Pabilos vacilantes
Andrés Merino Thomas
Hay ocasiones en que los árboles no nos dejan ver el bosque, pero en la historia de las relaciones entre la cultura, las ideas, la política y el arte puede suceder, incluso con frecuencia, lo contrario. Que hoy parezca que el mundo en conjunto ha superado el comunismo como totalitarismo porque Rusia dejó atrás formalmente, al finalizar el siglo XX, décadas de sistema soviético es, para cualquier lector con mínimas dosis de curiosidad informativa, un espejismo. No nos referimos a la pervivencia de dictaduras como las de Cuba o Corea de Norte, sino a fórmulas de control cultural y manipulación de la expresión estética que tienen buena parte de su origen histórico en los sistemas de manipulación cultural diseñados durante la etapa estalinista. Uno de los mejores analistas que trabajó para el Servicio exterior británico, Isaiah Berlin (1909-1997) dejó durante su fecunda vida intelectual decenas de ensayos e informes sobre la realidad política y cultural soviética. No en vano había nacido en Riga, aunque vivió en San Petesburgo (entonces llamado Petrogrado) la Revolución de 1917. Emigró a Gran Bretaña tres años después y no regresó a su país de origen, como funcionario de la Embajada británica, hasta 1945. Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores han publicado bajo el título “La mentalidad soviética” una selección de los escritos que el que fuera Presidente de la Academia Británica dedicó a la acción del estalinismo en el mundo intelectual.
Berlin no deja de hacer referencia, claro está, a los procesos cíclicos de purgas en las que, literalmente, miles de intelectuales rusos desaparecieron del mapa. Que nunca más se supiera de ellos o que fuesen deportados a Siberia hoy es para muchos un mero dato histórico. Occidente corrió el tupido velo de lo políticamente correcto, pues primero un enemigo común, el nazismo, y después la geoestrategia de la Guerra Fría desviaron la atención. La importancia del dato es que las cancillerías conocían perfectamente las excelsas prácticas de promoción cultural de los líderes soviéticos. Pero sin duda, de entre los ensayos recogidos, los más atractivos son los que se refieren a conversaciones directas del autor con aquellos intelectuales con los que el poder no pudo, al menos en sentido figurado. Nos referimos en concreto a los encuentros que Isaiah Berlin comenzó a mantener con Boris Pasternak y Anna Ajmátova, dos almas libres que consiguieron, como aparentes pabilos vacilantes, tener encendidas fogatas de sublime creación literaria, a pesar de permanecer encerrados en una cárcel de hielo. Para Berlin, el autor de Doctor Zhivago, siempre sometido a control de la policía comunista, no era sólo la demostración más clara de que históricamente el arte y la literatura siempre habían florecido, muy especialmente, bajo el despotismo. Aquél premio Nobel de Literatura que no pudo acudir a recoger su galardón era una prueba de que siempre es posible ser libre y que merecía la pena apostar por ello. Por eso se propuso propagar el derecho de todo ser humano a crear. Y en cada línea de sus escritos puede respirarse ese deseo de hacer a cada lector un poco más… libre.
Cuando Berlin pronunció en el Mount Holiyoke Collage la conferencia “Democracia, comunismo e individuo”, abordó directamente una de las cuestiones medulares de la manipulación en la que se basaba la mentalidad que el estalinismo pretendió y logró imponer en la casi totalidad de la población soviética: el culto al líder. “La labor del educador comunista consiste ante todo en ser un ingeniero de Stalin, es decir: en modelar al individuo de tal modo que tan sólo se plantee preguntas para las que ya existen respuestas predeterminadas y crezca de tal modo que encaje de manera natural en la sociedad con mínimas fricciones”. Asusta pensar que tan grave diagnóstico pueda albergar semejanzas con la actual situación de nuestro sistema de educación, pues nada hay más contrario a la libertad del ser humano que las comunidades monolíticas. Que no olvide la humanidad que las aventuras de los totalitarismos del siglo XX costaron cientos de millones de muertos. Pero que tenga también presente que buena parte de la mentalidad soviética ha sobrevivido al régimen que la engrendró.
“La mentalidad soviética. La cultura soviética bajo el comunismo”
Isaiah Berlin
Edición de Henry Hardy
Traducción de Gemma Deza Guil
Madrid, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 369 pág.
ISBN: 978–884–6672–33537–1 y 978–84–8109–815–0