Pero aunque Fez pueda ser el reino de la fantasía, es también una ciudad con historia, la de más historia en el norte de África. Junto con Marrakech, Meknes y Rabat forma parte de las ciudades imperiales marroquíes y ha sido tres veces capital del reino. La primera, en el año 808 con Idriss II, que culminó el sueño de su padre de crear una gran capital que sustituyera a la modesta Oualili (Volubilis) del tiempo de los romanos, la segunda, en el siglo XIII con los Merínidas y, la tercera, en el XIX bajo el reinado de Moulay Abdalllah.
En Fez impresiona, ante todo, su inmensa medina, la llamada Fez el Bali, la ciudad antigua. Ocupa 350 hectáreas, el equivalente a otros tantos campos de fútbol, toda ella es Patrimonio de la Humanidad y se dice que es la zona peatonal más grande del mundo. Para captarla en toda su dimensión, lo mejor es observarla desde lo alto, en el Hotel des Mérinides en El Kolla, situado en la ciudad nueva y propiedad, según se dice, de Lalla Salma Bennani, reina de Marruecos, cuyo retrato figura por todas partes en el amplio hall del hotel (tel.: +212 (0) 535 64 52 26, www.lesmerinides.com).
De camino hacia una de las puertas de la medina, se bordea el Barrio de los Andaluces, donde hace más de mil años se asentaron los andaluces procedentes de la España musulmana del siglo IX, que trasladaron a esta orilla del Mediterráneo su arte y su avanzada civilización que se muestra con especial esmero en la Mezquita de los Andaluces, caracterizada por su minarete verde y blanco.
No es ésta, desde luego, la única mezquita ni la más importante: la más famosa es la de Karaouiyine, el centro de enseñanza más antiguo del mundo occidental y con una de las bibliotecas más ricas del mundo, y la mayor de Marruecos hasta la construcción de la moderna mezquita de Hassan II en Casablanca, con capacidad para más de 20.000 fieles; y tal vez la más elegante es la gran madraza Bou Inania, construida en el siglo XIV, con adornos de madera de cedro y estucos esculpidos, ornamentada de mármol y ónice. Pero los nesrani, los no musulmanes, tendrán que conformarse con vislumbrar alguno de sus patios porque tienen prohibida la entrada, ni siquiera descalzándose. Tampoco puede visitarse uno de los santuarios más sagrados de la ciudad, la zaouia y tumba de Moulay Idriss II.
Zocos y talleres
Pero aunque haya muchos y muy bellos monumentos en la medina, su auténtica alma se encuentra en los callejones, a veces de solo 60 centímetros de ancho, y los sucesivos barrios de los artesanos: el barrio de los afiladores, el de los zapateros, el de los alfareros, el de los tintoreros, entre otros muchos. Aquí hay que perderse en ese mundo de sensualidad que es Fez, una ciudad para vivir, para oler, para imaginar… Es un mundo casi medieval en el que sobreviven las viejas profesiones medievales: orfebres, caldereros, hojalateros, tejedores, tintoreros, talabarderos y curtidores organizados en gremios, como hace siglos.
Y, entre el barullo, está el ruido constante de las alhóndigas, donde sierran, funden, martillean o echan chispas; de vendedores que anuncian la mercancía a gritos, aguadores con campanillas de bronce, conductores de asnos avisando al grito de belek, belek para dejar el paso libre, móviles de politonos inauditos, muecines que canturrean con mayor o menor inspiración desde sus minaretes, radio-hits del pop magrebí… Y también los olores de los puestos de especias, de verduras, de pescados, de las carnicerías que exhiben cabezas de camello goteando sangre, anunciando uno de sus manjares. Y los de los hornos donde acuden las mujeres veladas con su masa para cocer o sus pasteles recién elaborados y los de los puestos ambulantes que sirven la tradicional b´sara, una sopa de ajo y judías especialidad fasí.
Pero sin duda el olor de la medina de Fez es el de las tenerías que curten y tiñen los cordobanes que llevan cinco siglos dando fama a Fez. El intenso hedor se distingue desde lejos y antes de entrar en alguna de las tiendas que rodean el patio, te obsequian con un pequeño ramillete de jazmines o unas hojas de hierbabuena que apenas mitigarán la mezcla de las pieles crudas, que primero se tratan con cal viva para eliminar los restos de carne y grasa que puedan llevar adheridos, y luego con los componentes esenciales que se usan para teñirlas de mil colores: heces de paloma y orina de vaca con ceniza. Aunque luego se añadan, siguiendo la tradición de solo utilizar productos de origen natural, cromo, tanino, alumbre, índigo, azafrán y amapola para darles color, el aroma no cambia mucho.
El resultado final son unas pieles de gran suavidad, color uniforme y apreciada calidad. El cuero marroquí, en particular el cuero fasí elaborado en Fez, está considerado desde hace siglos el mejor del mundo, y el curtido de las pieles era y sigue siendo una fuente de riqueza, como recuerda un proverbio árabe «dar dbagh dar dhab», algo así como «la curtiduría es una mina de oro».
Ya de regreso, tras una jornada de vivencias únicas, todavía aguardan algunas sorpresas. Están escondidas tras los sobrios muros de las madrasas y mezquitas, ocultas al final de estrechos callejones, en refugios secretos detrás de anodinas puertas. Y se descubren como el tesoro de Alí Babá tras pronunciar las palabras mágicas. Son auténticos palacios y oasis de calma en los que la vida doméstica se hace puertas adentro y las casas se organizan en torno a un patio. Muchos de estos edificios históricos que hacia fuera son paredes anodinas y dentro muestran joyas arquitectónicas, se han convertido en riads y hoteles tradicionales. Hay bastantes y cada cual tiene su particular encanto, pero quizás uno de los más exquisitos es el Riad Maison Bleue (Tel : +212 (0) 535 74 18 43, www.maisonbleue.com). Son cuatro casas unidas por un patio de estilo andalusí, con un precioso estanque y un frondoso jardín, con 13 habitaciones, un balneario privado y un comedor lujoso y umbrío llamado Blue Lounge. Ofrecen un original cuscús con frutas realmente espectacular. Como casi todas las casas señoriales de la ciudad, también tiene una terraza desde la que se extiende una vista impresionante sobre la medina.
Texto y fotos: Enrique Sancho
Cómo ir
Ir a Fez desde España es ahora más fácil, y más barato, que nunca. La compañía de bajo coste Ryanair (www.ryanair.com) opera vuelos directos a Fez desde Madrid, Alicante, Gerona y Sevilla. Sus precios varían según las fechas, pero pueden salir por menos de 20 euros ida y vuelta, con tasas incluidas.
Más información:
Oficina Nacional Marroquí de Turismo
C/ Ventura Rodríguez 24,1ª Izq.
Tel: 91 541 29 95 Fax: 91 559 45 94
28008 Madrid
www.turismomarruecos.com
www.visitfes.org
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