La diplomacia de la España discreta
Andrés Merino Thomas
Entre 1746 y 1759 reinó en España un monarca que goza en las páginas de los libros de historia de la buena imagen que la paz da a quienes la buscaron. Fernando VI pudo legar a la posteridad más de una década de relativa tranquilidad en el marco de un complejo siglo XVIII, pues el balance de sus trece años en el trono es, si lo comparamos con reinados anteriores y posteriores, francamente positivo en lo que a enfrentamientos bélicos con potencias extranjeras se refiere. Su labor de gobierno, en la que supo rodearse de eficaces colaboradores, está recibiendo en los últimos años una merecida atención historiográfica, que intenta ir más allá de anteriores análisis excesivamente tópicos o acríticos. Entre los últimos esfuerzos merece la pena subrayar una obra de Juan Molina Cortón. “Reformismo y neutralidad. José de Carvajal y la diplomacia de la España preilustrada”, el fruto de años de estudio a ciencia y conciencia de la figura de aquél político extremeño al servicio del monarca, que hizo posible un difícil equilibro internacional. A quien ocuparía durante sus últimos ocho años de vida el puesto clave de Secretario de Estado se le ha clasificado, naturalmente, como pacifista, pero sobre todo como incuestionablemente anglófilo, en oposición a la acomodaticia francofilia del marqués de la Ensenada. Pero si de algo es ejemplo la trayectoria que se nos presenta en un trabajo extenso es de que no todo en la historia es lineal y uniforme.
José de Carvajal y Lancaster (Cáceres, 1698) fue un eficaz responsable de la política exterior de Fernando VI. Molina encuadra a Carvajal en lo que denomina “reformismo preilustrado”, como un teórico de la neutralidad. Es cierto que expone el sistema de la diplomacia fernandina como apoyado, quizá más que en la búsqueda continua de paces, en un profundo deseo por mantener una posición neutral. En ese sentido, es inevitable pensar en aquella demagógica definición de paz como todo periodo cronológico comprendido entre dos conflictos bélicos, porque ni siquiera en aquella etapa de la historia faltaron enfrentamientos no sólo en las fronteras del viejo continente, sino allende los mares. No olvidemos que el mundo se repartía en posesiones ultramarinas, y tensiones como las de la colonia Sacramento entre España y Portugal fueron algo más que un quebradero de cabeza que afectaba, muy profundamente, a las relaciones de Fernando VI con su familia política en Lisboa, los Braganza. En todo caso, el autor desgrana con maestría las claves de un éxito: más que probablemente, Carvajal comprendió a la perfección la psicología de un monarca de carácter en extremo sosegado. Es indudable que recibió no pocas veces carta blanca para actuar en materia exterior. Optó por desarrollar una diplomacia discreta y por tanto eficaz. Los frutos se extendieron tanto como su propia vida, que se prolongó hasta 1754, e incluso un poco más allá, el lustro que Fernando VI continuó en el trono, hasta su muerte en 1759. Con la llegada de Carlos III no nos vemos obligados a hablar precisamente de belicismo, sino de otras formas de hacer política.
Obras como Reformismo y neutralidad proporcionan gratas sorpresas, pues al doblar cualquier esquina el lector encuentra casualidades en la historia. Hemos hablado de una anglofilia que no tuvo por qué ser continuamente cómoda para el cacereño. Es más, pudo suponer más de un contratiempo en la corte de Madrid. El 2 de marzo de 1747 se presentó en la capital de España el pretendiente al trono inglés, Carlos Estuardo, descendiente de aquél Príncipe de Gales del mismo nombre que había visitado España en 1623, con objeto de pedir la mano de la hermana de Felipe IV. Ciento veinticinco años después ya reinaban en Gran Bretaña los Hannover, pero a Jorge II no le hizo excesiva gracia que el varón primogénito de una dinastía desplazada del trono se dedicase a enredar por ahí… A estas y otras cuestiones de alta, mediana y baja política internacional tuvo que hacer frente Don José de Carvajal y Lancaster, un personaje que debió organizarse muy bien la vida, pues, por cierto, tuvo tiempo de impulsar decisivamente nada más y nada menos que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
“Reformismo y neutralidad. José de Carvajal y la diplomacia de la España preilustrada”
Juan Molina Cortón
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 526 pág.
ISBN: 84–7671–742–3
Una vez más, las crónicas de Andrés Merino hacenla delicia del lector profano.
Nos presenta la Historia fácil, humana y clarificada.
Buena promoción para el Libro y el Autor, pues invita incoscientemente a intro-
ducirse en su lectura.
Felicidades.
Gonzalo Cuesta.
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