La generación de los náufragos

Andrés Merino Thomas

 El pasado 22 de marzo SS.MM los Reyes presidieron en la Biblioteca Nacional la inauguración de la exposición Gregorio Marañón, 1887-1960. Médico, humanista y liberal, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales con motivo el 50 Aniversario de fallecimiento del insigne personaje en Madrid. Entre las más de doscientas piezas de interés, escogidas para recrear la importancia y legado del intelectual y de una época intensa y significativa del pasado de nuestro país, hemos escogido un lienzo inacabado de Ignacio Zuloaga. Mis amigos fue pintado al carboncillo y óleo entre 1920 y 1936. El pintor vasco reunió a una buena representación de la primera línea cultural de aquellos tiempos en los que una España sumergida en la crisis de la monarquía alfonsina caminaba hacia la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la II República, su fracaso y la Guerra Civil.

El grupo aparece bajo un lienzo de El Greco, El Apocalipsis, que el propio Zuloaga había comprado por mil pesetas de la herencia de Antonio Cánovas del Castillo (hoy conservado en el Metropolitan de Nueva York). Sentados, a la derecha, Jacobo Fitz-James Stuart, XVII Duque de Alba y el pintor Pablo Uranga, al que muchos confunden con Unamuno, que no figura físicamente en el lienzo, pues estaba entonces exiliado en París. Al filósofo se le representó mediante una pajarita colocada en el centro de la mesa. Al otro lado de la mesa aparecen los dos personajes más definidos de la composición, el propio Gregorio Marañón y el filósofo Ortega y Gasset. Entre quienes permanecen de pié destacaremos al propio autor de la composición, un Ignacio Zuloaga que pinta, en el margen superior izquierdo, al modo velazqueño, y el inconfundible Ramón María del Valle Inclán, de estilizada figura, el torero Juan Belmonte, que no ha renunciado a su montera, Azorín y Ramiro de Maeztu.

No es la primera obra de arte centrada en la amistad. Quien trabajó en ella no inventó los homenajes al compañerismo, al diálogo o a la discusión sincera y enriquecedora. Estaríamos mucho más a gusto permaneciendo en este plano, en el la observación placentera de un acta notarial estética que demuestra que en pleno primer tercio del XX español era posible que un grupo de intelectuales se reuniese para compartir conversación. Probablemente porque no eran revolucionarios, sino reformadores. Cada uno destacó en su disciplina. Aportó con honradez lo que pudo y supo. La mayoría se estrelló contra muros de intransigencia. Probablemente Marañón fue uno de los ejemplos más notorios. Su nieto, Gregorio Marañón Beltrán de Lis, y Antonio López Vega, comisario ejecutivo de la exposición, han insistido en subrayarlo así en uno de los textos del catálogo, “A diferencia de otros intelectuales, confió hasta el final en la viabilidad de la II República y achacó la inestabilidad política y social existente a la inmadurez pasajera del régimen de 1931. Esta actitud reflejaba, además de un proverbial optimismo, su convicción pedagógica y cínica de que mostrar constante esperanza ante la evolución de los acontecimientos favorecía el mejor desarrollo de los mismos”. Verdaderamente, a la luz de los hechos y su contexto, nos vemos obligados a interpretarle, dicho sea con todos los respetos por sus reconocidas y celebradas aportaciones científicas y académicas, como  un espíritu al borde de la candidez. En cierta medida, Mis amigos es el retrato de una generación de náufragos. De un grupo de seres humanos al que, casi en su totalidad, correspondió la ingrata tarea de vivir contracorriente, manteniendo amistades, paseando por cortafuegos de cumbres frías mientras, a ambos lados, se despeñaban por las laderas radicales que atizaban hogueras. Presentes y futuras. Marañón caería en el espejismo, y caería en la tentación de contribuir a la caída de la Monarquía. Cuando uno de sus compañeros exclamase “¡no es esto, no es esto!”, el sectarismo de la República ya había demostrado que todo pecado, como suele decirse, lleva dentro su penitencia. Pero cuando Zuloaga pintó Mis amigos, quizá no pensaba en todo ello. Tendría en mente deliciosas conversaciones sobre arte. Tauromaquia. Filosofía. Era la España de los años veinte. Cuando todavía pudo hacerse algo. El naufragio posterior… es otra historia.

 

 “Mis amigos” (1920-1936)

Ignacio Zuloaga (1870-1945)

Carboncillo y óleo sobre lienzo (234 x 292 cm)

Museo Zuloaga, Zumaia (Guipúzcoa)

Exposición “Gregorio Marañón, 1887-1960. Médico, humanista y liberal

Organiza: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

Proyecto: Fundación Gregorio Marañón

Colaboran: Biblioteca Nacional, Comunidad de Madrid, ASISA y Fundación Tejerina

Comisario ejecutivo: Antonio López Vega

Sede: Biblioteca Nacional de España. Sala Recoletos (P. Recoletos, 20, Madrid)

22 de marzo a 6 de junio de 2010

Entrada gratuita

1 COMENTARIO

  1. No tengo más remedio que felicitar al autor de este Artículo-Comentario por todo lo que dice y por
    cómo lo dice.
    Nos presenta la obra, a sus personajes, y hace un elegante, sutil, comentario de quienes eran y
    como pensaban. En positivo.
    Mis Amigos, una época, y lo que sigue…..otra Historia.
    Gonzalo Cuesta.

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