Coloquialmente, solemos definir “asertividad” como la habilidad social que una persona posee para defender derechos sin agredir ni ser agredido. Ya tenemos el debate abierto, porque la Real Academia, en la vigésimo segunda edición de su diccionario, no define el término y por el momento, tan sólo asocia el vocablo “aserto” a la afirmación de la certeza de algo. Dos especialista en Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona, Eva Bach y Anna Forés, han publicado en Plataforma Editorial un estudio sobre ese recurso con un curioso título, “La asertividad, para gente extraordinaria”. Hablamos precisamente de recurso porque esta es la posición inicial de las autoras, referirse a la asertividad como una herramienta a la que puede acudirse o no, a una opción muy necesaria en las relaciones interpersonales que desgraciadamente queda fuera de juego en demasiadas ocasiones. Su esfuerzo por definirla en combinación con otras de no menor interés como la empatía, la resiliencia o la serendipidad, términos aparentemente científicos pero cuya explicación, mucho más sencilla, creará en el lector una agradable sensación de utilidad, obtiene rápido fruto: el primer efecto de la asertividad sería el establecimiento de relaciones humanas más sólidas, firmes y próximas.
Para Eva Bach y Anna Forés, la asertividad nos permite expresar lo que sentimos, lo que pensamos e incluso necesitamos sin agredir, sin ser agredidos. Sería más bien la capacidad de comunicar de forma eficaz, con empatía. En realidad no se nos propone un sesudo tratado sobre comunicación. Tampoco un prontuario. Probablemente ni siquiera estemos ante uno de esos manuales de autoayuda, demasiado centrados con frecuencia en un aspecto, dejando de lado de la persona es mucho más que un cúmulo de complejos mecanismos de emociones. La asertividad es una noción moderna, un concepto en construcción, un mundo sobre el que se investiga y en el que será necesario continuar avanzando. Las autoras sugieren ya propuestas desde su experiencia y se atreven a establecer no pocas conclusiones.
El contenido académico de la obra ha convivido perfectamente con un toque cuasi poético de su redacción. La terminología propia del tema, propia de las Ciencias de la Educación y el mundo de la Pedagogía al que pertenecen las autoras, va continuamente de la mano de una concepción estética de las relaciones personales. Aunque el precio quizá sea una excesiva idealización de la posibilidad de poner en marcha mecanismos de comunicación –es obvio que la sociedad actual impone sus normas y no deja espacio al envío y recepción de mensajes con excesiva facilidad-, libros como éste ponen de relieve que, desde una perspectiva netamente antropológica, las relaciones entre los seres humanos son un arte en sí. Toda esta percepción “esteticista” del lenguaje encuentra precisamente en un buen elenco de mecanismos de respetuosa defensa que Bach y Forés proponen el necesario equilibrio. Como muestra, un botón. No se deja de ser asertivo cuando hay que elegir entre decir: “Lo siento, pero no” o “No y lo siento”. ¿Qué expresión es la acertada”. La respuesta puede hallarse en este interesante ensayo que merece la pena leer.
Barcelona, Plataforma Editorial, 271 pág.
ISBN: 978–84–96981–11–9
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