Categorías: Obra escogida

Alegoría de la educación de Felipe III

La armadura era la Corona

Andrés Merino Thomas

En 1590, sólo ocho años antes de su muerte, Felipe II encargó a Justus Tiel que retratase a su sucesor. No se trataba de un lienzo más para la amplísima colección pictórica del soberano. Ni la petición iba destinada a convertirse en un protocolario obsequio a otro monarca europeo. Le pidió que plasmase la imagen de todo un Príncipe de Asturias, en pleno proceso de educación que le dispusiera a cumplir dignamente misión y retos en los altos destinos que el futuro le reservaba en el trono de las Españas. Era el cuarto de sus hijos que jurado como heredero, pues ya habían fallecido Carlos, nacido de su primer matrimonio con una infanta portuguesa, Fernando, Carlos Lorenzo y Diego, habidos en los diez años que pudo convivir con su cuarta esposa, Ana de Austria, de la que ya sólo quedaba como fruto él mismo, como futuro Felipe III. El joven Príncipe posó para Tiel como sabía hacerlo un Austria. Consciente de su procedencia y dignidad. Pero ensalzado, todo hay que decirlo, por ese magnífico conjunto de personajes y objetos que interpretan un concierto de símbolos y metáforas que desde hace más de un siglo podemos admirar, gracias a la generosidad de los monarcas españoles, en el Museo del Prado. Ahora, quien se acerque a la pinacoteca, podrá hacerlo en el marco de la exposición “El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte”. Nos referimos al inteligente diálogo estético que ha comisariado Álvaro Soler, a base de situar frente a frente una amplia representación de dos de las mejores colecciones artísticas que formaron parte de los tesoros de la Monarquía: armaduras y pinturas.

Sin duda el carácter histórico de la armadura que luce el protagonista de “Alegoría de la educación de Felipe III” ha motivado la inclusión tanto del cuadro como de la propia armadura en el recorrido de la muestra. Como recuerda Carmen García-Frías en el catalogo, nos encontramos ante una espléndida pieza del milanés Lucio Marliani, fechada hacia 1585, obsequio del duque de Terranova, Carlos de Aragón, gobernador del Milanesado.  Reproducida con fortuna en la pintura, es una ocasión excepcional para reflexionar sobre el significado real del metal que cubre el cuerpo de un muchacho de doce años al que van a corresponder ingentes tareas de gobierno. ¿De qué protege en realidad el acero repujado, grabado, dorado? Justus Tiel era un pintor flamenco, pero de formación italiana. Observando con detenimiento el cuadro nos atrevemos a pensar que tuvo que respetar la tradición retratística de los Austria españoles. El rostro del Príncipe, la disposición del cuerpo o su delicada mano lo avalan. Pero todo lo que rodea al joven Felipe nos habla de un rico mundo simbólico que le ayudó a crear y recrear, precisamente, la idea de educación de un ser llamado a la excelencia. Observemos a las tres figuras humanas que le acompañan: un anciano Cronos aparta con la mano izquierda, pero decidido, a Cupido, casi niño, para que no importune como amores tempranos o a destiempo. Con la derecha, pone en primer plano a la Virtud, que se adelanta a ofrecer sus dones.

Que para la Virtud se haya escogido una forma femenina no es extraño. Que sus formas inviten a pensar en la fecundidad de su ejercicio, tampoco. Porta cuatro objetos simbólicos, cuatro virtudes cardinales. Una balanza de la justicia; un caduceo en alusión a la prudencia; una espada de fortaleza y un freno de caballo como símbolo de la templanza. La gran cuestión, quizá pregunta y a la vez respuesta, es el poder simbólico de la armadura del Príncipe. Un Austria que no pisó en vida un campo de batalla. ¿Es el retrato de Tiel un programa de formación, un camino trazado para el sucesor de un gran monarca? Ciertamente. Pero también el metal protege, fortalece, aisla, robustece…  ¿Constituye una mera representación, un elemento iconográfico? La pieza de la que hoy hablamos figuraba en 1600, en los inventarios del Alcázar de Madrid, como ubicada en la misma sala en la que lucían otras dos de gran importancia en la imagen dinástica. Nos referimos al Carlos V en Mühlberg y Felipe II ofreciendo al Príncipe don Fernando después de Lepanto. Pensamos y afirmamos que la función de la armadura era poner en relieve que, con todo, saliese bien o mal ese proceso formativo, la armadura era la misma Institución a la que pertenecía el Príncipe llamado a regirla. Quien iba a ser Felipe III no podía lucir entonces una corona. Ni llevarla encima, ni tenerla en sobre una mesa junto a sí. Pero el acero repujado, damasquinado, en oro y plata, de su armadura, garantizaba futuros. La armadura era en sí… la propia Corona. Por encima de lo que pasara tras aquél proceso de educación, la Corona perdudaría.

 

“Alegoría de la educación de Felipe III” (1590)

Justus Tiel

Óleo sobre lienzo (158 x 105 cm)

Madrid, Museo Nacional del Prado

Exposición “El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte”

Coorganizan: Museo Nacional del Prado, Patrimonio Nacional, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior y National Gallery of Art de Washington

Comisario: Álvaro Soler

Sede: Museo Nacional del Prado.Madrid (Acceso Jerónimos)

9 de marzo a 23 de mayo de 2010

Redacción

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