Gracias a la restauración podemos recuperar piezas excepcionales que han sido dañadas por el paso del tiempo, pero también podemos hacer un buen negocio si hemos adquirido un cuadro, mueble o cualquier objeto de colección deteriorado y le devolvemos parte de su esplendor con el objetivo de venderlo de nuevo. Esa mezcla de intuición y experiencia a la hora de apostar por este tipo de obras puede hacer que multipliquemos nuestra inversión si ponemos esa pieza en manos de un restaurador que conozca su oficio. Basta con ver los catálogos de las casas de subastas, pasearse por las salas de anticuarios de cualquier ciudad y fijarse en los precios a lo largo de varios meses, para afirmar que comprar, restaurar y subastar es un buen negocio, ya que es muy habitual encontrar las mismas piezas en la misma o distinta sala, pero con precios distintos una vez han pasado por un proceso de restauración.
Un cuadro de autor cotizado siempre valdrá la pena adquirirlo aunque su restauración sea difícil y costosa. No es lo mismo una pieza deteriorada si es un Velázquez o de un pintor anónimo. Dejando estas comparaciones extremas y hablando en términos generales una ganancia razonable, descontados los costes de la restauración, puede oscilar entre el 20 y el 50 por 100, pero, en algunos casos, hay obras que se han vendido tres y cuatro veces por encima de su precio original. Restaurar consiste en conservar y arreglar una pieza sin inventar ni añadir nada, y en el caso de que requiera algún tratamiento, utilizando siempre el mejor material, con productos que no dañen y que sean reversibles. Este último punto es importantísimo hay que tener en cuenta que a través de los años se han descubierto nuevos procesos y criterios de restauración que han mejorado considerablemente la lectura de las piezas.
Lo más difícil es elegir al restaurador
Escoger un buen restaurador no siempre es fácil. Debe tener confianza en él ya que vamos a dejar en manos ajenas algo que para nosotros es muy valioso, bien por lo que ha costado, bien por su valor sentimental. .En primer lugar funciona el boca a boca y en un negocio en el que casi todos se conocen es preferible fiarse de un experto. Los más modernos han instaurado técnicas de otras profesiones y como en las agencias de modelos acuden a la cita con el cliente con un “book” bajo el brazo en el que muestran fotos con la evolución de las piezas: como llegaron al taller y como han salido.
Adquirir piezas para restaurar es asumir un riesgo, no siempre se puede obtener los resultados deseados. No existe un decálogo que sirva al comprador sin experiencia, no basta sólo la intuición y la observación, sino que es necesario el asesoramiento de un experto que es quien puede dar con rigor la pista sobre si la compra de una pieza deteriorada puede ser una gran adquisición o, por el contrario, una ruina. Pero teniendo la suficiente experiencia y un buen asesoramiento se puede duplicar y, en algunos casos, quintuplicar el valor de lo adquirido. Naturalmente, la mano del restaurador y el buen criterio del cliente son fundamentales ya que algunos compradores inexpertos pretenden quitar hasta la última brizna de polvo, sin saber que la pátina del tiempo también cotiza al alza.
Anticuarios
Son los anticuarios los que más utilizan los servicios de los restauradores ya que el valor de la pieza se incrementa considerablemente si está en buen estado, todo depende de la sensibilidad del comprador. Aún se pueden ver algunas caras conocidas de restauradores paseando entre los puestos del Rastro de Madrid y algunos han confesado abiertamente que adquieren estas piezas para vendérselas a los anticuarios directamente, lo que les proporciona ganancias más que sustanciosas. Son los mejores
No es habitual encontrar a un particular comprando una pieza deteriorada, por el contrario son los anticuarios los más interesados, en primer lugar porque conocen y trabajan habitualmente con restauradores que posiblemente les hagan los trabajos a un precio mucho más atractivo. Por otra parte el anticuario cuando adquiere alguna pieza también piensa en un posible cliente habitual al que pueda después colocar esta pieza tras ser restaurada. Ellos saben que no es lo mismo un cuadro dañado en un fondo que en la cara de la figura eso hace que la pintura valga poco o mucho. Lo mismo que sucede con la pintura, la porcelana, etc., ocurre con los muebles, ya que de estar en buen estado a presentarlos con deterioros puede hacer que el precio sea el doble. Ese es un dato que tiene que tener en cuenta el comprador a la hora de pujar pensando en una restauración
Los muebles de verdad, los de madera maciza son cada día más escasos y valorados. El siglo XX ha creado diseño utilizando maderas, virutas prensadas recubiertas de una maderita fotocopiada y plastificada. Estos muebles también se venden en anticuarios, presentan una magnífica presencia y su fácil fabricación les permite realizar cualquier estilo. Es importante asesorarse, preguntar, observar, abrir y cerrar los cajones, dar la vuelta a los butacones, mirar por debajo y por detrás.
