Instituciones, contextos y polémicas
Andrés Merino Thomas
Es difícil tarea para cualquier historiador abordar el pasado sin abonar un mínimo peaje de lastre ideológico, evitando cualquier prejuicio en sus conclusiones. Pero cuando un especialista afirma hasta la saciedad no estar condicionado por los mismos, el lector asiste al encendido de varios pilotos rojos: es frecuente que la subjetividad se haya buscado lo más a mano posible, en estudiosos coetáneos o en la mirada parcial de la fácil comparación con situaciones o etapas inmediatas. Si además los personajes o instituciones a analizar contienen elementos de gran calado sensible o emocional, como puede ser la Inquisición, un acercamiento sereno es prácticamente imposible. Aquella institución, creada en la Baja Edad Media como medio de sostener la unidad religiosa, pasó a formar parte, sobre todo desde el siglo XIX, de la denominada Leyenda Negra. Uno de los más conocidos historiadores israelíes, Benzion Netanyahu, publicó en 1995 Los orígenes de la Inquisición, en cuyas más de mil doscientas páginas, presentó, después de más de veinticinco años de estudiar fuentes judías y de conversos españoles del periodo, una teoría que fundamentaba el establecimiento del Santo Oficio como mera expresión de un puro antisemitismo racista. Casi quince años después, Almuzara publica un inquietante y valiente libro de Miguel Ángel García Olmo, Las razones de la Inquisición española. Una respuesta a la Leyenda Negra, en la que el ensayista quiere responder a aquellos postulados que se extendieron como el aceite entre la historiografía de lo políticamente correcto y gozan de su teóricamente inatacable pedestal.
García Olmo emprende una labor con desigualdad de fuerzas, porque Netanyahu escogió un aliado de excepción: comparó directamente los métodos de la Inquisición con los del nazismo. Es curioso: a la historiografía corresponde desvelar, investigar, analizar, pero no evaluar ni juzgar. Es al lector a quien, lógicamente, toca sacar la conclusión de que un régimen totalitario e infame que nunca debe triunfar y nunca más debería repetirse. Pero al establecer una comparación tan primaria, se elude la carga de la prueba y se descalifica con facilidad todo sistema. Demasiado fácil.
Nos hallamos ante un libro respuesta, pero singular por la materia objeto de controversia ypor la forma en que se hace frente a la cuestión. García Olmo sabe que al oponerse a un hispanista consagrado debe hacerlo con argumentos sólidos, con fundamentos que resistan más allá de un mero debate dialéctico. Pero no sólo aporta fuentes propias, sino que revisa las empleadas por el historiador cuyas conclusiones critica, afirmando incluso que su visión es parcial, pues incluye autores no citados, textos no referidos y versiones contrarias a sus opiniones a las que atribuye un valor fundamental. Buen ejemplo es la consideración del papel de los Reyes Católicos en la creación de la institución. El ensayista sostiene con rotundidad que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón no eran antisemitas. Es algo que se desprendería con tal evidencia de documentos y testimonios, que no puede sino sorprender que a finales del siglo XX Netanyahu afirmase que Fernando el Católico crease el Santo Oficio por mero cálculo político, como forma de aliarse con el partido anti-converso para solucionar una crisis social a comienzos de su reinado entre cristianos viejos y cristianos nuevos, para frenar el éxito económico y peso social que habían alcanzado los últimos. García Olmo va más allá y piensa que la Inquisición surgió como solución a un problema de auténtico orden público. La polémica, una vez más, está servida.
“Las razones de la Inquisición española. Una respuesta a la Leyenda Negra”
Miguel Ángel García Olmo
Córdoba, Ed. Almuzara, 346 pág.
ISBN: 978–84–92573–73–8
Soy inquisitólogo, con muchos años, libros y artículos dedicados al estudio del Santo Oficio.
La Inquisición fue una de las mayores vergüenzas de la Historia. Una de las injusticias más flagrantes. La congregación pontificia actual, todo lo retardataria y antiprogreso que se quiera, es sólo un pálido reflejo. Es inadmisible la tendencia que vuelve a resurgir de teñir de color rosa la historia inquisitorial (más oscura que carbón de hoguera).
Sin embargo, no estoy de acuerdo con casi ninguna de las desproporcionadas manifestaciones que sobre similitudes con la Inquisición, los inquisidores, lo inquisitorial, etc. hace todo hijo de vecino, en particular periodistas desinformados y, sobre todo, políticos oportunistas e ignorantes sobre el tema en su inmensa mayoría. También incluso algún historiador de fuste.
No es tan fácil tirar por la borda la tesis de Netanyahu, recogida en buena parte por Cr. Stallaert.
T sé muy bien de lo que hablo. Conozco a. doctor C. Morón Arroyo, compañero universitario y traductor al español del libro tantas veces citado por M. Á. García Olmo, con quien no estoy de acuerdo en casi nada de los que defiende en la obra que motiva mi comentario.
Me fío del criterio de Andrés Merino, así que leeré el libro de García Olmo porque seguro que no deja indiferente. Por cierto, Pío Moa decía también el otro día que se trata de un libro importante sobre la Inquisición.
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