La Fundación Canal ha presentado la exposición “Los límites de la transparencia”, una selección de algunas de las obras más relevantes de Jorge Oteiza, todas ellas propiedad de Pilar Oteiza, sobrina del artista y comisaria de esta excepcional muestra en la que el visitante podrá adentrarse en una de las épocas más prolíficas e interesantes de la producción del escultor vasco.
Jorge Oteiza es, sin duda, uno de los escultores españoles más relevantes del siglo XX, pero, además, su genio creador no se limitó a trabajos escultóricos sino que también le hizo destacar en sus profundos ensayos, sus poesías, incluso en sus estudios sobre antropología, arquitectura o lingüística.
Artista, filosofo, pensador, Oteiza comenzó su búsqueda estética allá por los años treinta, una búsqueda que, con el paso del tiempo, le llevaría de las esculturas de masa de sus primeros años a sus esculturas livianas en las que la obra se completa con el espacio que la rodea y el vacío es parte intrínseca de la propia materia.
Su intensa personalidad le convertiría en el nexo de unión entre los artistas vascos de la época, como Oiza o Romani, junto a los que ganó el Premio Nacional de Arquitectura en 1954 por su proyecto para la Capilla en el Camino de Santiago, y en punto de referencia de la intelectualidad vasca de la época. Gran admirador de la Bauhaus de Gropius intentó crear una escuela similar en el País Vasco pero nunca consiguió los apoyos suficientes para llevar a cabo su interesante propuesta educativa.
La obra de Oteiza , como citaba su sobrina Pilar , “es su propia vida, 98 años de escultura, ensayo, poesía y pensamiento, su obra no se puede separar del profundo trabajo intelectual previo y de sus posteriores reflexiones plasmadas en ensayos y escritos con lo que realizó un proyecto vital conjunto entre su vida y su obra”
“Los límites de la transparencia” recoge una de las etapas más fructíferas e interesante conceptualmente de Oteiza, sus trabajos de los años 50, en los que se produce el tránsito entre su primera fase de experimentación estética en la que sus esculturas eran masivas, totalmente matéricas y cuyo motivo era fácilmente reconocible por el espectador, a una segunda fase en la que, inspirado por artistas como Mondrian, Kandinsky o los constructivistas rusos, Oteiza comienza a “desgeometrizar” las formas, a limpiarlas buscando formas más livianas en las que la materia y el vacío tienen la misma importancia y ambos se muestran imprescindibles para la concepción total de la obra.
A través de 34 esculturas, pertenecientes a la colección particular de Pilar Oteiza, el visitante podrá adentrarse en el proceso artístico del escultor, comenzando por piezas en las que trata lo que él mismo llamó “La desocupación de la esfera” para más tarde pasar a “La desocupación del cubo” donde, partiendo de la cuadrícula de Mondrian o de la unidad de Malevich, Oteiza depura, limpia, esquematiza las formas geométricas hasta convertirlas en sencillos planos tangenciales, oblicuos o paralelos con lo que hace desaparecer la opacidad de la escultura convirtiéndola en algo casi transparente, situándola en el limite de la transparencia como bien señala el propio título de la muestra.
Tras estas “desocupaciones” la exposición ofrece al visitante algunas imágenes proyectadas de su famoso laboratorio de tizas en el que Oteiza trabajaba con sus “Unidades mínimas” realizando experimentos a pequeña escala tallados en las tizas y que se convertirían en el elemento esencial de sus investigaciones escultóricas.
Por último, y a pesar de que la disposición de las piezas no es cronológica pues Oteiza trabajaba con estos temas simultáneamente, la muestra termina con sus famosas cajas metafísicas en las que se sintetizan todas sus investigaciones y avances estéticos entorno a la materia y el espacio, culminando su proceso creativo.
“Los límites de la transparencia” consigue transmitir a la perfección la evolución de la escultura y del pensamiento estético de Oteiza y la complejidad de su obra, una obra a la que llega tras un arduo proceso de eliminación y con un profundo estudio filosófico sobre la materia y el vacío, el todo y la nada y la relación de la escultura con el espacio que la envuelve.
Es sin duda una oportunidad única de ver conjuntamente un importante grupo de obras del maestro vasco en un discurso expositivo claro y didáctico e indagar más en la figura de uno de los artistas más interesante y completos del siglo XX español.
¿Es la primera vez que tenemos la ocasión de ver estas obras en público?
-Efectivamente, todas ellas pertenecen a mi colección privada y salvo dos o tres piezas que han estado en alguna ocasión en la galería Marlborough , el resto es la primera vez que se exponen al público.
¿Por qué ha decidido centrar la muestra en los trabajos de los años cincuenta?
-Mi tío fue un trabajador incansable. Comenzó su obra en los años veinte, pero cuando en 1950 recibe el encargo de la estatuaria de la basílica de Aranzazu tuvo una autentica explosión creativa y es a partir de ese momento y a lo largo de esa década cuando consigue culminar su búsqueda estética.
¿Como era Jorge Oteiza en la intimidad?
-Una persona excepcional, un ser especial, inteligente, vivo, con un gran sentido del humor y para mí un referente personal, fue un privilegio pasar junto a él los últimos veinte años de su vida.
¿Cómo cree que el espectador entiende la obra de Oteiza más de medio siglo después?
-Creo que ahora se entiende mejor, en los años cincuenta él fue pura vanguardia, un innovador, quizás no suficientemente valorado por la falta de entendimiento de su obra, pero ahora creo que el mensaje llega mejor, el espectador está mucho más preparado que en la mitad del siglo XX.
¿Por qué la obra de Oteiza no tiene tanta presencia en el circuito de arte internacional, al contrario que algunos de sus contemporáneos?
-Quizás porque mi tío no tenía la más mínima preocupación por el mercado del arte. Su único interés era descubrir, investigar nuevos conceptos estéticos y servir de guía para otros artistas.
¿De todas las obras de la muestra cuál es su favorita?
Mi favorita…. Imposible elegir una, todas me conmueven y me apasionan.
Marta de Orbe