Un mueble que parezca antiguo nunca valdrá lo mismo que uno antiguo. Por el contrario un mueble antiguo al que le falte una pequeña pieza puede triplicar su precio tras una restauración. Hay imitaciones tan perfectas que incluso muestran la huella de la carcoma conseguida a base de disparar cartuchos de ceniza y cera sobre la madera. Otras veces entierran los muebles durante días o meses para que adquiera una presencia más antigua… Las pátinas sintéticas también suelen producir efectos confusos a la hora de datar una pieza.
Aparte de su firma, estilo y aspecto exterior, hay que prestar una especial atención a los cajones y a las patas. Los dos laterales inferiores tienen que estar un poco redondeados por el roce, ya que se crea un surco al abrir y cerrarlos. Gracias a esta huella se puede saber la fecha. También hay que dedicar una especial atención a los pies del mueble, ya que forma en ellos una pequeña chepa, si son realmente antiguos, por el peso, la limpieza y los traslados. La limpieza de los muebles no siempre es la misma, para los muebles de cera, bastará una bayeta húmeda. Para los de barniz, se puede utilizar una bayeta con unas gotas de aguarrás. En cualquier caso hay que frotarlos con un trapo de hilo y secarlos de la misma manera.
Los materiales de las obras de arte envejecen tanto por el paso del tiempo como por las condiciones ambientales de conservación. No sufre de la misma forma una pintura sobre tabla expuesta en un museo bajo estricto control que en una casa particular en la que no se ha controlado ni la humedad ni la temperatura. Lo más importante es prevenir, evitando así las restauraciones de urgencia o drásticas en las que se pone en peligro la propia supervivencia del cuadro. Es más económico eliminar las causas del deterioro que recurrir a la restauración sólo cuando ya no queda otro remedio.
Cuando surgen dudas sobre alguna obra se recurre a los laboratorios especializados que pueden confirmarnos época, escuela o autor según se requiera. Por ejemplo en el caso de los lienzos, la tela proporciona una gran información, el número de hilos por metro cuadrado, por la trama, etc. se puede conocer la época, escuela o autor. En el caso de las tablas, según el tipo de madera, el corte, el grosor. Por la forma de unir los paneles se puede conocer, entre otras cosas, si son españolas, flamencas, alemanas o italianas.
En cuanto a la conservación de cualquier obra de arte podemos destacar tres factores esenciales: humedad, calor y luz. Alejar la pieza de una fuente de calor tales como radiadores o chimeneas, poner cortinas si está cerca de una ventana con mucha luz, huir de las estancias con humedad. Si tenemos una pintura colgada hay que cuidar que haya un espacio de un centímetro entre la obra y la pared -especialmente en las tablas- con el fin de producir una corriente de aire. La mejor forma de conservar las pinturas sobre papel es guardada en carpetas individualmente, o separadas por papel de seda, sobre todo si la obra está realizada con pastel y es una pintura antigua extremar las precauciones ya que los pigmentos carecen de fijación y se pueden desprender. Siempre en plano. Si queremos tener una acuarela o gouache colgado, nunca lo colocaremos cerca de una ventana, ni en un lugar soleado y, por supuesto, huiremos de los radiadores, o de focos de humedad.
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