasili Grossman escritor durante la guerra: la magnífica novela El pueblo es inmortal, publicada por entregas durante el verano de 1942 y distinguida con el premio Stalin, el sobrecogedor relato «El viejo profesor» o sus crónicas desde el frente. Publicado íntegramente por primera vez en España, Años de guerra conforma un todo de un valor excepcional sobre uno de los escritores que mejor supo tomar el pulso de la historia contemporánea
El escritor y periodista ruso Vasili Grossman (Berdíchev, 1905-Moscú, 1964) cubrió con sus crónicas la batalla de Stalingrado y fue el primero en dar noticia al mundo de la existencia de los campos de exterminio nazis. Autores como Maksim Gorki, Mijaíl Bulgákov e Isaak Bábel alabaron en su día los primeros textos que Grossman escribió en la década de los treinta: durante esa época publica varias recopilaciones de relatos y una novela larga, Stepán Kolchuguin. En 1952, y tras innumerables versiones sucesivas destinadas a satisfacer las exigencias de los censores, aparece en prensa Por una causa justa, que Grossman considera la primera parte de una serie de dos novelas: la segunda es Vida y destino, que termina en 1960. Grossman sabe que esta última es la obra de su vida, pero el régimen soviético de Jruschov prohibirá su publicación y ello le valdrá a su autor la condena al ostracismo: su retrato de la sociedad de la URSS con el trasfondo de la guerra había puesto en evidencia el desmoronamiento moral e ideológico del comunismo. Abatido, pero no vencido, Grossman sigue escribiendo y, poco antes de morir, concluye la redacción definitiva de Todo fluye —cuya primera versión se remonta a la década de los cincuenta—, su testamento literario y un monumento a la grandeza y la miseria de la condición humana.
«Stalingrado vive y vivirá. Imposible quebrantar la voluntad del pueblo que quiere ser libre. La gente se ha acostumbrado enseguida a la guerra. Uno de los camaradas militares levanta del suelo un libro medio quemado: “Humillados y ofendidos”, lee en voz alta, mira a las mujeres sentadas sobre unos fardos a su alrededor y suspira. Una joven, comprendiendo el hilo de sus pensamientos, se le acerca y dice enfadada: “Esto no tiene nada que ver con nosotros. ¡Hemos sido ofendidos, pero no humillados! ¡Nosotros nunca seremos humillados!”»
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