Volviendo por un sendero
Andrés Merino Thomas
La implacable ley del tiempo o el triste desinterés hace que cada vez sean menos los que al atravesar o pasear por la madrileña plaza de Colón, y más concretamente entre sus aledaños Jardines del Descubrimiento, recuerden que allí se alzó un día el palacio de los Duques de Medinaceli. El desaparecido edificio albergó en un majestuoso salón no sólo el grueso de la impresionante Armería de la casa ducal, sino la serie de tapicería rica conocida como “Los amores de Mercurio y Herse”, conjunto de ocho paños de entre cinco y siete metros de largo por cuatro y medio de alto. Tejidos a partir de 1570 en los telares del taller de Willem de Pannemaker, en Bruselas, formaron parte de la dote de la esposa del primer Duque de Lerma, pasando por herencia a los Medinaceli en 1673 y permaneciendo entre sus colecciones generación tras generación hasta su dispersión por herencia en 1909. Hasta finales de septiembre es posible contemplar en el Museo del Prado admirar de forma completa esta representación textil de una de las más célebres historias de amor de la mitología griega, posteriormente relatada en los poemas de las Metamorfosis de Ovidio. De la exposición que ha vuelto a unirlos procedentes de la Colección Duques de Alba, el propio Museo del Prado (en cuya Sala C del Edificio Jerónimos se ha instalado la muestra), la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, la Colección Duques de Cardona y el Metropolitan de Nueva York, hemos escogido el segundo de la serie, titulado “Paseo de Mercurio y Herse”. Por mostrar en su parte central a la pareja protagonista de la fábula, el dios y la princesa ateniense, la segunda de las piezas es sin duda una magnífica representación-resumen de tan excelente conjunto artístico.
Mercurio aparece como joven rubio, con dos caracteres iconográficos bien definidos, pétaso (sombrero) y talares (sandalias) alados. En su mano izquierda porta el caduceo que le corresponde como deidad mensajera, mientras que con la derecha conduce a Herse por el camino de regreso, junto a sus hermanas Aglauro y Pandroso, y otras doncellas, al palacio del padre de las tres citadas, Cécrope, rey de Atenas. Como señala Concha Herrero, comisaria de la exposición, en el detallado estudio de la pieza en el catálogo, mediante la urdimbre de abundantes hilos metálicos de plata dorada, Pannemaker logró que se realzase el relieve, la luminosidad y el esplendor del paño. Ciertamente, que la pareja avance alegre, mirándose, contribuye a asentar en el espectador la ancestral creencia de que el sentimiento amoroso se origina y alimenta a través de la vista, desde luego bien aderezada por el carácter exquisitamente acogedor del entorno recreado. En primer lugar, la naturaleza, exuberante en la vegetación, árboles y hojas que acompañan la escena.
Para las construcciones, un castillo al fondo y la fachada de palacio en la que puede apreciarse torre de homenaje en la parte central y patio tras la entrada, con detalles casi de decorado teatral, propios de un XVI tardío con usos de la perspectiva geométrica que permiten conjugar la ornamentación fastuosa con la minuciosidad de detalles casi inapreciables. Y por fin, una vestimenta a la moda flamenca, que permite afirmar que quienes caminan por el sendero mas que avanzar bailan retornando a su punto de partida. Y en esa feliz comitiva, lo hacen de dos en dos. Mercurio y Herse sólo parecen mirarse, hasta donde pueden llegar los hilos trenzados del tapiz valioso que fue del Duque de Lerma. La alteridad de un amor que requiere de un yo y otro yo. No extraña que una historia así fuera la serie de más alta tasación en los inventarios de las propiedades de los Medinaceli.
“Paseo de Mercurio y Herse” (ca. 1570)
Manufactura de Willem de Pannemaker (act. 1535-1581)
Cartón atribuído a Giovanni Battista Lodi di Cremona (1540-1552)
Tapiz de oro, plata, seda y lana (442 x 672 cm)
Museo Nacional del Prado (Madrid)
Exposición “Los amores de Mercurio y Herse. Una tapicería rica de Willem de Pannemaker”
Organiza: Museo Nacional del Prado
Colabora: Fundación Casa Ducal de Medinaceli
Comisarias: Concha Herrero y Leticia Azcue
Sede: Museo Nacional del Prado. Edificio Jerónimos. Sala C
Madrid, 1 de junio a 26 de septiembre de 2010
Muy interesante el artículo, tanto por los datos aportados como por su interpretación. El tápiz es el arte en el tejido; toda una sublimación.
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