Si se trata de libros, nuestro referente aún hoy es el de un objeto de forma rectangular y proporciones más o menos áureas, compuesto de hojas de papel con contenido textual. Sin embargo, este libro tradicional, año tras año, cede terreno a la edición electrónica y a los nuevos artilugios que, bajo denominaciones todavía vacilantes o poco precisas, como las de e-readers o lectores de libro electrónico, inundan el mercado cada vez más perfeccionados.

Un paseo por la historia del las letras. Desde el 6 de abril al 3 de octubre de 2010

En la Biblioteca Nacional de España de martes a sábados de 10 a 21 h.; domingos y festivos: de 10 a 14 h; lunes, cerrado

Parece que ha llegado el momento de reflexionar sobre la historia material del libro; de analizar sus diferentes formatos para pergeñar, siquiera a grandes líneas, su evolución; de rastrear los primeros asomos, por leves que parezcan, de características de estos nuevos libros, tales como la interactividad, el enciclopedismo, la portabilidad, el hipertexto, el hipermedia, el acceso no secuencial, así como sus efectos y consecuencias sobre la masa lectora: alfabetización, aculturación, brecha digital, globalización, etc. O, lo que es lo mismo, intentar descubrir en la edición electrónica vestigios o formas relícticas heredadas de sus precursores en papiro, pergamino o papel.

Es este el momento de trazar esa historia de pequeñas innovaciones y grandes pervivencias que es, en definitiva, la de la cultura escrita.

Este nuevo itinerario de la Sala de las Musas, junto con el nutrido programa de actividades que lo acompaña, pretende suscitar reflexiones sobre la historia material del libro y analizar sus diferentes formatos, mediante obras emblemáticas que alternan con otras de nuestra cotidianeidad pasada o más reciente. Desde los manuscritos autógrafos de Quevedo o Calderón a los lectores de libros electrónicos, pasando por las máquinas de escribir, los primeros PC’s o el entrañable TBO.

Destacan entre otras piezas, un libro de Ester en formato rollo, custodiado en un cilindro de plata ricamente labrada, que, por razones de conservación, se exhibirá tan sólo durante el primer mes de la muestra.

Biblia. A.T. Ester Hebreo. S. XVIII-XIX. Pergamino. Res/267
El rollo (rotulus o volumen) fue el formato por excelencia del libro en la Antigüedad. Compuesto por varias hojas (cóllema) de papiro o pergamino unidas entre sí y, la mayoría de las veces, escritos por una sola cara, algunos de ellos sobrepasaron los 30 metros, como el Pentateuco hebreo de Bruselas (s. IX). El acceso a su contenido era secuencial y para hallar un determinado pasaje del texto era necesario desenrollar, “volvere”, el documento o volumen. Una vara de madera, hueso o marfil (gr. omphalos, lat. umbilicus), facilitaba esta dificultosa tarea, así como su conservación y almacenaje. A partir del siglo III, los rollos empiezan a ser sustituidos por los bastante más manejables y resistentes códices. Sin embargo, el rollo pervive todavía hoy, asociado a usos solemnes como libros sagrados, diplomas, etc.

Laurentius Gallus. Libre de vicis et de virtuts. S. XIV. Pergamino. Mss/6291
El códice (codex, en latín) o liber quadratus es el libro medieval por antonomasia del cual hereda su aspecto el libro impreso. Surgido en el siglo I de nuestra era, se componía por lo general de cuadernos (quadernus), es decir, grupos de cuatro hojas. Al principio se realizaron indistintamente en papiro o pergamino, imponiéndose este último material por su mayor disponibilidad y facilidad de uso. Los códices no sólo eran más manejables y almacenables que los rollos, sino que además podían escribirse por ambas caras (opistógrafos), especialmente en el caso de los de pergamino o membranáceos. Su costosa y trabajosa elaboración dio lugar a los llamados palimpsestos o codices rescripti: libros que se borraban para reutilizarlos escribiendo otros textos. Con el fin de proteger los cuadernillos del deterioro del uso y las condiciones ambientales, en el siglo III, empezaron a preservarse entre dos planchas de madera o tapas unidas por correas de piel que darían lugar a las encuadernaciones.

