Claves de la paradoja del siglo XX
Andrés Merino Thomas
Cuando intentamos acercarnos a la historia desde las tensiones políticas y militares, a veces parece que Europa no es más que lo que da tiempo a construir cuando occidente no anda ocupado en grandes batallas. Que después de 1945 hayamos gozado, relativamente, del más largo tiempo de paz dentro de lo que geográficamente denominamos Viejo continente (descontando, por supuesto, la guerra en la antigua Yugoslavia en los años 90) quizá nos oculte en la memoria que el XX fue precisamente el siglo en el que los europeos vivimos las dos guerras más destructivas de cuanto se han conocido. Más aún que las de los Cien Años, las de Sucesión en España o en Austria en el siglo XVIII o las de Independencia en varias de sus naciones, ya en el XIX. José Luis Comellas, emérito de la Universidad de Sevilla y prestigioso historiador que tiene a Rialp desde hace años como editorial de cabecera, ha publicado un interesante ensayo sobre lo que denomina “La guerra civil europea (1914-1945)”, concepto que ha tomado prestado del historiador hindú K.M. Panikkar.
Unir conceptualmente lo que la mayor parte de la historiografía ha sistematizado como dos guerras mundiales y además caracterizar el conflicto como netamente civil no es excesivamente original, pero el ensayo trae al debate un buen ramillete de ideas de interés. Quizá hoy no resulten políticamente correctas por los inquietantes paralelismos que a veces aparecen tras no pocos comentarios de personalidades públicas o en conversaciones y tertulias. Pero en todo caso, considerarlas en el marco de la convicción general de que ninguna conquista histórica, y menos la paz como bien político, es definitiva, las convierte en verdaderamente sugestivas para el análisis. De la lectura de libro podemos deducir que a principios del siglo XX, los estados europeos comenzaron a vivir en un doble espejismo, una doble paradoja. En la opinión pública, la paz estaba asegurada. Los conflictos entre imperios y reinos, muchos de ellos nacidos como consecuencia de diferencias coloniales, fronterizas o económicas, venían siendo resueltos con mayor o menor fortuna y la dulce anestesia de la Belle Epoque se extendió como bálsamo agradecido por unas sociedades que cómodamente habían agradecido la posibilidad, brindada por la revolución industrial, de hacerse privilegiadamente urbanas. Por otro lado, toda una contradicción, las elites políticas y militares comenzaron a aceptar como axioma que el enfrentamiento bélico era inevitable. Llegó así la paz armada, la vida diaria al borde del abismo. Las décadas precedentes, la noción de un destino común se había extendido de tal forma, que el divorcio entre élites de gobierno y gobernados constituyó una especie de macro-esquizofrenia de la que sólo las bombas hicieron despertar a los países y cancillerías.
Comellas no relata, analiza. Por eso no ha escrito un libro cómodo, sino un elenco de respuestas a las que no pocas veces hay que buscar interrogantes. Constata decenas de causas y consecuencias que aparecen, desaparecen y se entrecruzan, por lo que la lectura del ensayo requiere el conocimiento previo de no pocas coordenadas espacio-temporales para quienes pretendan penetrar en los arcanos que hicieron del siglo XX la mayor demostración de que el hombre puede avanzar hasta cotas insospechadas y destruir también hasta donde hasta entonces se había imaginado. Europeos contra europeos. Un continente que se creía un mundo, contra sí mismo. Hasta que dejó se serlo.
“La guerra civil europea (1914-1945)”
José Luis Comellas
Madrid, Rialp, 301 pág.
ISBN: 978–84–321–3822–5
El libro parece altamente interesante para conocer y tratar de conocernos mejor.
El comentario altamente introductor de nuestra Historia de Europa.
Me apetece añadir que «con mucha facilidad nos dejamos seduccir por el bienestar y
el egoísmo, sin querer saber las consecuencias que éllo acarrea para todos».
«La bella y vieja Europa rota una y otra vez, y….» Sin ser fatalista.
Gonzalo Cuesta.
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