Pequeñas historias con grandes valores
Andrés Merino Thomas
Desde su consagración en la Antigüedad clásica como narración breve de contenido ficticio, dirigida a proporcionar una enseñanza o moraleja final a quien la escucha, la fábula ha sido un medio educativo eficaz. Generalmente dirigidas a los niños, sus protagonistas suelen ser animales, aunque también personas o cosas. Son pequeñas historias que ejercen una extraña fascinación en el mundo de la infancia, recreando universos de empatía y cercanía que sostienen emoción y por lo tanto la atención que precisa todo proyecto formativo. El poeta y ensayista Ramón Irigoyen ha publicado en Ediciones Oniro “Fábulas de Grecia”, una selección de adaptaciones libres de creaciones de autores clásicos, como Esopo, que pretende proponer enseñanzas para la vida cotidiana a través de tan singular género literario. Autor también de “Una pequeña historia de la filosofía”, de la misma editorial, Irigoyen vuelve a dirigirse hacia un sector del público, el infantil y juvenil, que comienza una aventura intelectual.
Sin duda el debate consiste en valorar si con la obra se ha conseguido conservar el espíritu de aquellas fábulas clásicas al adaptarlas para un público actual. Cualquier crítica debe partir de la constatación de un hecho fundamental: la formación intelectual de las generaciones de lectores de hoy es, desgraciadamente, mucho más pobre en lo que a historia se refiere. Sugerimos preguntar, por ejemplo, a un lector entre once y dieciséis años, sobre el concepto de mitología. O sobre la definición más sencilla y coloquial de la propia noción de fábula como relato. Por eso es necesario matizar que la redacción de los relatos ha necesitado huir de lo que podríamos denominar academicismo. Es lógico. Autor y editorial han pensado muy bien el tipo de público para el que preparaban una edición que, por cierto, cuenta con gran despliegue de ilustraciones. Cuestión distinta es que si a pesar de ello cada uno de los textos inculcan en el lector valores de forma didáctica, invitan a la imaginación y la reflexión y transmiten con claridad esa enseñanza final. En este punto la respuesta sería sí, aunque apreciemos que formalmente se ha optado por un tono tan desenfadado que Grecia y Esopo son, más bien, un mero pretexto.
Irigoyen ha cimentado su libro en el sentido del humor. A cada paso se detecta su intención de rebajar la gravedad de situaciones que de por sí podrían aparecer ante los ojos de un niño como verdaderamente complejas. El problema es que quizá, en no pocas ocasiones, esa comicidad anula porciones significativas de valiosos mensajes éticos. Pero lo cierto es que, en otras –y no pocas- la sonrisa que despierta la lectura invita a pensar que muchos jóvenes lectores continuarán con otras historias del mismo y otros volúmenes. Y esa invitación a que se lea más ya es mucho en los tiempos que corren.
“Fábulas de Grecia”
Ramón Irigoyen
Ilustraciones de Patrice Blanquart
Barcelona, Ediciones Oniro, 109 pág.
ISBN: 978–84–9754–393–4
QUE BUENO !
Lo que enseñan, educan, las fábulas y los proverbios.
Gracias.
Gonzalo Cuesta.
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