Devocionario Francia, S. XV, Vitela. Vit 18-3
Libro de horas según el uso de Roma. Flandes, S. XV. Vitela. Vit. 24-6
El Libro de horas es una de las tipologías librarias más comunes de la Edad Media. Habitualmente contenían textos religiosos para leer, rezar o cantar en cada hora litúrgica del día, así como calendarios, tanto seculares como religiosos, y otros añadidos. Plenamente configuradas sus características en el siglo XIV, tienen su origen en los salterios franceses del siglo XIII y su momento de plenitud en el siglo XV y primera mitad del XVI. Desde finales del siglo XV se realizaron impresos y con ilustraciones xilográficas. Su desaparición en la Edad Moderna no está tan relacionada con el nacimiento de la imprenta como con razones de índole religiosa, tales como la reforma litúrgica tridentina o la persecución inquisitorial, así como los nuevos rumbos que el coleccionismo de nobles y reyes empezaba a tomar. Muchos de ellos, profusamente iluminados, constituyen una fuente iconográfica fundamental de la época, en la que pueden estudiarse usos, costumbres, atuendos, etc. Los devocionarios, estrechamente emparentados con los libros de horas, denotan como aquellos un importante avance hacia la personalización de la lectura. El ejemplar expuesto, procedente de la Biblioteca del Conde de Haro, presenta en este folio la capital historiada inconclusa, apenas esbozada. El libro de horas, en nota algo posterior a la obra, indica: “Estas oras me dió mi señora Ysabel de Vega, mujer de Vega”.

Encuadernación renacentista de cartera. Sevilla, 1580. RS/1121
Encuadernación islámica de cartera al estilo persa. [s. XV-XVI?]. Tafilete natural dorado y con incrustaciones. 243 x 145 mm. RS/639
Durante la Alta Edad Media el aspecto de los libros era pesado e incluso tosco debido en gran parte a sus encuadernaciones formadas por alae de madera revestidas de gruesas pieles. De origen copto, solían decorarse con sencillos motivos geométricos gofrados o estezados en la piel. Opcionalmente, entre otros ornamentos, estos trabajos podían complementarse con herrajes metálicos que protegían o reforzaban el libro, como bollones, cantoneras, charnelas, y cierres. Por el contrario, la encuadernación árabe se distinguió bien pronto por su ligereza y flexibilidad, gracias a las cualidades del marroquín (piel de cabra) y el papelón o cartón. Sus refinados trabajos decorativos, introducidos en Europa a través de España y el Reino de Nápoles, sentaron un hito importante a la hora de definir la fisonomía del libro moderno. Forma características de la encuadernación árabe fue la de cartera, plenamente adoptada por la encuadernación renacentista española, a través de los “tipos” mudéjares que tuvieron en Toledo su principal núcleo de producción.

Quevedo, Francisco de 1580-1645 Providencia de Dios padecida de los que la niegan y gozada de los que la confiessan S. XVII Vit.7-7
Calderón de la Barca, Pedro 1600-1681. El mágico prodigioso Vit.7-1
Frente a los manuscritos medievales, o códices de los que a menudo circulaban diferentes versiones, las más de las veces transcritos por copistas anónimos, en la Edad Moderna la presencia del autor empieza a hacerse notoria y no es ya tan rara la existencia de manuscritos de su puño y letra o “autógrafos”. Estos originales a menudo se realizaron para la imprenta o, en el caso del teatro del siglo de Oro, para las representaciones teatrales, por lo que, en general, presentan un aspecto bastante menos cuidado que el de los códices, el propio de una obra en proceso de creación y, por supuesto, no es tan frecuente encontrarlos ilustrados. Es el caso de este tratado de la Providencia de Dios, escrito por Quevedo en el convento de San Marcos de León, durante los años de su cautiverio entre 1639 y 1643, con el apoyo y consejo del obispo de León, Bartolomé Santos de Risboa. De esta comedia de Calderón existen dos versiones: la impresa en 1663 y la menos acabada del manuscrito expuesto, con correcciones y tachaduras, que no vio la luz hasta el año 1877.

Entre las actividades que ofrece la Biblioteca Nacional hay que destacar  un completo programa de conferencias y talleres de carácter divulgativo en el que profesores universitarios y profesionales de la edición electrónica revisarán este largo recorrido.

Datos de interés: Entrada gratuita

Del códice al libro electrónico
Museo de la Biblioteca Nacional de España (Paseo de Recoletos 20, Madrid)
Del 6 de abril al 3 de octubre de 2010
Entrada libre – Aforo limitado
Horario: martes a sábados: de 10 a 21 h; domingos y festivos: de 10 a 14 h; lunes, cerrado
Último pase media hora antes del cierre

Teléfonos: 91 580 78 00 (Centralita) 91 580 78 03 / 48 (Información)

Cómo llegar:
Metro: línea 4, estaciones de Colón y Serrano
Autobuses: 1, 5, 9, 14, 19, 21, 27,
37, 45, 51, 53, 74, 150
Renfe: estación de Recoletos

1 COMENTARIO

  1. Me decía hoy un fotógrafo con motivo de unas fotos de carnet:
    «La foto en papel perdurará, la electrónica, hoy de moda, lo hará?»
    Qué bueno este artículo y lo que muestra…. de SIGLOS!.
    Saludos.
    Gonzalo Cuesta.

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